Carlos Labastida Salinas
de las empresas más poderosas en el mundo deportivo: Nike. Dicha batalla giró alrededor de una de las cuestiones más silenciadas en el deporte, aquella que la exatleta Phoebe Wright llamó “el beso de la muerte” para las mujeres en dicha industria: el embarazo y la maternidad (Felix, 2019; Montaño, 2019).
En mayo del 2019, en una columna escrita para TheNewYorkTimes, Felix (2019) reveló su experiencia vivida con Nikea raíz de su embarazo. En ella, nos cuenta que todas las mujeres atletas saben perfectamente que al decidir ser madres se arriesgan a fuertes recortes en sus pagos por parte de los patrocinadores durante y después del embarazo, es una especie de secreto a voces9. La velocista, quien empezó su relación con Nikeen 2010, optó por la maternidad en 2018, año que coincidía con la renovación de su contrato, el cual había finalizado en diciembre del 2017. A pesar de sus victorias y su reconocimiento mundial, la empresa, dando a entender que la corredora ya no valía lo que antes, ofreció pagarle únicamente el 30% de lo que le pagaba previo a su embarazo. La atleta cuenta que estaba dispuesta a aceptarlo, pero con una condición: queNikese comprometiera, por medio de una cláusula en el contrato, a no penalizarla económicamente si no lograba rendir al máximo durante los primeros meses después de su embarazo. La empresa se negó y las negociaciones quedaron estancadas. Al contar esto, la multimedallista sentencia: “He sido una de las atletas más ampliamente comercializadas deNike, si yo no puedo asegurar protecciones de maternidad, ¿quién puede?” (Felix, 2019)10 .
Algunas otras atletas que han sufrido este problema y que han encontrado
los medios para contar su historia son Kara Goucher y Alysia Montaño. Esta última, en una columna propia del mismo NewYorkTimes, relata la indignante actitud deNikehacia ellas y las mujeres deportistas que optan por la maternidad. Muchas compañías, dice la atleta, encuentran rentable el lanzamiento de campañas y comerciales donde exaltan y elogian a las mujeres atletas11 , obteniendo así reconocimiento por apoyar, promover y visibilizar el deporte femenino, pero son sólo eso, comerciales y publicidad. Y define la industria del deporte en general como una multimillonaria “que en público elogia a las mujeres por tener una familia, pero no les garantiza un salario durante el embarazo y la maternidad temprana” (Montaño, 2019). Después de que el caso de Felix y los dichos de Montaño fueran conociéndose y difundiéndose poco a poco en el
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9 A algunas, incluso, se les hace firmar un acuerdo de confidencialidad donde se comprometen a no revelar los detallas de las negociaciones o de sus contratos (Felix, 2019).
10 Cabe resaltar que, a diferencia de otros deportistas como futbolistas, basquetbolistas, beisbolistas, entre otros, las y los profesionales del atletismo no son asalariados, sus ingresos económicos dependen de becas, patrocinios (sobre todo de marcas de ropa y alimentos) y primas otorgadas por conseguir medallas, podios y récords.
11 En México, por ejemplo, la propia Nikelanzó desde hace un par de años la campaña Juntas Imparables, la cual tiene como objetivo destacar la fortaleza, capacidad y talento de las m ujeres en el deporte.
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espacio público, diversas marcas de la industria deportiva (Burton, Altra, Nuun, Brooks, por ejemplo) anunciaron que incorporarían a sus contratos garantías para las mujeres para ser apoyadas por sus patrocinadores en cuestiones de maternidad. Pocos días después, Niketambién se comprometió a cambiar su política de maternidad, garantizando pagos y bonos durante los meses de embarazo y los subsecuentes. Lo único que las atletas pedían era eso, las garantías básicas a las que se tiene derecho en cualquier trabajo que respete mínimamente la dignidad de las personas.
Meses después de lo ocurrido, con una brillante actuación en el Mundial de
Doha 2019, Allyson Felix corrió los relevos 4x400 en la categoría mixta y la femenil, contribuyendo a que su equipo obtuviera la medalla de oro en ambas pruebas. En la misma justa deportiva, la jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce, otra brillante velocista y plusmarquista, competía en los 100 metros planos. Al igual que Felix, Fraser-Pryce también se había convertido en madre durante los meses anteriores al Mundial, encontrándose bajo la presión y las expectativas por su rendimiento. La jamaicana arrasó en la prueba, logrando su segunda mejor marca personal en esa distancia (corrió en 10.71 segundos; su récord personal es de 10.70 segundos, realizado en 2012), además de conseguir también el oro con su equipo en los relevos femeniles de 4x100. Por si a alguien todavía le quedaban dudas.
Un caso más. A finales del 2019, en internet comenzó a circular un video donde la joven Mary Cain, una estudiante que en algún momento tuvo un futuro
prometedor en el atletismo, cuenta su historia, la cual también tiene a la marca
estadounidense Nikecomo protagonista. El título del video lo resume todo: Yo era la niña más rápida de los Estados Unidos, hasta que me uní a Nike. A sus apenas 16 años, Cain había ya roto diversos récords nacionales en carreras de medio fondo, además de caracterizarse por ser una buena estudiante. Esto la llevo a ser invitada a formar parte del llamado Oregon Project, un equipo de corredores de élite especializado en medias y largas distancias, financiado porNikey dirigido por el entrenador Alberto Salazar, con sede en Portland, Oregon12 .
Lograr esto era el sueño hecho realidad de la estudiante, pero en lugar de encontrar todo lo esperado y lo que le fue prometido, fue “física y emocionalmente abusada por un sistema diseñado por Salazar y avalado por Nike” (TheNewYorkTimes, 2019). Relata que fue forzada a perder peso incluso a niveles por debajo de lo saludable –obligándola a ingerir medicamentos cuyo uso está estrictamente prohibido en atletas– lo que le llevo a padecer el Síndrome de Deficiencia Energética Relativa en el Deporte (RED-S)13 durante tres años, el cual fue la causa de que sufriera fracturas en cinco huesos distintos. La atleta acusa que, durante su participación en el proyecto, fue maltratada y humillada, y
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12 Algunos de los atletas más reconocidos que participaron en dicho proyecto fueron Mo Farah, Galen Rupp, Sifan Hassan, Donovan Brazier.
13 Este síndrome consiste en una disfunción fisiológica que afecta, entre otras cosas, el ritmo metabólico, el ciclo menstrual, la salud cardiovascular y ósea, así como el sistema inmunológico (Mountjoy M, Sundgot-Borgen J, Burke L, et al., 2014).
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revela que sufrió al punto que empezó a desarrollar pensamientos suicidas, pero a nadie le importó.
Finalmente, Cain logró dejar el equipo y regresar a Nueva York, su ciudad natal, donde poco a poco ha ido recuperándose. Desde ahí cuenta su historia y lanza su dura crítica a lo que considera que es “una crisis sistemática en el deporte femenil y en Nike” –una marca que es todopoderosa en el mundo del atletismo, con un control casi absoluto del medio–, “donde los cuerpos de las mujeres son arruinados por un sistema que abusa de ellas física y emocionalmente” (The New YorkTimes, 2019). Dicho sistema, sostiene, tiene que cambiar. A pesar de todo, asegura que ella seguirá corriendo por muchos años, pues aún tiene fe en el deporte14 .
Al contar sus historias, hay una cosa en la que tanto Allyson Felix como Mary
Cain coinciden, y que también se observa en otros casos: que por más que parezca que existen avances en términos de igualdad e inclusión, son estas cuestiones fundamentales los que revelan que el deporte es, todavía a estas alturas, un sistema creado por hombres y para hombres.
Para completar el repertorio, de muy breve manera podemos recordar la renuencia de la NationalFootballLeague(NFL) a aceptar que los golpes en la cabeza que reciben constantemente los jugadores durante los partidos y entrenamientos es causante de Encefalopatía Traumática Crónica (ETC), una
enfermedad neurodegenerativa que se le ha diagnosticado a diversos jugadores y exjugadores de futbol americano (la cual también es común en boxeadores). La NFL incluso llegó a intimidar, hostigar y amenazar a científicos y médicos que
trabajaron en darlo a conocer15, pues creían que dicha información afectaría el gusto por el deporte y se vería reflejado en pérdidas económicas. En el mismo terreno del futbol americano, llama la atención el concepto de la femenil Legends FootballLeague(llamada en sus inicios LingerieFootballLeague), cuya lógica sugiere que lo interesante de las jugadoras y sus partidos no son su juego en sí, sino la exhibición de sus cuerpos.
Así, se puede dar cuenta del poder y control que ejercen ciertas instituciones o personas (organismos internacionales, federaciones, patrocinadores, televisoras, directivos, entrenadores, etc.) sobre los cuerpos y vidas de las y los atletas. Poder y control que se encuentran sustentados en valores y formas de pensamiento hegemónicas en un tiempo histórico determinado; y que en otras
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14 13 En noviembre del 2019, la Agencia Estadounidense Anti-Dopaje suspendió por cuatro años a
Salazar por violar diversas reglas anti-dopaje con sus atletas. El OregonProjectfue cerrado definitivamente, y la Agencia Mundial Anti-Dopaje anunció que investigaría a profundidad a todos
los que entrenaron bajo la dirección de Salazar.
15 Para profundizar en este episodio de la historia de la NFL y la vida del Dr. Bennet Omalu (quien fue el principal médico al frente de estas investigaciones), pueden consultarse el artículo titulado GameBrainy el libro titulado Concussion, ambos escritos por la periodista J. Marie Laskas, así
como la película que se produjo posteriormente con el mismo nombre del libro.
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ocasiones se encuentran guiados por intereses políticos y económicos ajenos, e incluso contrarios, a los de las y los propios atletas.
II. Actos de valor y dignidad: la protesta política en el deporte.
“Los caballos de carreras, los gallos de riña y los atletas humanos no tienen el derecho de ser aguafiestas.”
Eduardo Galeano, 1995
“En toda Latinoamérica, los estadios cumplen esta doble función: en tiempos de paz sirven como terreno de juego, y en tiempos de crisis se convierten en campos de concentración.”
Ryszard Kapuscinski, 1969
Como se vio anteriormente, el deporte comparte con otras esferas de la vida social el desequilibrio de poderes junto con las injusticias y desigualdades que este acarrea. La idea imperante de que el deporte pertenece exclusivamente al campo del ocio y del entretenimiento –incluso más que otras actividades, como las artes–, así como las grandes cargas emotivas y afectivas que afloran en su
práctica y disfrute, hacen olvidar o, en el mejor de los casos, relegan a un plano secundario, esa otra cara del deporte en la que se insertan, entre tantos otros, los
casos mencionados anteriormente.
A diferencia de otros ámbitos de la vida, el deporte posee una característica
particular, por lo menos en las sociedades presuntamente democráticas. En él, la protesta, la crítica y la disidencia –y en realidad toda expresión o manifestación política, religiosa o étnica– no sólo están mal vistas y son indeseables, sino que están explícitamente prohibidas y hasta penalizadas. Contrasta, así, con espacios como las artes o la escuela, donde la vinculación, incorporación y expresión de cuestiones que conciernen a la sociedad en general no sólo están permitidas, sino
que son incluso alentadas. Si bien es cierto que estas actividades y sus espacios son diferentes en sus fines y sus dinámicas, nos vemos obligados a preguntarnos ¿por qué al deportista no se le permite vincular su quehacer profesional con su entorno sociopolítico como sí se le permite hacerlo a cualquier otro que realice alguna otra actividad o práctica social y cultural? Como bien lo expresa Tamburrini:
Quién afirme que no es correcto expresar puntos de vista políticos en ocasión de la realización de un evento deportivo tendrá que explicar por qué es
aceptable hacerlo en todos los otros contextos pero no en el deporte [...] el deporte es un escenario tan válido como cualquier otro para lanzar la discusión sobre temas de interés para la sociedad (Rivero y Tamburrini, 2014, p. 101).
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De esta manera, el deporte profesional constituye una suerte de espacio antidemocrático, donde sus protagonistas no sólo se encuentran sometidos a abusos, voluntades e intereses ajenos a los suyos –como en los casos mencionados en la sección anterior–, sino que, además, están sometidos a un implacable régimen disciplinario donde se les prohíbe, entre muchas otras cosas, expresar o hacer referencia a cuestiones políticas, religiosas y étnicas que les atañen directamente. La discusión sobre los fundamentos de esta prohibición no es tan simple como pudiera parecer a primera vista, y menos lo son sus implicaciones. Sobre esto es que se intenta una reflexión en las siguientes líneas.
Paradójicamente –o tal vez por eso mismo– el deporte constituye el escenario perfecto para la realización de la protesta, las expresiones y manifestaciones políticas: el estadio, la cancha, la multitud, la atención centrada en los protagonistas, los medios transmitiendo la imágenes a miles o millones de personas que siguen atentamente los acontecimientos, y las y los deportistas – quienes, en muchas ocasiones, cuentan con estatus de símbolos, íconos o ídolos que los dota de gran energía emocional y de un gran poder performativo–. Así, las expresiones y manifestaciones políticas en los eventos deportivos y las ceremonias de premiación ocupan un lugar privilegiado en el repertorio de protesta del que hacen uso muchos y muchas deportistas, el cual es, para gran
parte de ellos, el único espacio con el que cuentan para levantar la voz y ser escuchados.
Aunque seguramente a estas alturas ya podrá intuirse, no está de más
explicitar que, si bien pueden distinguirse diferentes tipos de protesta relacionada con los eventos deportivos, en estas líneas me centraré únicamente en la protesta que tiene lugar en el escenario de juego y es realizada por parte de las y los deportistas; dejando de lado, por esta ocasión, aquellas del público o audiencia durante los eventos, las de ciertos sectores de la sociedad contra la realización de algunos eventos deportivos, o las de los propios deportistas realizadas fuera de
la cancha, entre otras.
La idea de que deporte y política deben ser cuestiones separadas es tan antigua como las competencias profesionales mismas. Besnier, Brownell y Carter (2018) apuntan que desde los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia – cuyos orígenes se remontan al siglo VII a.C. – los atletas que se reunían para competir representaban a ciudades-estado que usualmente se encontraban en guerra entre ellas fuera del sagrado recinto olímpico, “pero las leyes y el juramento de los atletas protegían a los Juegos de cualquier interferencia política” (p. 10). Esta idea se conserva prácticamente intacta hasta nuestros días, protegida y materializada en los diversos reglamentos de los organismos, tanto nacionales
como internacionales, que rigen el deporte profesional. El Comité Olímpico Internacional (COI) lo establece claramente en la conocida Regla 50 de su Carta Olímpica: “Ningún tipo de demostración o propaganda política, religiosa o racial está permitida en ningún recinto, avenida u otra área Olímpica” (COI, 2019, p. 91). En caso de incumplimiento, las sanciones ameritan la descalificación o
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desacreditación de la persona o la delegación, además de cualquier otra sanción que se considere pertinente. La Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) –sin duda alguna el organismo deportivo más poderoso del mundo– posee una reglamentación similar, y, en su caso, las sanciones incluyen fuertes penalizaciones económicas a los transgresores. Pareciera que, al entrar al recinto deportivo, uno tuviera de dejar su condición de ciudadano en los vestidores. Esta visión excluyente y divisiva entiende el deporte como una actividad trascendental y universal para la humanidad, cuya neutralidad y pureza deben ser protegidas a toda costa de la interferencia de influencias o intereses oscuros que
busquen desvirtuarlo, ensuciarlo o manipularlo. Sin embargo, la violación a dicha regla por parte de deportistas ha sido una constante, tan antigua como la regla misma. Manifestaciones, expresiones y posicionamientos políticos no son difíciles de encontrar en la historia del deporte. Algunos son más explícitos y disruptivos que otros, y algunos tienen lugar en eventos más estelares que otros. Abarcan desde simples gestos durante los juegos y las celebraciones o mensajes en la vestimenta, hasta negativas u obstaculizaciones directas a la realización del evento deportivo; y suceden tanto en Juegos Olímpicos y mundiales como en eventos de ligas profesionales menores.
El temor por parte de los organismos rectores del deporte a que este se vea
manchado y sea mal utilizado, los ha obligado a enfatizar y explicitar constantemente estas medidas; sobre todo en tiempos donde las plataformas
digitales y medios alternativos de información y difusión hacen posible la
resonancia, masificación y viralización de imágenes y mensajes de una manera que los medios tradicionales no son capaces.
Debido a lo anterior, y al alto número de protestas y manifestaciones políticas ocurridas en eventos importantes del 2019 –principalmente en los Juegos Panamericanos de Lima y el Mundial de Natación en Corea del Sur–, el COI sintió la necesidad de expresar su gran preocupación de que los Juegos Olímpicos, que
debieron llevarse a cabo en el verano del 2020, se vieran manchados y fueran mal utilizados. En un comunicado emitido a principios de año, el organismo recalcó que quedaban prohibidos los gestos que estuvieran políticamente motivados – como levantar el puño o arrodillarse–, los mensajes políticos en vestimenta y uniformes, así como la disrupción de las ceremonias de premiación. No obstante, para aliviar un poco las tensiones, y ante “las crecientes demandas por parte de atletas para tener permitido expresarse sobre ciertos asuntos” (Panja, 2020), el COI mencionó los espacios y lugares donde las y los atletas son libres de expresarse a sí mismos y que pueden ser utilizados para dichos fines sin ser sancionados: entrevistas y conferencias de prensa, medios digitales y
tradicionales, así como las redes sociales digitales personales.
Es importante resaltar que, debido a esta profundamente enraizada concepción del deporte como ajeno a la política, los deportistas que la transgreden y se manifiestan, no sólo son sancionados intra institucionalmente, sino que, en algunos casos, llegan a ser condenados al ostracismo, señalados y
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sancionados moralmente por compañeros, directivos, aficionados, comentaristas, etc. Como ejemplo, recordemos el que es seguramente el caso más emblemático de este tipo: el saludo del BlackPowerrealizado por los velocistas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, apoyados por el australiano Peter Norman, en la premiación de los 200 metros planos en México 68. Al comenzar el himno estadounidense, los dos afroamericanos agacharon la cabeza y levantaron su puño envuelto en un guante negro, en señal de protesta contra la opresión vivida por la población afroamericana en su país. A su vez, los tres atletas portaban un
parche a la altura del pecho que rezaba la frase OlympicProjectforHumanRights , rodeada por una corona de laurel. Posterior a este acto, los tres fueron reprendidos fuertemente por el COI y sus respectivas comitivas, excluidos de sus selecciones, marginados de futuras competencias internacionales y duramente criticados en sus países. Smith y Carlos incluso sufrieron constantes amenazas de muerte hacia ellos y sus familias. La vida de los tres quedó prácticamente destruida (Smith, 2008).
Al igual que la de Smith y Carlos, la gran mayoría de las manifestaciones y protestas políticas en el deporte aluden a desigualdades, abusos, opresiones y marginaciones que distintas comunidades y personas viven y sufren en su día a día. Así, en estos casos, la Regla 50 de la Carta Olímpica le prohíbe al atleta tomar
una posición política en el campo contra aquello que atenta contra su vida y su dignidad, contra las injusticias que sufre en su vida diaria e, incluso, dentro de la
cancha donde se le prohíbe levantar la voz, la cual constituye, muchas veces, el
único espacio que tiene para hacerlo. Pareciera que, para estos organismos rectores del deporte, las exigencias por la vida, por la igualdad y el respeto constituyen posiciones políticas divisivas que contaminan la actividad deportiva. Tristemente, a juzgar por las reacciones de algunos sectores sociales ante ellas – no sólo en aquel entonces, sino hoy todavía– sí lo son.
Esta idea de la neutralidad del deporte, y la manera en que es adoptada y
defendida por una gran cantidad de personas –que incluyen tanto a los mismos jugadores, como a directivos, comentaristas o aficionados– puede verse refl ejada en diversas situaciones y momentos. Por ejemplo, cuando a los atletas se les pregunta en una entrevista acerca de alguna problemática social o política contemporánea, estos suelen dar respuestas que enfatizan que lo que a ellos les corresponde y les toca es únicamente jugar, y que no son los indicados para hablar de un tema así. Lamentablemente, esta idea tiene una forma más extrema, una que va más allá de la exclusión de la manifestación política dentro del terreno de juego y se convierte en una donde deporte y política deben estar tajantemente separados, tanto dentro como fuera de los escenarios deportivos; que ambos son
prácticamente excluyentes entre sí. Un caso ilustrativo de este punto lo
encontramos en las declaraciones que la conductora de FoxNews, Laura Ingraham, hizo sobre los basquetbolistas LeBron James y Kevin Durant, después de que estos últimos externaran su rechazo al racismo y a la administración de
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Donald Trump en general. La conductora tachó sus comentarios de ignorantes, hizo alusión a la inconclusa formación escolar de James y comentó que:
no deberían abrir la boca de esa manera [...] es insensato buscar consejo político en alguien a quien se le pagan cien millones de dólares al año por botar un balón [...] son jugadores grandiosos, pero nadie votó por ustedes [...] así que guárdense sus comentarios políticos para ustedes o, como dijo alguien alguna vez, cállense y driblen (shut up and dribble)” (Mark F, 2020).
Una situación similar puede verse en el imperdible documental LesBleus. Una historia de Francia 1996-2016, el cual gira en torno al papel que –directa o indirectamente– la selección de futbol francesa ha tenido en problemáticas sociopolíticas como la unidad nacional, la migración, el racismo y la xenofobia en el país galo. En los últimos minutos del documental, se puede observar al expresidente Francois Holland dar a entender que los deportistas no tendrían que andar opinando sobre la política nacional y sus problemas: “zapatero a tus zapatos” (Dietz, Dauger, y Blanchard, 2016). Es decir, por el simple hecho de ser deportistas, no están calificados para hablar de ciertos temas. Temas que, como ciudadanos, competen a todos. Desde este punto de vista, parece que ser
deportista es incompatible con ejercer los derechos más básicos de libre expresión y manifestación.
A primera vista, y por la manera en que aquí se ha expuesto, la prohibición y,
sobre todo, las sanciones correspondientes a las manifestaciones políticas en el deporte por parte de sus protagonistas pudieran parecer excesivas y hasta injustas. Ser sancionado por exigir justicia, igualdad o dignidad. Como es fácil de imaginar, las reglas que prohíben y sancionan las manifestaciones políticas en los escenarios de juego han estado sometidas a una constante polémica y crítica a lo largo de los años. Una regla cuyo objetivo es mantener alejada la polémica
provoca, irónicamente, una polémica constante. Mientras unos abogan por la extinción de esta regla, otros consideran que es justa y, sobre todo, necesaria. La discusión ha sido amplia y tensa.
Los argumentos que justifican y defienden la prohibición, y su correspondiente sanción son sencillos, pero sólidos. Además de la ya mencionada idea de la supuesta neutralidad del deporte y la aspiración de que este tenga una capacidad integradora y pacificadora en la sociedad, el argumento central obedece a una razón práctica: si se permiten las manifestaciones, expresiones y protestas políticas libremente, sería el caos. Nos encontraríamos ante una incontenible oleada de actos que, en última instancia, resultarían en la
imposibilidad de llevar a cabo satisfactoriamente el evento deportivo. Veríamos por igual mensajes y gestos antirracistas como saludos neonazis, por poner un ejemplo16. Se abriría el espacio para la confrontación directa, especialmente en
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16 En el 2013, el futbolista griego Giorgos Katidis celebró la anotación del gol que significó la victoria de su equipo, el AEK Atenas, quitándose la playera y haciendo el saludo nazi hacia la
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aquellos casos donde se vean enfrentadas posturas o demandas incompatibles entre sí.
Podría pensarse que, si una manifestación no afecta en nada el desarrollo del encuentro (un gesto o mensaje en una celebración, por ejemplo, o en un momento previo o posterior al juego) y que, además, defienda o apele a una causa que se considere éticamente legítima, no debería ser objeto de censura, (sino incluso de reconocimiento y hasta de coherencia con los supuestos valores deportivos y olímpicos). El problema aparecería cuando las manifestaciones sean cuestiones éticamente condenables –que, sin duda, las habría, y las hay
actualmente–, y, más aún, cuando conciernan a disputas directas entre los participantes y estén dirigidos hacia ellos en concreto (países o a tletas representando países en conflictos políticos o bélicos; tensiones y disputas económicas, ideológicas; naciones con una historia conflictiva, etc.)17. Y esto sin mencionar el papel que podría jugar el público en todo ello.
Lo anterior puede llevar a pensar en la posibilidad de establecer una
reglamentación diferenciada, donde la expresión en cuestión sea puesta a consideración para determinar si será sancionada o no, pero esto resultaría igual de problemático. ¿Cuáles sí estarían permitidas y cuáles no? ¿Bajo qué criterios, valores o intereses se definiría? ¿En dónde se establecería el límite de lo aceptable
y lo no aceptable? Y, ¿quién, con qué autoridad, lo determinaría? Además, en
tribuna. El jugador fue suspendido por el resto de la temporada, se le impuso una multa y fue expulsado de por vida de la selección nacional griega en todas sus categorías. En su defensa, con la intención de que se revocaran las sanciones, el joven futbolista se disculpó y alegó que desconocía el significado del gesto que realizó y que mucho menos sabía que resultara ofensivo. Claro que nadie le compró el cuento.
17 En el pasado Mundial de Rusia 2018, en el duelo entre Suiza y Serbia, los suizos Xhaka y Shaquiri estuvieron en el centro de la polémica por sus celebraciones. En el contexto del complejo conflicto entre Serbia y la República de Kosovo –la cual no es reconocida como nación independiente por la primera y donde la etnia albanesa tiene predominio numérico–, dichos jugadores celebraron sus anotaciones haciendo referencia al águila que posa en la bandera albanesa (ambos tienen raíces kosovares). Lo anterior provocó la molestia y enojo de sus rivales. No es la primera vez que sucede algo así en los encuentros entre las naciones involucradas, donde se ha llegado a la confrontación verbal y hasta física en algunas ocasiones (Gómez, 2018).
En el Mundial de Natación de Corea del Sur 2019, el australiano Mack Horton se negó a compartir el podio con el chino Sun Yang –quien anteriormente ha dado positivo en controles antidopaje y recientemente destruyó una de sus muestras para que no fuera examinada– al considerar que hace trampa sistemáticamente y que no es sancionado con la severidad con la que se sanciona a los demás. El chino aseveró que Horton no sólo le había faltado el respeto a él, sino a China. Esta enemistad entre ambos nadadores –que arrastran desde el 2015– ha derivado en fuertes tensiones entre las delegaciones deportivas de ambos países; y llevó a la Federación Internacional de Natación (FINA) a reprender a Horton y la delegación australiana por su comportamiento. Además de que se vio obligada a implementar una nueva regla que prohíbe explícitamente las protestas personales durante el evento (Leslie, 2019). El conflicto, además, tuvo una fuerte presencia y resonancia en los medios de ambos países y suscitó acaloradas discusiones en redes sociales.
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cualquiera de las dos posibilidades mencionadas, no faltaría quienes, – incluyendo, y tal vez más que nada, agentes externos– explotarían y se aprovecharían de la situación, haciendo, de igual manera, inviable el evento; dejándolo expuesto a ser boicoteado. De una manera u otra, la consecuencia sería el caos.
Pero ¿qué no es esa, precisamente, la intención de la protesta? La de irrumpir, romper con una supuesta armonía, incomodar y llamar la atención sobre una cuestión determinada que se considera que afecta, amenaza o violenta a una persona o una colectividad. Y esto, la protesta en el deporte lo cumple
plenamente. Por ello, como se mencionó previamente, el deporte constituye un escenario perfecto para su realización.
En la conferencia de prensa dada a principios de año por el COI para refrendar la neutralidad del deporte, el presidente del organismo, el alemán Thomas Bach, aseveró que los Juegos Olímpicos:
No son ni deben ser nunca una plataforma para avanzar en fines políticos o divisivos [...] Nuestra neutralidad política se ve socavada cada vez que organizaciones o individuos intentan utilizarlos como escenario para sus propias agendas, por legítimas que sean (Associated Press, 2020a, cursivas añadidas).
Pero en estas palabras del presidente hay un problema, sino es que una gran incongruencia. A estas alturas, sólo una persona ingenua y despistada –o cínica – se mostraría convencida de que el deporte profesional, y sus grandes eventos, son políticamente neutrales. Históricamente, el deporte ha sido utilizado como una herramienta y un medio para obtener múltiples fines o beneficios políticos. Y este uso no se lo han dado los jugadores precisamente, sino aquellos que lo controlan, aquellos que detentan el poder en dicho campo, que ha sido utilizado
políticamente por aquellos que claman y defienden a ultranza su neutralidad política: jefes de Estado, presidentes de organismos, directivos, patrocinadores, televisoras, etc.
Recordemos, por mencionar sólo algunos ejemplos, que Hitler quiso utilizar las Olimpiadas de Berlín 1936 como escenario para la demostración de la supuesta superioridad aria (cosa que, naturalmente, no le salió muy bien). O la manera en que Rusia llevó a cabo un plan sistemático de dopaje –en el cual se presume estuvieron involucradas autoridades federales– en los Olímpicos de Invierno de Sochi 2014 para arrasar en el medallero, lo que serviría –junto con el papel desempeñado por el gobierno en la llamada crisis de Crimea– para impulsar
la popularidad y aceptación de Putin en la población rusa (la aprobación del mandatario creció 15% en las semanas posteriores a los juegos) (Fogel, 2017; RT, 2014). O, en el contexto de la Guerra Fría, el boicot que Estados Unidos y sus
aliados realizaron a los Juegos de Moscú 1980; así como el que realizaron, cuatro años después, la URSS y sus aliados del bloque soviético a los de Los Ángeles
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198418. Y, en general, es evidente la manera en que albergar un evento deportivo de alto calibre suele ser muestra, y a la vez oportunidad, para enseñar al mundo la prosperidad de la que supuestamente goza un país o una ciudad. Oportunidad que es explotada al máximo. Ya lo ponía de relieve Bourdieu (1990) al mencionar que “las competencias colectivas se han convertido en una de las formas de medir la fuerza relativa de las naciones, es decir, en una apuesta política” (pp. 202- 203). Particularmente ilustrador es el encuentro de futbol que tuvo lugar en 2001 entre Francia y Argelia organizado por autoridades gubernamentales francesas. Al calor del ambiente festivo e integrativo que se sentía derivado de la victoria en
el mundial pasado del equipo galo y del buen momento que aún vivían, dicho partido tenía la intención ser un medio para mostrar y fortalecer la realmente inexistente integración de la población francesa negra y la de origen árabe, especialmente de aquellos países que en algún momento fueran colonizados por los franceses, como lo fue Argelia. El juego, a 40 años de la guerra entre ambas naciones, fue publicitado como un partido por la paz y la integración, de la superación de las tensiones xenófobas y racistas que largamente han existido en el país. El resultado fue un rotundo fracaso. La tensión que precedió al encuentro devino en caos dentro del recinto: reclamos y consignas por parte del público argelino –o del identificado con ellos– contra la xenofobia y la marginación de las
que son víctimas, fuertes abucheos a La Marsellesa y al equipo francés, la invasión al terreno de juego durante el segundo tiempo que derivó en enfrentamientos
con la policía y la eventual suspensión del partido. Respecto a este
acontecimiento, diversos jugadores franceses reclamaron, al ser entrevistado para
el documentalLesBleus, que no se le puede pedir a los futbolistas que resuelvan lo que no está resuelto socialmente (Dietz, Dauger, y Blanchard, 2016). Es decir, el deporte no puede solucionar lo que no ha solucionado y le corresponde
solucionar a la sociedad en general.
En respuesta a las declaraciones de Bach sobre la neutralidad de las
olimpiadas, la periodista deportiva Nancy Armour (2020) las caracterizó como “la mayor de las hipocresías” y recordó algunas acciones realizadas por el mismo Bach. Por ejemplo, cuando Corea del Norte y Corea del Sur anunciaron la probabilidad de participar como una sola entidad en los Juegos de Invierno de Pyeongchang 2018, el directivo expresó que ojalá los Juegos “estén abriendo una puerta hacia un futuro más brillante para la Península Coreana” (Armour, 2020); o, cuando los mismo países propusieron una candidatura conjunta para albergar las olimpiadas en el 2032, el alemán proclamó que era “un paso hacia adelante en mostrar cómo el deporte puede, una vez más, contribuir a la paz en la Península de Corea y en el Mundo” (Armour, 2020). Así, la periodista finaliza
acusando que, en realidad, no es la mezcla de la política con el deporte lo que molesta a las autoridades, sino el cruce del deporte con las posturas políticas que no les gustan a ellos. Si Bach y el COI –junto con demás directivos, gobernantes
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18 En ambos casos, los países llegaron a amenazar con fuertes sanciones a sus deportistas en caso de que intentaran participar en los certámenes
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y autoridades deportivas– tienen su forma de buscar hacer del mundo un lugar mejor, ¿por qué no reconocen, respetan y permiten que los atletas también lo hagan a su manera?
Entonces, si es evidente que el argumento de la neutralidad política de deporte es difícil de sostenerse, ya que, constantemente, es utilizado a favor de una agenda política particular de grupos y personajes dominantes, ¿con qué otro se les ha de negar a las y los jugadores la realización de manifestaciones políticas en los eventos deportivos? Y si el deporte ha sido, a su vez, un espacio donde a las y los atletas se les explota, se les oprime y se les abusa de diversas maneras –
como se vio en el apartado anterior–, el deporte debería ser, también, un espacio de reivindicación y de resistencia.
Sobre esta cuestión, el movimiento GlobalAthlete19(2020) –el cual se posiciona por una abolición definitiva de la Regla 50 por considerarla violatoria a los derechos humanos– ha mencionado que:
Si los atletas quieren alzar la voz –en la medida en que respeten los derechos y las libertades de los demás delineadas en la Declaración Universal – deberíamos escucharlos [...] Silenciarlos nunca debería ser tolerado, y amenazarlos con su remoción de los Juegos Olímpicos es otro signo del poder
desigual entre los líderes del deporte y los atletas.
Asimismo, como ya fue mencionado, la gran mayoría de las protestas y manifestaciones realizadas en los eventos deportivos suelen ser en defensa de las cuestiones más básicas de la dignidad humana: por la igualdad, contra la discriminación, la xenofobia o la homofobia, a favor de la libertad, la autonomía o la independencia, entre otras. Suelen hacer referencia a luchas políticas y sociales de reivindicación y resistencia. Gran parte de los fenómenos contra los que se posicionan, los sufren y padecen, e incluso con más fuerza, dentro del
deporte y del terreno de juego. Armour (2020), nuevamente, lo dice de manera inmejorable:
La ironía reside en que, por lo general, los atletas a quienes los líderes del deporte han tratado de silenciar en cierto momento son considerados como destacados ejemplos de rectitud y virtud –y son venerados por ello– una vez que la historia se pone al corriente20 .
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19GlobalAthlete es un movimiento internacional dirigido por atletas que buscan reducir la gran brecha de poder existente entre directivos y deportistas para dar voz a estos últimos en el mundo deportivo, exigiendo cambios en la manera en que se dirige y administra el deporte a nivel mundial.
20 Fue hasta el 2019 –51 años después de los eventos– que, tras vivir décadas de sanciones, marginación y maltrato, Smith y Carlos fueron reconocidos por el Comité Olímpico de Estados Unidos y fueron integrados al Salón de la Fama, honor que les fue concedido por su “carácter, su conducta y sus contribuciones fuera del campo, así como por sus logros atléticos” (Armour, 2019).
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Asumir que los recintos deportivos no son los lugares para manifestarse, expresarse o protestar políticamente, es perpetuar o promover la ilusión de que el deporte es un universo completamente independiente al resto de la sociedad, un cuento de hadas en el que los problemas y conflictos sociales que afectan a la colectividad a la que dicho deporte pertenece no existen también en él. Es no querer ver que las formas en las que nos relacionamos –y sus consecuencias – fuera del deporte permean y dominan las formas en que nos relacionamos dentro del deporte también. Equivale a ignorar el hecho de que el deporte no sólo refleja o reproduce dichos conflictos, sino que, al hacerlo, los perpetúa, fortalece y
disemina (sin dejar de lado que, en determinadas circunstancias, también ahí pueden transformase, reconstruirse o resignificarse). De esta manera, la protesta en el deporte no es una cuestión de indisciplina, es una cuestión de lucha, resistencia y dignidad.
Llegado a este punto, tras haber hecho este breve recorrido entre ambas
posturas, se puede asegurar que el argumento que mejor libra las críticas y aunque apenas logra sostener la justificación de la regla es el de la finalidad práctica. Creo que es difícil no estar de acuerdo con –o por lo menos no reconocer la ineludible necesidad de– dicha finalidad: que el encuentro deportivo, el fin último de la razón de estar ahí, se realice. Sobre todo porque resulta evidente
que, de permitirse libremente las manifestaciones, expresiones y protestas políticas en los terrenos de juego por parte de los deportistas, nos veríamos ante
una imparable oleada de ellas, las cuales serían de toda índole. Desde las más
legítimas y que no afecten la realización del evento, hasta las más disruptivas y cuestionables desde un punto de vista ético. Sin dejar de mencionar que no faltarían algunos grupos –tanto internos como externos– que la aprovecharían al máximo en busca de ciertos intereses, poniendo en riesgo la realización de los encuentros. Así, se hace difícil abogar por una cancelación definitiva de dichas reglas. Incluso, de cierta manera, estas terminan siendo necesarias no sólo para
que pueda protegerse o salvaguardarse la practica misma de la actividad deportiva, sino –y más importante– para que las manifestaciones, expresiones y protestas políticas conserven su carácter subversivo y disruptivo; y, así, preserven su sentido.
Sin embargo, esto no quiere decir que ahí cerremos el caso y abandonemos el tema. Al contrario. Si esta prohibición y penalización no puede ser suprimida porque amenaza la realización deportiva misma, lo que sí podemos es celebrar su desobediencia e incumplimiento, celebrar cuando aparecen esos actos de valor
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Por su parte, Peter Norman –quien en represalia fue excluido de los Olímpicos de Múnich 72 a pesar de haber dado la marca clasificatoria y no fue invitado a los Juegos que se llevaron a cabo en su país, en Sídney 2000– falleció en el 2006. En 2018 fue galardonado póstumamente con la Orden del Mérito por parte del Comité Olímpico Australiano (AOC), otorgada a quienes obtienen unméritonotableen el mundo del deporte. En la ceremonia, el presidente del AOC mencionó
que nunca debe olvidarse la valiente postura que tomó Norman aquel día. Seis años antes, en 2012, el Parlamento australiano “pidió perdón a Norman por no haber reconocido su rol inspirador antes de su fallecimiento” (BBC, 2018).
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y dignidad que son siempre tan necesarios. Y cuando sucedan –en vez de condenar o escandalizar– escuchemos y atendamos las demandas. Actuemos, de manera colectiva y organizada, para contribuir a su discusión y posible solución. Celebremos a Colin Kaepernick al hincarse, durante el himno nacional estadounidense que suena previo a los encuentros, en contra de la brutalidad policiaca, la injusticia y la sistemática opresión racial en su país, y que siempre se mantuvo firme a pesar de las críticas, las sanciones y las bien conocidas consecuencias que le atrajo dicha acción. A la velocista Cathy Freeman en los Commonwealth Games de 1994, quien, después de celebrar su oro en los 400
metros con la bandera de los pueblos aborígenes de Australia, fue advertida por el jefe de la delegación australiana que no lo volviera a hacer si no quería ser enviada de vuelta a casa. Días después, cuando ganó los 200 metros, repitió el acto21. Al beisbolista Carlos Delgado, quien, en protesta contra la invasión a Irak,
se retiraba del campo durante el GodBlessAmericaque se reproducía durante el intermedio de la séptima entrada de cada partido. Al ver a Megan Rapinoe hincarse durante el himno antes de los partidos porque considera que es responsabilidad tanto suya como de los demás “asegurar que la libertad esté garantizada para todos” en los Estados Unidos, y que simplemente no puede “aceptar la opresión que este país permite contra su propia gente” (Rapinoe,
2016). Al etíope Feyisa Lilesa que, al llegar a la meta en segundo lugar durante el maratón de Río 2016, levantó sus brazos y cruzó sus muñecas en señal de protesta
contra la represión y persecución política que sufría la gente de su etnia, los
Oromo22. A la lanzadora de martillo estadounidense Gwen Berry al hincarse durante la premiación en los Panamericanos de Lima 2019 en protesta contra el racismo, en específico, y las políticas del presidente Trump, en general. Al árbitro mexicano Adalid Maganda hincado y a aquellos jugadores, como el franco - maliense Marega o el camerunés Eto’o que, ante cánticos o gritos racistas por parte del público o sus rivales, abandonan dignamente el campo a mitad del
juego, a pesar de los esfuerzos de sus compañeros que intentan convencerlos de que no lo hagan, como diciéndoles que es algo sin importancia. O al equipo de los Phoenix Suns de la NBA, que en señal de apoyo a la población migrante y en protesta contra la ley antimigración en Arizona, salió a un partido con la leyenda Los Suns en su playera. Y a tantas y tantos más. Y conmemoremos, siempre que
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21 Al día de hoy, la velocista es reconocida como una impulsora de la reconciliación del Estado
australiano con los pueblos aborígenes. En Sídney 2000, Freeman fue la encargada de encender el pebetero y, días más tarde, conquistó los 400 metros planos. En el 2007, ya retirada de las pistas, estableció la Fundación Cathy Freeman, la cual trabaja con comunidades índígenas remotas en busca de reducir la gran brecha educativa existente entre australianos indígenas y no - indígenas, brindado incentivos y facilidades para que los primeros puedan asistir a la escuela.
22 Posterior a este acto, Lilesa tuvo que huir de su país, pues recibió amenazas de muerte, además de que le fue negado el premio económico correspondiente por haber sido medallista olímpico. Dos años después, con un nuevo primer ministro en el país, Lilesa pudo volver y le fueron devueltos su premio y reconocimiento correspondientes.
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se pueda, a los ya míticos Smith, Carlos y Norman, quienes, a pesar de no ser los primeros, sentaron un precedente invaluable en la lucha por los derechos, la justicia y la igualdad por medio de la protesta y las expresiones políticas en el deporte. Vale la pena mencionar que varios de las y los atletas aludidos previamente –y muchos más– lograron no sólo visibilizar su demanda, sino impulsar acciones para avanzar hacia su cumplimiento y, hoy día, son reconocidos y valorados por ello.
Celebremos, escuchemos y atendamos a todas y todos aquellos deportistas que, aun conociendo las sanciones deportivas, institucionales y sociales a las que
se atienen, se atreven a manifestarse. Aquellos y aquellas que, sabiendo que ponen en peligro su carrera deportiva a la cual han dedicado prácticamente toda su vida, levantan la voz por tantos millones en el planeta, a quienes el mundo nunca les ha hecho j usticia.
Así las cosas, sin duda seguiremos atestiguando manifestaciones y
expresiones políticas que se posicionan a lo largo del amplio espectro de los valores, las demandas y exigencia sociales. Quedará en nosotros posicionarnos y, como decía Galeano (2017), saber “elegir en el eterno combate entre los indignos y los indignados” (p. 28).
Nota 1: Recientemente, a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía, tuvo lugar un fenómeno interesante. Ante las masivas manifestaciones ocurridas a nivel nacional e internacional por su asesinato y
contra el imperante racismo en general, varios deportistas profesionales se
unieron a la exigencia de justicia y realizaron diversos posicionamientos antirracistas. En un principio, lo hicieron a través de sus perfiles en redes sociales, en entrevistas o comunicados; posteriormente, aquellos deportistas en cuyos países se empezaron a reanudar los eventos deportivos –en el contexto de la pandemia por Covid-19– trasladaron sus reclamos a la cancha. Unos de los primeros fueron los futbolistas del Borussia Dortmund de la Bundesliga, quienes mostraron un mensaje en una playera bajo su uniforme que rezaba Justice for GeorgeFloyd. Terminado el encuentro, la Federación Alemana de Futbol (DFB) anunció que analizaba el caso y la posibilidad de imponer sanciones. Ante el reclamo y críticas generadas hacia la DFB, la FIFA decidió intervenir, exhortando a las federaciones a que se mostraran comprensivas ante la situación global. Después de todo, no fueron sancionados. Con el paso de los días, más deportistas se sumaron, con igual permisividad. Incluso, durante algunos partidos entre los equipos ingleses pertenecientes a la EnglishPremierLeague, los jugadores portaron en su dorsal la leyenda Black Lives Matter, en vez de sus respectivos nombres. Otros más, antes de iniciar los encuentros, se hincaban durante un minuto. Durante aquellas semanas, en Estados Unidos se eliminó una regla que obligaba a las y los deportistas a permanecer de pie durante el himno, regla que fue adoptada a raíz de las protestas de Kaepernick y Rapinoe. Además, el actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ha expresado su apoyo a las protestas en el campo hechas por futbolistas (AP, 2020b). Al final, el tiempo dirá si esta
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flexibilidad es solamente coyuntural y calculada –para evitar críticas, cuestionamientos y exposiciones mediáticas innecesarias– o si podría ser el inicio de alguna flexibilización o reforma más permanente a la regla.
Nota 2: No quisiera dejar sin mencionar que, a veces, la protesta y las exigencias de ciertas demandas en el deporte no implican forzosamente irrumpir en el encuentro o alterar su curso. Muchas de las más grandes y efectivas protestas y posicionamientos se han llevado a cabo haciendo justamente lo contrario: realizándolo, llevándolo a buen término. Uno de los eventos más emotivos y trascendentes que se recuerdan en la historia del deporte –y de los
maratones específicamente– fue cuando Kathrine Schwitzer se registró, haciéndose pasar por hombre, al maratón de Boston en 1967, cuando no se les permitía a las mujeres participar oficialmente registradas. Al ser descubierta, el personal organizador y de seguridad intentó detenerla y retirarla; sin embargo, su esposo, amigos, y otros corredores lo impidieron, escoltándola hasta la meta23 . Tras ese acontecimiento, y debido a la creciente presión existente, en 1971 se abrió la rama femenil en los maratones. También está el llamado Juego de los Sexos de 1973 en el tenis, donde Billie Jean King derrotó a Bobby Riggs, quien había mencionado que la calidad de la rama femenil no era tan buena y no valía lo mismo que la varonil. Este episodio es considerado un hito en la aceptación
del tenis femenil. Por último, no hay que olvidar al mítico afroamericano Jesse Owens, quien –ganando cuatro oros en atletismo en los Olímpicos de Berlín 1936
– le mostró a Hitler, y al régimen nazi en general –quienes buscaban utilizar los
Juegos como muestra de la supremacía aria–, lo equivocado y ridículo de sus convicciones. Las anteriores son una especie de posicionamiento político implícito, los cuales hacen del deporte “uno de los pocos lugares donde los invisibles pueden todavía hacerse visibles, aunque sea por un rato, en tiempos donde esa hazaña resulta cada vez menos probable para las personas pobres y los países débiles” (Galeano, 2017, p. 205).
Y ojalá que, de paso, la reflexión sobre estas cuestiones nos lleve, ya de una buena vez, a desterrar la simplista y superficial idea de que el deporte es el opio de los pueblos, la cual, increíblemente, sigue estando presente en el pensamiento de amplios sectores sociales, y que sin duda se ve reflejada, a la vez que reforzada, en ámbitos como los académicos o literarios, entre otros. Por ejemplo, es bien sabido que Borges despreciaba el futbol. Y, por otro lado, Angelotti (2010) – sin dejar de reconocer su aguda crítica a la influencia del proceso capitalista en el deporte moderno– señala que para muchos de los teóricos neomarxistas “la verdadera función política de estas actividades físicas –la razón por la que habían sido creadas y el motivo de su expansión– estaba en su capacidad de distraer a
los trabajadores y al proletariado en general” (p. 60). Aunque no hay que olvidar
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23 En esa misma competición, y en la del año anterior, otra mujer, llamada Roberta Gibb, también
había corrido y terminado exitosamente la carrera. Sin embargo, lo había hecho sin número, es decir, sin haber estado formalmente inscrita. Ella es reconocida como la primera mujer en completar el Maratón de Boston.
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que a otros, como a Gramsci, les encantaba el futbol. El italiano veía en este el reflejo de la sociedad individualista contemporánea producto del modo de vida capitalista, donde el movimiento, la competición y la lucha se encuentran reguladas por la lealtad (Gramsci, 2009), y lo definió como “el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre” (Gramsci, citado en Galeano, 1995, p. 37).
Hecho este recorrido, se hace evidente que, si de verdad quisieran contribuir y promover una sociedad más justa, integrada y pacífica por medio del deporte, el COI, la FIFA, WorldAthletics(antes IAAF), Nikey todos los demás gigantes que dominan el mundo del deporte profesional, tienen mucho que hacer en muy diversos ámbitos, y podrían empezar por alguno de los temas mencionados
anteriormente. Antes de estar realizando sus campañas defairplay, y de defender a ultranza el olimpismo, deberán reconocer que mientras todas estas desigualdades e injusticias persistan, sus campañas se tornan absurdas e inservibles, por decir lo menos.
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FUTURO(S) Y MODERNIDADES MÚLTIPLES
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FUTURE(S) AND MULTIPLE MODERNITIES
Gustavo Serrano Padilla 1
Sección: Disertaciones Recibido: 19/08/2020 Aceptado: 21/09/2020 Publicado: 04/12/2020
Resumen
En el presente trabajo se pretende abordar la problemática del tiempo futuro a partir de la noción de modernidades múltiples desarrollada por el sociólogo Shmuel Noah
Eisenstadt. A través de la noción de modernidades múltiples se argumentará que la propia noción de futuro conceptualizada en la modernidad ha sido matizada de diferentes formas en las diversas sociedades en las que se ha adoptado dicho modelo. Para cumplir con los objetivos de este texto se propone seguir una línea expositiva en tres pasos: mostrar cómo aparece la noción de futuro en la modernidad y el cambio cualitativo que este supone frente a ideas previas del mismo; explorar la noción de modernidades múltiples tal y como ha sido trabajada por Eisenstadt y retomada por diversos pensadores; argumentar cómo es que a raíz de dicha argumentación es posible pensar en temporalidades múltiples y, por
consiguiente, en futuros diversos que se encuentran en disputa.
Palabras clave: Historia; utopía; esperanza; multiplicidad; civilizaciones
Abstract
The present work aims to address the problem of the future tense from the notion of multiple modernities developed by the sociologist Shmuel Noah Eisenstadt.
Through the notion of multiple modernities, it will be argued that the very notion of the future conceptualized in modernity has been nuanced in different ways in the various societies in which this model has been adopted. In order to fulfill the
1 Estudiante de la maestría en Estudios Políticos y Sociales, UNAM. Correo: gustavosp94@outlook.com
Futuro(s) y modernidades múltiples
objectives of this text, it is proposed to follow an exposition line in three steps: to show how the notion of the future appears in modernity and the qualitative change that this implies compared to previous ideas of it; explore the notion of multiple modernities as it has been worked on by Eisenstadt and taken up by various thinkers; argue how it is that as a result of this argument it is possible to think of multiple temporalities and, consequently, of diverse futures that are in dispute.
Key words: history; utopia; hope; multiplicity; civilizations
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Gustavo Serrano Padilla
I. Breve historia del futuro: modernidad e historia
Se suele llamar futuro a ese tiempo que tenemos “por delante”, a lo que “todavía no es” y que, en sentido estricto, nunca termina por ser, puesto que en el momento que acontece se vuelve presente. Resulta fácil pensar que, al igual que nosotros, todas las generaciones y sociedades pasadas han tenido ante sí un futuro hacia el que se orientan las acciones del presente. Sin embargo, tal y como lo menciona Lucian Hölscher (2014), la idea de futuro es relativamente reciente ,
al menos el futuro tal y como lo entendemos hoy en día. Podría decirse que siempre hubo acontecimientos futuros que se debían esperar, pero no siempre existió la idea de un tiempo como flujo homogéneo que discurre y sobre el que acabarán asentándose dichos acontecimientos. Resulta dudoso que antes de comenzar la era Moderna existiera este imaginario respecto al tiempo mismo que posibilita la conceptualización de un futuro como espacio abierto e indeterminado para la acción. Esta idea resulta un tanto extraña ya que las diversas ideas de futuro a lo largo de la historia han sido poco estudiadas por la ciencia histórica2 .
En cualquier caso, es posible asumir que el concepto de futuro moderno se
forma apenas en los siglos XVI y XVII, en Europa occidental y emparejado con la propia noción de historia que se empieza a gestar en la época. Dicha noción de
historia concebía, por primera vez, el devenir histórico como un proceso
coherente de desarrollo de la humanidad (Hölscher, 1999; Koselleck, 2016). La historia, en este sentido, dejaba de ser una simple narración de lo factualmente acontecido y pasaba a formar parte de una conciencia histórica, de devenir en el transcurso del tiempo.
Una descripción histórica del propio concepto de futuro no debe ser una mera presentación acumulativa de las diversas ideas, imaginarios y
conceptualizaciones que se han hecho respecto a él a lo largo de la propia historia; antes bien se trata de mostrar cómo estos cambios cualitativos se han ido gestando en un mismo proceso histórico, respondiendo a diferentes matices de la época y la geografía. Esta descripción está basada en una breve hipótesis, a saber: que las nociones de futuro no son una constante antropológica o una facultad innata de la existencia humana, sino una forma de pensar históricamente, una conciencia del devenir temporal que tiene su origen en los albores de la modernidad. Esto pone de relieve que la ocupación y relación de la sociedad con el futuro no ha tenido la misma intensidad en todas las épocas y que, al mismo
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2 Al respecto conviene señalar el trabajo realizado por Georges Minois sobre Historia del futuro quien se ocupa, sobre todo, de rescatar las diversas “técnicas predictivas” a lo largo de la historia, no del cambio del concepto de futuro en sí mismo. Sobre el tema se pueden consultar los siguientes materiales: Elias, N. (1989). Sobreeltiempo. México: FCE; Koselleck, R. (2016). Historiade conceptos. Madrid: Trotta; Toulmin, S. y Goodfield, J. (1982). TheDiscoveryoftime. Chicago: University of
Chicago.
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tiempo, ha pasado por distintas fases de contracción y expansión (Hölscher, 1999).
En la época medieval resulta interesante percatarse que los horizontes de futuro se diferenciaban de los de hoy en día en el sentido de que el propio tiempo por venir no aparecía como un espacio de tiempo abierto, contingente e indeterminado; la idea del tiempo que existía era la de un eterno retorno, un ciclo que tendía a repetirse. El futuro, en ese sentido, aparecía más bien como una especie de “pasado” que se volvía a hacer presente (Eliade, 2015). Sin embargo, lo que se sabe al respecto de las orientaciones de futuro en la época medieval
resulta ser relativamente poco. El cristianismo, por ejemplo, contaba con el retorno de Cristo a la tierra e incluso con la instauración del “reino milenario”. Más allá de eso resulta difícil diagnosticar qué expectativas e ideas albergaba la sociedad medieval respecto al propio futuro, sin embargo, parece dudoso que dicha sociedad conociera ya un futuro como el que se instaura a partir de la Edad Moderna, sobre todo porque la idea principal de futuro en la edad media recaía en lo que se podría denominar “futuro trascendental” (Zimbardo y Boyd, 2009). Instalado en el reino de los trascendental el futuro de la edad media escapaba al reino del hombre. Es sólo hasta la modernidad y a través de un largo proceso de secularización que el mismo concepto de futuro se trastoca y se convierte en un
futuro mundano.
La novedad que introduce la modernidad respecto al tiempo futuro no es, primordialmente el discurso que se gesta sobre las cosas futuras. La característica principal es, la idea de un futuro como espacio de tiempo, como un periodo en
el que todas las cosas que “todavía no son” deberán acontecer o en el que, en todo caso, es posible realizar representaciones de tales cosas. El tiempo moderno, tal y como lo apunta Josetxo Beriain “se caracterizaría por el ritmo abrupto de cambio con un futuro lleno de indeterminación” (2005, p. 1).
En esa misma línea y para ir finalizando este breve apartado conviene señalar
cuatro características fundamentales que el futuro moderno contiene y que son señaladas por Ramón Ramos (2017) a partir de una reflexión sobre los trabajos de Luhmann, Koselleck y Barbara Adam, a saber: el futuro como novedad, la apertura del futuro, la colonización utópica mediada por los avances tecnológicos y, finalmente, la idea de una mejora o progreso permanente e indefinido.
La idea del futuro como novedad enfatiza la asimetría entre el espacio de experiencias y el horizonte de expectativas (Koselleck, 2012). Así, se asume que aquello que ha sucedido y que pertenece al espacio de experiencia es necesaria y cualitativamente diferente de lo que todavía no acontece y habita en el horizonte de expectativas. El tiempo se alimenta de un flujo incesante de cosas y
acontecimientos que siempre son diferentes a lo ya conocido. Por su parte, la apertura del futuro supone —como ya se ha expuesto anteriormente— que el tiempo por venir es un espacio indeterminado y contingente sobre el cual los seres humanos tienen un control relativamente pobre puesto que, siguiendo con el rasgo de la novedad, la sociedad se enfrenta constantemente a elementos
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desconocidos. En tercer lugar, se puede observar una tendencia hacia la conquista paulatina de la naturaleza por el hombre a través de distintas herramientas y avances tecnológicos. El último rasgo, la mejora o progreso permanente, se refiere fundamentalmente a la idea de un fin y una finalidad de la historia; dicha concepción fue plasmada, por ejemplo, en cuestiones literarias como la Utopía de Tomás Moro y en escritos de corte más político y filosófico tales como los tres estadios desarrollados por Augusto Comte.
Habiendo expuesto las características o rasgos principales del futuro
moderno conviene explicitar las ideas centrales y postulados sobre la tesis de las
modernidades múltiples que han sido trabajados por S.N. Eisenstadt y que han repercutido en diversas áreas de las Ciencias Sociales para, en el último apartado, tratar de argumentar cómo es que hablar de modernidades múltiples es, también, hablar de futuros diversos.
II. El concepto de modernidades múltiples
En el apartado anterior se realizó un breve recorrido por la historia y conceptualización del futuro para intentar argumentar que este —al menos como lo conocemos hoy en día— resulta ser un producto más o menos reciente cuya
fecha de aparición puede rastrearse en los albores de la modernidad y que difiere, cualitativamente, de aquellas otras ideas y conceptos presentes, por ejemplo, en
la Edad media, así como en las sociedades premodernas.
Ahora bien, si se asume dicha idea, resulta curioso y a la vez necesario, plantear el propio problema de la modernidad ya que, como bien lo apunta Eisenstadt, algunos eventos relativamente recientes de la historia —como la caída del régimen soviético— han supuesto y moldeado diversas dudas en torno a lo que entendemos hoy en día por modernidad. Alrededor del mundo y desde distintas disciplinas se han intentado dar diversas explicaciones respecto a la
modernidad de cara a las intrigas que estos mismos eventos plantean; algunas de estas miradas asumen a la modernidad como una etapa histórica superada abriendo paso a conceptos tales como la posmodernidad, otros tantos prefieren argumentar que los elementos básicos de la agenda de la modernidad se han
agudizado dando paso a la hipermodernidad, incluso —y en términos más radicales— se ha diagnosticado el fin de la historia (Fukuyama, 2006) al asumir que, después de la caída del régimen soviético, las opciones históricas frente al capitalismo se habían agotado, resultando así en la culminación de la historia entendida como ese proceso de cambio en el devenir del tiempo. Quizás en el sentido opuesto a la visión de Francis Fukuyama se encuentra el trabajo de
Samuel P. Huntington y el concepto de choquedecivilizacionesen el que se da por sentado, de manera radical, que el proceso de modernización no conlleva a un mundo homogéneo y pacificado sino a una lucha entre la civilización occidental y —siempre en términos hostiles—civilizaciones del medio oriente.
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Si bien cada una de estas perspectivas resalta diversas características del mundo contemporáneo y acentúa diversas contradicciones presentes en la agenda moderna, no es baladí retomar la postura del sociólogo judío S.N. Eisenstadt quien, frente a tales caracterizaciones, propondrá que, lo que actualmente presenciamos es el desarrollo histórico de las modernidades múltiples. Dos ideas resultan básicas de dicho modelo: 1) la modernidad, surgida en Europa, no se aplica de manera ingenua en diferentes latitudes y civilizaciones; por el contrario, es de acuerdo a la experiencias histórica de cada una de estas sociedades que la agenda moderna se adapta, rechaza o se asume de diversas
maneras; 2) la tensión fundamental de dicha aportación recae entre el
universalismoy el particularismo, entendiendo que la modernidad, tomada como una pretensión de universalidad del devenir histórico, no puede ser aplicada en su totalidad en ámbitos y regiones sin tomar en cuenta lo particular de cada una de ellas. A lo largo de este apartado se intentará describir punto por punto la propuesta de Eisenstandt tomando como ejes de orientación las dos ideas básicas aquí propuestas.
La idea de modernidades múltiples se sustenta en el reconocimiento de que la modernidad debe ser vista como una cristalización de un nuevo tipo de civilización que, al igual que las expansiones de las religiones y los imperios
antiguos, combinaba una serie de aspectos ideológicos, económicos y políticos (Eisenstadt, 1999, p. 284). Esto a la vez, genera una nueva tendencia en el
desarrollo histórico de la humanidad que se puede observar en la generación de
nuevos marcos y sistemas simbólicos o culturales. La modernidad, surgida en Europa, se expandió a lo largo del mundo, creando diversas combinaciones que dieron lugar a marcos basados en las propias premisas básicas de la civilización que la acuñó, pero también con raíces en la propia agenda de la modernidad. Cada uno de estos marcos (ideológicos, políticos, económicos y culturales) deben ser considerados como heterogéneos y multi-centrados, con dinámicas propias
y, siguiendo una de las premisas básicas de la modernidad, en constante cambio y relacionándose con otros marcos y modelos. Estas diversas combinaciones abren diversas opciones y posibilidades, dando como resultado una heterogeneidad de modernidades o, como bien se puede ir advirtiendo, modernidades múltiples. Al mismo tiempo esto ha generado que dichas sociedades puedan resultar parecidas en ciertos aspectos —pues abrevan de raíces comunes que provienen de la agenda moderna— sin embargo, también presentan diferencias y matices como resultado de las constantes interacciones entre diversos marcos, además de que responden a su propia experiencia histórica. Es en ese sentido que, siguiendo la argumentación de Josetxo Beriain
(2005), es posible asumir que las modernidades múltiples se encuentran basadas en una unidaddela diferencia.
La modernidad original, apunta Eisenstadt, se basaba en dos dimensiones íntimamente conectadas, a saber, la dimensión estructural que puede ser entendida como el aspecto organizativo de la sociedad y remite a aspectos como
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la diferenciación, urbanización, industrialización y ampliación de las comunicaciones. La segunda dimensión es la institucional, referida al desarrollo de diversas instituciones dentro de la sociedad moderna; instituciones que, por cierto, han sido el foco de atención de una gran parte de la teoría social y entre las que destacan: el nacimiento del estado moderno, las colectividades nacionales y, sobre todo, el surgimiento de una economía capitalista.
Ya dentro de la teoría clásica se apuntaba que todos estos aspectos, si bien podían ser separados analíticamente, resultaban inseparables en el proceso histórico de conformación de la modernidad (Eisenstadt, 1999). Sin embargo, uno
de los aspectos más relevantes al pensar dicho proceso consistió en asumir que, al ser recibida en otras sociedades fuera de Europa, dicha agenda sería incorporada homogéneamente, dando como resultado una serie de copias idénticas al programa original. Actualmente los desarrollos dentro de las Ciencias Sociales muestran que dicha incorporación está lejos de ser un proceso homogéneo y pacifico; al contrario, dicha combinación depende de las raíces históricas de las sociedades en cuestión, su anclaje en la tradición e incluso el momento histórico por el que transcurren.
A través de un proceso histórico que se ha ido acelerando gracias a la
globalización es posible asumir que la modernidad se ha expandido en gran parte
del globo terráqueo, aunque, quizás, a diferentes ritmos, cadencias, velocidades y matices. Esta expansión no ha dado lugar a una única civilización, sino a
variaciones de un mismo patrón estructural y cultural. Gracias a ello se han
desarrollado, por decirlo de alguna manera, distintas civilizaciones o, mejor dicho, distintas modernidades.
A este respecto resulta pertinente citar como ejemplo el caso de Estados Unidos y, quizás el más interesante de todos, el de Japón. Esto no elimina las diferentes variaciones que se han desarrollado en los últimos años, sobre todo en la región de América Latina. Los Estados Unidos, tal y como apunta Josetxo Beriain
(2005), puede ser considerada “la primera civilización completamente desarrollada que surge de la herencia revolucionaria” (p. 46). Resulta interesante que el propio mito fundacional haya supuesto la ruptura con la misma tradición europea y que, sobre todo, haya concebido a la tierra ya no como el campo de los antepasados, sino como la propia conquista de los colonos que posibilitaba la apertura de un horizonte cuya utopía se manifestaba en el presente que siempre se encuentra orientado hacia el futuro. Estados Unidos no representó un “fragmento de Europa”, al contrario: la particularidad de su orden político radicó en su conexión fundamental con una identidad colectiva. La revolución norteamericana fue, sobre todo, un catalizador de esta nueva identidad.
Por su parte, el caso japonés, resulta atractivo al tomar como ideas centrales la nación y el progreso durante la era Meiji (Beriain, 2005). Además, fue a través de las diversas estructuras políticas y nacionales que el proyecto de restauración en la Era Meiji tuvo su éxito. A esto debe ser agregada la ya conocida “domesticación del samurái” que, como disciplina militar, ponía el énfasis en la
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disciplina y en la expectativa del control de deseo a largo plazo. En el proceso de modernización tardía dentro de Japón esta peculiaridad fue canalizada para producir una tendencia de armonía entre el sentido e identidad personal con las diferentes metas y responsabilidades de orden social. En ese sentido — y siguiendo con la propia exposición de Josetxo Beriain—es preciso resaltar la idea de que existía un ethos originario dentro de la cultura japonesa, a saber, el Samurái que, a través de la combinación de autoafirmación, honor y dignidad logró hibridarse con la agenda de una cierta modernidad, dando paso a una serie de marcos culturales, políticos e incluso económicos que no se anunciaban dentro
de la modernidad originaria.
Sin pretender ahondar más en estos dos ejemplos, resulta pertinente insistir en que, como se ha tratado de exponer a lo largo de este apartado, son la experiencia y momento histórico de cierta civilización lo que, junto a la implementación de cuestiones centrales de la modernidad, abren el camino para diferentes matices de lo que podríamos denominar como moderno, dejando atrás la idea de un proyecto homogéneo y totalizador de la sociedad global. Ahora bien, cabe decir que estos procesos no suponen un desarrollo pacífico,
por el contrario, ponen en el centro de discusión las antinomias y contradicciones propias de la modernidad, haciéndolas más evidentes y agudas. Según Eisenstadt
(1999, p. 286), las primeras tensiones desarrolladas por el programa original de la modernidad son cuatro: 1) entre una visión totalizante y una concepción diversa
de la razón y su lugar en la vida social; 2) entre la reflexividad y la construcción
activa de la naturaleza y la sociedad; 3) entre diferentes perspectivas sobre la experiencia humana; 4) entre el control y la autonomía.
Dichas antinomias se hacían presentes en la arena política generando diversas críticas gestadas dentro del propio programa o bien desde fuera de este. La crítica más extrema a la agenda de la modernidad negaba la posibilidad de un anclaje del orden social moral especialmente en el aspecto referido a la
autonomía de los individuos y el papel que jugaba la razón. Del otro lado, la crítica interna, subrayaba el desarrollo de las sociedades modernas desde el punto de vista de las premisas sociales y culturales y resaltaba la confrontación entre el supuesto desarrollo de la autonomía frente a la pesadumbre del control, así como el dislocamiento entre diferentes sectores de la sociedad a raíz de la profunda industrialización del campo y las ciudades.
Uno de los mejores ejemplos de las distintas contradicciones y antinomias del programa moderno se puede localizar —en clave poética—dentro de la obra del francés Charles Baudelaire, especialmente en Las flores del mal de 1857 y El pintor de la vida moderna de 1863. A lo largo de su obra el poeta francés, como un flâneurde la época distingue entre la maravillosa artificialidad de las grandes urbes frente a la decadencia de aquellas clases desfavorecidas, de los barrios bajos, de los burdeles. En ese mismo sentido, pero ahora en clave sociológica, se encuentra la obra de Georg Simmel quien, en su pequeño texto sobre la metrópoli y la vida mental deshilvana y analiza el impacto que tuvo el proceso de
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industrialización dentro de las identidades, comportamientos y actitudes de las personas (Simmel, 2016).
Estas contradicciones, ubicadas ya en la agenda original de la modernidad, prevalecieron y repercutieron en constelaciones y dinámicas institucionales presentes en diferentes sociedades modernas. Junto a la expansión de las civilizaciones modernas en contactos como América e incluso Asia y las dinámicas de constante desarrollo de diversos marcos internacionales surgieron nuevos elementos que resultaron fundamentales en la constitución de modernidades múltiples. De especial importancia fueron los elementos presentes en
civilizaciones no occidentales ya que, gracias a la diferenciación de estos patrones con los propuestos por la agenda de la modernidad europea, se generaron diversos desafíos a las esferas política e ideológica a las hegemonías existentes. Tal y como se mencionó anteriormente, la apropiación de los elementos centrales de la modernidad no implica una aceptación pasiva de dichos elementos, se necesita de un selección, reinterpretación y reformulación de dichas raíces de acuerdo con la experiencia histórica y el aspecto tradicional de las diferentes sociedades. Esto no genera una simple copia de los patrones institucionales y culturales, sino un desarrollo y reconstrucción de dichos modelos que permiten la formación de nuevos elementos que tienden a reconfigurarse y
reinterpretarse. Dicha selección y reinterpretación puede generar múltiples énfasis en distintos elementos de la matriz moderna original. Las tensiones y
conflictos de dicho proceso no se relacionan tanto con los programas culturales
como con los problemas en el ámbito político e institucional de las sociedades que puede ser relacionado, sobre todo en la composición básica de la política y su tensión fundamental, a saber, “entre la política normal o revolucionaria, la voluntad general o la voluntad de todos, entre la sociedad civil o el estado y, finalmente, entre el individuo y la colectividad” (Eisenstadt, 1999, p.289).
Uno de los elementos centrales en la constitución de estas múltiples
modernidades es, según Eisenstadt (1999) las “cosmologías” de cada civilización, así como los patrones ya existentes de instituciones que surgieron como resultado de la sedimentación a través del tiempo de distintas experiencias e interacciones entre civilizaciones. La interacción persistente entre estos elementos generó cambios en las dinámicas básicas y las premisas culturales de la modernidad, diferenciándose y reinterpretándose continuamente.
Como se ha podido ver el desarrollo del concepto de modernidades múltiples trabajado por S.N. Eisenstadt resulta ser un punto de vista atractivo y sugerente que permite mirar y plantear preguntas respecto a la sociedad actual desde ángulos diferentes. Al asumir la existencia de las modernidades múltiples se opera
un cambio en el panorama histórico, se posibilita una apertura de horizontes a la vez que plantea y agudiza algunas de las cuestiones fundamentales dentro de la teoría social. En este apartado se mostró un panorama muy general sobre dicha teoría, pues a partir de ella, siguiendo sus postulados básicos, en el siguiente apartado se intentará argumentar que pensar en modernidades múltiples es,
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también, pensar en futuros diversos en el entendido previo que éste (el futuro) es un producto reciente cuyo origen se puede datar en los albores de la modernidad.
III. Modernidades múltiples, futuros diversos
A lo largo de este breve texto se ha propuesto conjugar la problemática en torno al tiempo futuro con la tesis de las modernidades múltiples sostenida por S.N. Eisenstadt. En este último apartado se pretende, a partir del contexto
anteriormente mencionado, esbozar la idea de que en la sociedades contemporáneas ya no es posible hablar de un único futuro que remite al programa original de la modernidad Europea; al contrario, a partir del presupuesto sobre modernidades múltiples se argumentará que también existen futuros diversos y, muchas veces, futuros en disputa; lo que conlleva hablar, necesariamente, del futuro como un terreno de lucha en los ámbitos y marcos culturales, políticos y sociales.
Si el futuro como horizonte abierto de posibilidades, junto a la sem ántica
asociada a él en la forma del progreso a través de la modernización fue uno de los elementos centrales en la concepción del tiempo inaugurada dentro de la
modernidad, resulta interesante observar y conjeturar cómo es que esta idea básica se ha ido modulando a lo largo y ancho de diferentes latitudes en las que
se ha pretendido adoptar el programa de la modernidad. Evidentemente no se
concibe de igual forma el futuro en Europa central que en los Estados Unidos e incluso en América Latina; con matices más agudos o incluso con mescolanzas entre la tradición y el progreso estos diversos futuros han aparecido a lo largo de la historia de las sociedades modernas o en vías de modernización. Uno de los ejemplos más básicos de esto último se puede observar en la discusión que
Ramón Ramos Torre expone en torno a los Futurosclimáticosendisputa (2018);
si bien algunas ideas del futuro y el progreso están íntimamente relacionadas con el dominio y explotación de los recursos naturales, muchas otras apuestan por la conservación de dichos elementos de cara a la inminente crisis ambiental que se vive globalmente: la tala indiscriminada de bosques, las cantidades industriales de desechos que se arrojan a los ríos y demás se enfrentan a posturas ecológica s que buscan establecer un tipo de vida sustentable que permita encarar un futuro amenazador.
Dichas disputas no sólo se dan en el terreno del cambio climático y la amenaza ecológica, incluso en el terreno práctico de la vida cotidiana se pueden encontrar discursos que difieren en mayor o menor grado de aquellos rasgos
fundamentales del futuro. El propio Ramón Ramos (2017), en una investigación empírica realizada en España, comprueba cómo es que a través de diferentes usos discursivos el futuro se dota de una carga negativa o, para decirlo sucintamente, alejada de los rasgos característicos como la novedad o el progreso ilimitado. Lejos de que esto sea una muestra más de ese posmodernismo catastrófico
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(Ramos, 2017) que tiende a diagnosticar la paulatina desaparición del horizonte del futuro o su reemplazo por un presentismo agudizado, da la impresión que esto no es más que un síntoma o un anuncio de un posible desdoblamiento de diversos futuros que no se rigen necesariamente por aquellos rasgos predominantes en la modernidad Europea sino que tal y como pretende la teoría de las modernidades múltiples son un producto del propio momento y experiencia histórica de las sociedades en las que se dan.
Que la historia terminó no es más que una mirada simple ante la complejidad del mundo y ante diversas manifestaciones o desdoblamientos del propio
tiempo. Del mismo lado se localizan aquellas posturas según las cuales el futuro ha colapsado o se ha agotado y resulta insuficiente para orientar la acción del presente. Más valdría advertir que hoy en día, ante diversos procesos que se han gestado históricamente de acuerdo con diversas experiencias en el tiempo, el futuro se ha matizado de distintas formas en diversas latitudes. Antes que diagnosticar el fin de este sería necesario prestar atención a sus diversas transformaciones y desarrollos, así como a los diferentes discursos que de él se elaboran y reinterpretan.
El futuro no puede empezar, decía Niklas Luhmann (1992), y no puede hacerlo
porque es una instancia en la que se contrastan los que esperábamos que
aconteciera (futuros pasados) con lo que esperamos pueda ocurrir (futuros presentes). Es un tiempo de contrastación caracterizada por las diferencias en los
matices y profundidad de cada uno de sus rasgos, tal y como lo muestra la teoría
de las modernidades múltiples. Una problematización efectiva en torno al problema del futuro necesita asumir que dicho tiempo no es unidimensional y perteneciente a una sola agenda (aquella de la modernidad tradicional), sino que a lo largo de la historia ha sufrido reinterpretaciones, agregados y eliminaciones de aquellos rasgos fundamentales y distintivos con los que se inauguró. Problematizar el futuro exige una conciencia de su complejidad y multiplicidad;
conciencia que es alimentada con toda una serie de reflexiones provenientes de la teoría de las modernidades múltiples y que invitan a reflexionar sobre el carácter diverso o el desdoblamiento de la modernidad original. Cierto es que, tal y como menciona Eisenstadt (1999) aún se comparten coordenadas generales, sobre todo dentro de una sociedad global (la preocupación por el cambio climático, por ejemplo), sin embargo, desde diversas latitudes el futuro se manifiesta a través de distintos recursos y discursos fruto del propio momento histórico en el que se habita.
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REFERENCIAS
Baudelaire, C. (2013). Obrasselectas. Madrid: Edimat.
Beriain, J. (2005). Modernidadesendisputa. Barcelona: Anthropos.
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Futuro(s) y modernidades múltiples
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Fukuyama, F. (2006). ¿Elfindelahistoria?Yotrosensayos. Madrid: Alianza. Hölscher, L. (2014). Eldescubrimientodelfuturo. Madrid: Siglo XXI.
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Luhmann, N. (1992). El futuro no puede empezar: estructuras temporales en la sociedad moderna. En: Ramos, R. (1992). Tiempoysociedad. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, pp. 161- 182.
Ramos, R. (2017). Futuros sociales en tiempos de crisis. En: Arbor, 193 (784): a378. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2017.784n2001 .
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional .

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RESEÑA: González, M. (2019). Psicología de las masas en las campañas políticas de México, 2006, 2012 y 2018. México: UAM Iztapalapa.
Javier Rincón Salazar 1
Sección: Reseñas Recibido: 10/06/2020 Aceptado: 10/07/2020 Publicado: 04/12/2020
El texto aborda una de las problemáticas más trascendentes de la psicología social. El que concierne al comportamiento que exhiben las multitudes y su transformación en masas humanas. La investigación que se elabora se centra en la observación del cierre de las campañas políticas, en el marco de las elecciones
presidenciales en México, en tres periodos diferentes. Los últimos tres sexenios. En cada campaña se presenta la narrativa de lo observado en los eventos que realizan cada una de las fuerzas políticas más encumbradas del país.
La investigación ofrece testimonios fotográficos de lo acontecido y señala los aspectos que considera más destacables, donde las creencias se erigen como el
fondo más significativo del entramado. Pero son los símbolos, las emociones y las imágenes (esto último como parte del pensamiento social) las que le otorgan contenido a su expresión. Ellas son acompañadas de un ritual de organización
para el arribo, de la disposición del escenario, de un plan de amenidades y entretenimiento, así como la presentación del candidato o candidata que contiende y aparece en la boleta electoral. Se trata de un espectáculo poco original en su montaje, pero original e irrepetible por su circunstancia.
Cabe remarcar que la lectura es sumamente sencilla, el autor al tomar el tema de la psicología de masas, no la describe con tecnicismos ni vocabulario de la disciplina, lo hace con ejemplos tan cotidianos que, aunque uno no sea psicólogo social o no conozca del tema, al leer va entendiendo en cada párrafo leído los cimientos de la teoría y la idea central de la psicología de masas.
El tema central de la ceremonia se asienta en los augurios por el cambio social. Igualmente, por la justicia, la modernidad y la urgencia de llevar a cabo los
1 Egresado de la licenciatura en Psicología Social de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Ciudad de México. Correo electrónico: hoomy_21@hotmail.com .
Javier Rincón Salazar
ajustes necesarios y lograr una nación más dinámica, más equitativa y con mayor progreso. Las líneas que se presentan constituyen la filosofía de un plan de trabajo de los partidos, que se proclama como un catálogo de imágenes que emergen de los diversos grupos, sectores, organizaciones, gremios, generaciones. Y que ahora se presenta como la estrategia política donde se trata de vencer a algo y a alguien.
La fundación o ampliación de la democracia, parece, es el fenómeno que moviliza a las multitudes. Aunque en un país tan plural, su contenido puede tener
gran diversidad de definiciones, alcances y repercusiones. Para los ciudadanos lo que importa es que se genera un espacio de diferenciación y la promesa de los
viejos ideales, las añejas demandas incumplidas y de nuevas solicitudes que invocan al futuro, bien lo señala cuando escribe, “la masa vive la ilusión como realidad” (p. 60). En cualquiera de los casos la pluralidad de la sociedad permite la coexistencia de diversas rutas para la ilusión.
El libro contiene tres apartados. El primero de corte teórico donde se delinea la conceptualización de la psicología de las masas y su líder. Esto es la manera de analizar la psicología de las multitudes. Fenómeno que busca ser comprendido
en la vida política contemporánea. En este apartado se hace una relatoría de autores, modelos, debates que contribuyen a definir la psicología de las
multitudes contemporáneas.
En este apartado se apoya en la idea de pensamiento social, la comunicación y la modernidad para entender el cambio que hay dentro de la cultura, para la transformación de un individuo a ser un integrante de la masa. Da una visión de una teoría que surge a principios del siglo XX con elementos muy puntuales del siglo XXI, lo vemos cuando nos dice que “la llamada comida rápida es un ejemplo
de lo masivo y lo inmediato” (p. 31), muestra que en la vida contemporánea de la modernidad que vivimos vamos de la mano con la idea de estar en una masa.
Así vemos cómo se ubica su metamorfosis en el tema central del libro, la formación de la masa. Esta surge de manera simultánea a la presencia del candidato(a) quien representa diversas ideas, expectativas. Simbiosis necesaria para su conversión y actividad de aquellos que siguen al candidato en su lucha de “democracia” y las emociones que el líder desborda, “la voluntad de la masa se ubica en esta situación afectiva-emocional” (p. 103), llegando así a la cumbre de una masa en un cierre de campaña.
El segundo apartado contiene las narrativas del cierre de las campañas de tres periodos electorales. Los escenarios de las observaciones son realizados en 2006, 2012 y 2018, correspondientes a la sucesión presidencial, suceso calificado como el ambiente de esperanza, incertidumbre y de grandes expectativas en la
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Reseña: Psicología de las masas...
sociedad mexicana. Evento místico que ha permitido grandes cambios como la revolución mexicana o grandes tragedias como asesinatos o innumerables fraudes electorales. La narrativa de cada cierre de campaña revela las anécdotas de los grupos y las personas que llegan a los espacios convocados y asumen una actitud festiva y de triunfo. Las fotografías dan testimonio de los valores observados. Nueve narrativas componen el apartado a lo largo de los tres períodos señalados. Lo que señala una consistencia en la investigación y una suerte de comparación entre los períodos estudiados.
Un tercer apartado remata la investigación. En este se analiza la relación del pensamiento de las masas con la política mexicana. Los significados del cambio
social a manera de imagen que moviliza a los grupos y otorgan un énfasis a los procesos electorales. En este apartado se repasan los procesos socio culturales que predominan en México y que sirven de plataforma en la continuidad de las creencias. Igualmente, en la formación de otras nuevas. En esa situación afloran las expectativas ciudadanas en el momento de la interacción con los diversos candidatos en un intercambio de esperanzas, ilusiones y temores.
Es importante señalar que el análisis en el que se ubica encuentra elementos psicosociales: símbolos, imágenes, creencias y emociones. Las cuales le dan
relación a la vida política en México con la psicología de masas, estos elem entos dan una estructura analítica, que situándolo en un párrafo es:
“Todo esto se construye con todas las fuerzas sociales y políticas, con sus pasados y sus expectativas, pero también con las pasiones y emociones que desata una idea extraordinaria que promete no solo desarrollo, sino darle sentido al presente, al pasado y al futuro de los grupos y las personas” (p. 451).
Finalmente, se presenta una imagen metafórica de la vida política de México. En
ella se ubica a una pirámide que es rodeada por los habitantes de un lugar legendario. La imagen busca elegir al mejor hombre (no mujer), que represente a sus habitantes. La metáfora elabora preguntas y cuestionamientos que deben responder la psicología social colectiva en conjunción con las ciencias sociales.
El texto obsequia una reflexión sobre el presidencialismo mexicano, sus raíces y la imagen que este personaje impone sobre la vida social, política y cultural. No se busca hacer una prospectiva sobre el futuro de las campañas políticas. Por el contrario, se busca reconocer los vestigios históricos y culturales que forjan los
valores y las emociones de un pueblo que arrastra sus inquietudes de la vida social y cultural a la política, bien lo enmarca con la cita de Le Bon, “con la lógica sentimental se edifican nuestras creencias, es decir, los factores de la conducta de los individuos y los pueblos” (p.450).
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Javier Rincón Salazar
Para el autor, la psicología de las masas es un proceso integrador de las distintas vertientes de la psicología colectiva y de otros campos disciplinarios como la antropología, la sociología y la ciencia política. Igualmente, las distintas áreas de investigación para indagar el presidencialismo como fenómeno psicosocial y cultural. La imagen del presidente y de los candidatos(as) al cargo político, parecen observar como figura de soporte, es la brizna profunda del pensamiento ciudadano, la que se ubica entre el realismo y los ideales profundos de una sociedad.
Producto de un largo recorrido, la psicología de masas parece seguir
reconociendo en la vida contemporánea, la adhesión de la masa al líder y el culto a la personalidad. Pero esto no sólo para personajes de la política, sino con personas del mundo del espectáculo, del deporte, de la ilegalidad, lo que pone en evidencia los deseos y las carencias del hombre y mujer de la modernidad, “en el fondo hay una especie de repetición de la sociedad espectáculo” (pág. 445). En el fondo hay un debate sociocultural e histórico sobre los contenidos que mantienen los medios de comunicación y su papel frente a los problemas nacionales y globales.
En la lectura de este texto se advierte una gran propensión por el cambio social. Las masas y los líderes lo invocan constantemente. Pero los significados se
asumen un tanto veleidosos. El autor no deja de señalar el predominio de las
creencias del ciudadano como el aguijón que moviliza a las masas. Elemento que permite el ímpetu con el cual el candidato(a) se superpone a la multitud.
Muchas de las creencias invocadas por la población advierten la acumulación de deudas. Este aspecto merece resaltarse como un producto de la historia, pero también como un proceso que anticipa lo posible y lo imaginable en la masa. Los tiempos que corren parecen señalar las advertencias de una revancha de diversos
grupos y sectores a partir de la disparidad de los contenidos del cambio social. Aspecto que rebasa a la psicología social y la obliga a vincularse con otros campos disciplinarios y teorías específicas.
Visto como un análisis psicopolítico, el texto hace énfasis sobre las maneras culturales que posee la vida política. La ligadura de la vida cotidiana con la creación de la historia de un pueblo. Es decir, la atadura de lo individual y lo colectivo o de lo cotidiano con lo histórico. Elementos que no son explícitos en el léxico y expresiones de la masa pero que se pueden alcanzar cuando la política
no consuma las promesas e ilusiones concertadas.
El trabajo hace evidente la necesidad de replicar y ampliar las áreas de oportunidad de la investigación en psicología social colectiva. Si se señalaba un eclipse de este tema, la investigación demuestra que hay un enorme universo por analizar. Nos pone en la mesa que la psicología de masas en México del siglo XXI
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Reseña: Psicología de las masas...
está aún presente, que no se ha agotado el tema de las multitudes, al contrario, nos abre un panorama que, si bien no es nuevo, lo hace interesante. Y renueva los modelos psicosociales desde la visión de la psicología colectiva. Lo original de todo esto es que pone a la cultura y los elementos que esta conlleva como el eje que mueve a la vida política en este país, y no solo de los cierres de campañas analizados, sino, desde hace siglos que estos elementos culturales implican la elección de un líder/ídolo/símbolo nacional.
REFERENCIAS
González, M. (2019). Psicologíadelasmasasenlascampañaspolíticasde México, 2006,2012y2018. México: UAM Iztapalapa en coedición con Estampa Artes Gráficas S.A. de C.V.

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Reseña: Arciga, S. y Sánchez, J. (Coords.). (2019). Psicología cultural, narración y educación. Ciudad de México: Universidad Pedagógica Nacional.
Ma. del Carmen Jaimes Ruiz 1
Sección: Reseñas Recibido: 26/06/2020 Aceptado: 31/07/2020 Publicado: 04/12/2020
Siempre que alguien pone un libro en tus manos, implica un gran reto como lector. Lo menciono porque no es fácil enfrentarte a un nuevo texto, a una forma específica de escribir, de comprender y representar al mundo desde la propia
experiencia de los autores.
El libro plantea desde el inicio la discusión acerca de la configuración del yo, considerando los planteamientos de la psicología social, y recupera los aportes de la psicología cultural, particularmente, los trabajos de Bruner relacionados con el relato como medio para construir el pensamiento narrativo de los sujetos que da cuenta de lo que pasa en la cotidianidad. Ambos elementos permiten comprender el sentido del libro que es rescatar las narraciones de distintos sujetos que relatan sus historias desde sus experiencias, teniendo como referentes a la cultura y a la educación: es un libro colectivo articulado por la
narración.
El libro Psicologíacultural,narraciónyeducaciónestá organizado en dos apartados. La primera parte titulada “perspectivas teóricas: cultura, narrativa e historia” presenta cuatro trabajos de corte teórico–conceptual. El segundo apartado titulado “las prácticas educativas y relatos de vida” está constituido también por cuatro contribuciones en donde se recuperan trabajos de corte empírico, realizados en distintos escenarios sociales en los que se recrean las narrativas de las experiencias de las autoras.
El primer apartado demanda, como muchas lecturas, recurrir a otros textos para complementar su contenido. Hay que descubrir la negociación de
significados entre los que escribieron y los autores con quienes dialogaron.
En “narrando al yo: cómo construimos la realidad de las personas”, Jorge Mendoza profundiza en la manera en que se ha constituido al yo, el sí mismo o
1 Profesora del Centro de Actualización del Magisterio de Iguala, Guerrero, México. Correo:
mjaimesruiz@gmail.com
Ma. Del Carmen Jaimes Ruiz
persona: ese yo que surge en lo social, y que abandona lo individual. A partir de señalar las dos posiciones encontradas de la psicología, una de corte experimental que pone el acento en el individuo; y otra de corte social que hace énfasis en la cultura y en el medio social, distingue cómo, en la primera postura, desde hace más de un siglo, se enfatizaba a las irregularidades del yo: baja autoestima, personalidad antisocial, trastornos como anorexia, psicosis, y muchos otros. Estos ideados desde una mirada clínica que posteriormente todos recreábamos para enaltecer los defectos. Por recuperar otro ejemplo, ahora el de moda, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad que señala a muchos
de nuestros niños y jóvenes.
Desde la segunda postura, la psicología social, se recupera el valor del yo en
la persona, donde se enfatiza lo social y las relaciones interpersonales. Desde esta perspectiva se habla de un yo interactivo y narrativo que se construye a partir de las interacciones grupales en la sociedad. El autor recupera el valor de la narrativa en la constitución del yo, esto es, la persona y la importancia de la cultura en esta transformación. Aquí son los otros, es decir, la gente, los grupos y la sociedad quienes te configuran. Así como son las narrativas que cada uno construimos, las que le dan sentido a nuestra vida, a nuestras experiencias, y que recuperamos de la cultura en la que estamos inmersos. De ahí que tenemos que buscar en nuestra
propia cultura y explorar como narramos nuestra existencia, nuestro pasado, aquello con lo que interactuamos, a los otros, y a los que están junto con nosotros; esto posicionará al yo de otra manera.
En el siguiente trabajo, José Simón Sánchez, explica con una gran claridad las aportaciones de Bruner sobre la psicología cultural, la narrativa y la educación. Sin duda, en este momento, las contribuciones de la psicología cultural son los que tienen más peso en el estudio de la mente humana. Pone el acento en el papel de la cultura, en el desarrollo mental y cómo actúan respecto a la educación. Se preocupa por el aprendizaje –esto es, entender lo que sucede con el desarrollo,
la cognición y el pensamiento- así como en el apoyo de la enseñanza para el sujeto que aprende, es decir, el aprendiz.
En el texto plantea cuatro puntos principales. El primero que aborda es sobre la crítica de Bruner al abandono del objetivo central de la psicología cognitiva, ya que dejó de lado la mente como objeto de estudio y pasó a estudiar la información acumulada; además, destaca cómo ésta dio paso a la psicología cultural. En un segundo punto debate el problema en torno a las relaciones entre cultura y mente: por un lado, coloca a la cultura como costumbres, valores y significados que son externos a la mente; por el otro, ubica al pensamiento como herramienta y conocimiento que forman parte de la mente interna de las
personas. En un tercer punto relaciona al pensamiento paradigmático con el pensamiento narrativo, relacionándolos con el conocimiento científico paradigmático y el otro con el conocimiento narrativo; sobre todo, reflexiona sobre las implicaciones educativas en el aprendiz. En el cuarto y último apartado analiza el papel de la narrativa y los relatos en el desarrollo de los procesos
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Reseña: Psicología cultural, narración y educación
educativos, al igual que éstos pueden apoyar para dar un mayor sentido y significado a los sujetos que aprenden. Entonces, de esta manera, podremos dar sentido a la creación y a la negociación de significados, así como sus implicaciones educativas.
El tercer trabajo del libro nos hace despertar de manera abrupta en una realidad que vivimos: nos encontramos en el declive de una civilización y de dos grandes ideologías que prevalecieron en ella. Por lo tanto, señalan los autores que “necesitamos volver a imaginar” para poder recrear y explicar la situación en la vivimos actualmente, en donde el primer requisito es hacer frente al presente
y al futuro del hombre. La idea de que el conocimiento, así como lo comprendíamos, era patrimonio de la humanidad y que su valor estaba por
encima de todo ha sido superada. De igual manera, la concepción de que la cultura era un conjunto de valores únicos e irremplazables ha cambiado. De ahí que, también la educación como medio fundamental para la difusión del conocimiento y para su transmisión de una generación a otra se ha tenido que replantear. Señalan que las sociedades deben sentar su pertinencia en el conocimiento colectivo. De esta forma, exponen que una de las funciones de la educación es la de ayudar a la comunidad, a aceptar y comprender la necesidad de nuevas formas de aprendizaje, asimismo de asumir el reto de poner al alcance
de la comunidad la comprensión de sus fines y sus procesos.
En el cuarto apartado del libro, Amilcar Carpio, analiza los contenidos de libros de texto gratuito (LTG) de la educación básica, particularmente los de la asignatura de historia, poniendo el acento en los problemas de enseñanza, en la
escritura de la historia en relación con el poder, en los estados nación y en la visión eurocéntrica que tienen en su escritura a nivel mundial. El autor recupera algunas preguntas de Guha para detonar el análisis: ¿quién o quiénes eligen algún hecho o acontecimiento para incorporarlo en la historia? ¿quién lo decide? ¿con qué valores? Y responde con lo que él ha llamado “estatismo”, es decir, plantea
que es el estado nación el que decide, selecciona, evalúa y discrimina lo que tiene o no que incorporarse en los LTG.
También habla de las historias de las minorías y de las nacionales defendidas en muchos países, al igual de cómo se han configurado. Señala que en nuestro país vivimos un eurocentrismo exacerbado que ha privilegiado la memorización de los hechos, las fechas y los nombres. Argumenta que los libros de texto de nuestro país han sido una herramienta básica para fortalecer el proyecto del estado mexicano: se confirman los héroes y villanos, además se legitima una versión única y oficial de nuestro pasado, de ahí que el estado ha tenido una gran crítica por el monopolio en los LTG. Agrega que han aumentado los trabajos que
abundan en juicios, filias y fobias de autores igual de peligrosos que la versión oficial. Por citar algunos ejemplos, hablan de Hidalgo mujeriego, de Villa roba vacas, de Juárez como indígena pro-Yanqui que, además, carecen de una investigación sólida que los sostenga.
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Ante esta situación plantea que se debe revisar qué historia se debe enseñar en las escuelas. Propone que es necesario poner a disposición del público investigaciones de calidad, pero evitando los peligros de los comerciantes y falsarios de la historia. Asimismo, habrá que seguir trabajando fuera de las escuelas.
El siguiente apartado de libro está integrado por narrativas de cuatro mujeres, todas relacionadas con la docencia y la educación, en las que recuperan la experiencia vivida.
En el primer trabajo del segundo apartado, Neftali Secundino analiza clases
de nivel primaria para identificar los tipos de artefactos utilizados por profesores en su práctica. Parte de la noción de herramientas psicológicas propuesta por
Vygotsky y que retoma Wartofsky (1979), para introducir de manera adicional, la noción de artefacto, como formas de representación del conocimiento. De los cuales señala tres tip os:
1. Artefactos primarios: son creados y preservados para transmitir habilidades.
2. Artefactos secundarios: son modos de representación gestual u oral comunicados de diversas modalidades.
3. Terciarios: constituyen un dominio en el cual hay una libre construcción en la imaginación de reglas y operaciones diferentes de aquellas adoptadas
en la praxis ordinaria.
Ellas realizaron un trabajo de intervención con docentes en el que usaron distintos
artefactos y siguieron la práctica con observaciones y grabaciones. Entre los resultados señalan que el uso de los tres tipos de artefactos constituye soportes centrales en su desarrollo y alcance que actúan como mediadores de procesos entre docentes y estudiantes. A través del uso de distintos artefactos pudieron caracterizar la manera en que las profesoras observadas realizaban su docencia. El segundo trabajo, la narrativa en la enseñanza de la historia a nivel
universitario, de Julia Salazar, parte de la reflexión acerca de las dificultades para la enseñanza de la historia en la universidad. A través de la narrativa, da cuenta de sus experiencias como docente de historia, pero también como investigadora. Recupera algunas respuestas de jóvenes de bachillerato a los que les pregunta acerca de la clase de esta materia, que no distan mucho de las que ya conocemos. Utiliza la narrativa para el aprendizaje de la historia, como un recurso didáctico, sobre todo las narrativas fílmicas o literarias. Lleva a los estudiantes a que investiguen, que creen conocimiento histórico y no sean simples consumidores. Propone varias sugerencias de cómo trabajar la narrativa y muestra algunos ejemplos. Es un apartado que puede ser de mucha utilidad para los estudiantes
de la licenciatura en enseñanza de la historia, ya que podrían documentar muchas de las sugerencias que la autora plantea para trabajar las narrativas en la clase. El texto cierra mencionando que las narrativas permiten observar de manera clara como los estudiantes muestran y organizan sus argumentos para demostrar
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la problemática que están trabajando; así como la progresión en el desarrollo de sus habilidades en el conocimiento histórico.
En el siguiente trabajo, Norma Ramos Escobar narra las experiencias de algunas docentes potosinas como parte de un proyecto de memoria escolar. Los escritos autobiográficos relatan sus historias de vida y la manera en que su condición de género ha estado presente tanto en su vida familiar como en sus expectativas profesionales y explican cómo han tenido que truncar sus proyectos en nombre del “deber ser”. Un comentario interesante que hace la autora es que
pocas mujeres en la historia han dejado huella escrita.
En el proyecto se analizaron 64 autobiografías breves de 13 maestros y 51
maestras, tipificados como novelas escolares. Lo más relevante de lo que hablaron en sus narrativas fue del trabajo en la escuela. También las maestras dieron sentido y significado a su historia doméstica infantil, las elecciones profesionales frustradas y las cargas de trabajo, todas mediadas por su condición de género. Sin duda, muchas historias coincidentes con las que muchas docentes hemos vivido.
El último texto del libro, Margarita: biografía de una madre adolescente en un contexto de pobreza urbana, es un excelente relato biográfico, que da cuenta
de cómo el embarazo adolescente ocurre en un determinado contexto cultural que como lo señala el texto, “lo prescribe y posibilita”.
Más allá de la historia de Margarita, el capítulo muestra las habilidades
investigativas de la autora que recupera el relato autobiográfico y las historias de vida, como formas de narrativas en las que el sujeto entrevistado da cuenta de su propia historia, para dar cuenta de un tema vigente en nuestra sociedad.
Sin duda, cada capítulo del libro aporta elementos interesantes para comprender la narración desde distintos lugares y distintos sujetos, pero que, al ser internalizada por los lectores, permite la negociación de significados y a la vez
la reconstrucción de nuevas historias y narrativas que permiten comprender de manera más profunda aspectos relacionados con la cultura y la educación.
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REFERENCIAS
Wartofsky, M. (1979). Models.RepresentationandtheScientificUnderstanding . Boston: Springer Netherlands.
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Reseña: Sánchez, S. (2019). El mito de las sectas. Ciencia y religión en el imaginario social. Puebla: BUAP.
Eloy Maya Pérez 1
Sección: Reseñas Recibido: 26/06/2020 Aceptado: 31/07/2020 Publicado: 04/12/2020
En el libro “El mito de las sectas” (2019) el Dr. Sánchez López reflexiona en torno al concepto de secta revisándolo desde la psicología social. En el libro se describe la relación de la psicología con el fenómeno religioso; se enfoca especialmente en las sectas como el elemento desde donde se analiza para construir saberes. El
texto, sin mencionarlo, se asume con una postura crítica y reflexiva. Inicialmente, ubica a las sectas como un objeto complejo (en términos de la complejidad propuesta por Morin) que es mirado y colocado como una ciencia, pero el autor expresa lo contrario, es decir, afirma que quizá será una pseudociencia, básicamente, porque no teoriza la realidad religiosa, más bien la legitima. A partir de este argumento, describe como su propósito el desvelar la subjetividad
implícita en este calificativo y, por tanto, sus implicaciones conductuales, cognitivas, ideológicas y relacionales subyacentes al proceso de objetivación en el estudio psicológico del fenómeno sectario.
Se agradece al autor que se declare abiertamente partidario de los estudios
cualitativos y que exprese con gran formalidad y solvencia su inclinación por aportar a la verdad subjetiva elementos para alcanzar el estatus de generadora de conocimiento. En la labor intelectual que se recrea en el texto, el autor no busca caricaturizar a la religión ni mucho menos destruir sus doctrinas a través de revelaciones científicas, sino que pretende que la ciencia dé explicaciones para comprender al fenómeno religioso de manera distinta a las que la propia religión utiliza para explicarse a sí mismo.
Al concepto de secta le da el tratamiento de religión y fenómeno social, con la intención de entenderla desde el enfoque de la tolerancia y al mismo tiempo
legitima la diversidad religiosa. Así pues, se sostiene un análisis más complejo con el cual, en primera instancia, se supera el estigma impuesto sustentado en la idea del fanatismo que se apega a una visión dogmática con argumentos irracionales
1 Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus Celaya-Salvatierra, Guanajuato México.
e.maya@ugto.mx
Eloy Maya Pérez
y prácticas igualmente limitantes las cuales en conjunto personifican el rechazo a la supremacía del modelo católico. Al mismo tiempo, se les distingue como delincuencia organizada capaces de realizar cualquier tipo de crimen (abuso sexual, explotación laboral, fraudes financieros, etcétera) y acto inmoral y, pese a ello, mostrarse al exterior como comunidades de paz para promover el desarrollo comunitario y la armonía entre los miembros. Como afirma Sazo (2010), la utilización de tipologías y definiciones que conforman una representación de lo sectario, principalmente a través de la criminalización y desracionalización del miembro y/o grupo; subalternizan este saber y lo deslegitiman como opción
religiosa, que en opinión del que esto escribe se fundamentan en realidades trágicas de las sectas que son del dominio público y por las cuales las hemos
colocado en ese lugar de sistema totalitario y perjudicial. Este ejercicio de deslegitimización no es casual, pues las sectas se han convertido en una experiencia social que cuestiona la hegemonía del catolicismo y lo ha vencido en algunos territorios.
Se vincula lo psicológico con las sectas a partir del cómo se instala la ideología de estas en las personas y los colectivos consiguiendo crear argumentos para desestimarlas o eliminarlas -inclusive con bases jurídicas-; por
ejemplo, la brainwashingtheoryse convirtió en un mecanismo que facilitó desarmar diversas sectas y organizaciones religiosas representativas de varios
países, convirtiéndose incluso en una psicología social de las sectas con el aval de los académicos que la sustentan, como afirma el autor. Sus argumentos se centraron en el daño psicológico que podían producir otros modelos religiosos
diferentes al tradicional basados en la alienación, la sumisión, el control y la manipulación mental que ponían en riesgo, incluso, la estructura de la personalidad y la vida. La psicología de las sectas forma parte de una psicología que aborda el fenómeno religioso mirado de manera orgánica desde la estructura social y política en la que ocurre, sobre todo, convirtiéndolo en objeto de análisis
al que aporta argumentos para su comprensión.
No es sencillo desestructurar un concepto y menos cuando pertenece al repertorio lingüístico de las ciencias. Barthes (1997, citado por Simón) afirma que existe una ideología universalista caucionada por Dios o por la naturaleza o, en última instancia, por la ciencia, y todas esas coartadas funcionan como disfraces, máscaras impuestas a los signos. Entonces, es labor de los hombres develarlas en aras de su comprensión, dentro y fuera de los marcos de la ciencia. A esto le dedica una buena parte de la obra, con la intención, me parece, de mostrarnos la fragilidad de un concepto trascendido: la psicología de las sectas.
La psicología de las sectas presenta serios inconvenientes epistemológicos y limitaciones, principalmente en relación con el conocimiento que propone pues es producto del enfoque de la brainwashingtheory. Las críticas a este sistema teórico se sustentan en la idea generalizada del rechazo a las minorías - condición que ocurre también con otros ejemplo como las minorías sexuales, sociales, políticas, etcétera- y se fundamentan en el análisis de las condiciones de las
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personas -personalidad, las carencias de tipo afectivo, las crisis existenciales, etcétera- , que eligen el cambio de institución religiosa mirándolos como si hubieran sido engañados y, así, sustraídos desde la fe religiosa hegemónica hacia un grupo embustero ilegitimo, aunque les posibilite el desarrollo espiritual y por tanto el crecimiento humano, se desvirtúan los alcances personales exhibiendo sus fallos a través de argumentos como delirios de interpretación y de reivindicación (De la Peña 2003), que sustentan su práctica.
Este texto desvirtúa la lógica de un sistema científico con la firme intención de proponer otro análisis desde la psicología partiendo de sus componentes
psicosociales del fenómeno y enalteciendo la subjetividad inherente al mismo. Este hecho no es posible, insiste el autor, sino se deja de lado el objeto para
centrarse en el concepto, es decir, pensar en una pre-psicología de las sectas, un análisis semiológico que lleve a la comprensión del signo y su trascendencia social y, posteriormente, a un análisis experiencial.
Secta como signo social tiene varias funciones ideológicas entre ellas el hecho de crear representaciones sobre lo que significa y, por tanto, sobre sus prácticas. Visto así, se presenta con connotaciones negativas -como si fuese una losa- que la desproveen de su capacidad de ser movimientos religiosos legítimos.
Para finalizar el texto, el autor nos revela una poderosa reflexión en torno al concepto, lo coloca y justifica como un fenómeno socio-religioso cargado de
importantes significados que son atribuidos desde la experiencia, sostenidos desde la subjetividad y practicados desde la intolerancia, la segregación y las acusaciones fundadas en el adoctrinamiento tramposo que abusa de las
debilidades -características personales- y sus necesidades humanas. Además comparte, desde su apropiación del fenómeno, el hecho de que diversas organizaciones espirituales les es derogado el título de religiones por otros sistemas hegemónicos, generalmente con más trayectoria y cobertura social, que actúan desde etnocentrismo religioso; empoderados y sostenidos
teosóficamente desde donde relativizan la práctica de la fe reduciéndola desde la comparación consigo mismas, y, por tanto, se usan de ejemplo para mostrar las carencias de las otras organizaciones menores, sobre todo sus procesos de captación y reclutamiento de fieles a los cuales califican como mecanizados.
De la lectura de este libro surgen aprendizajes que quien esto redacta logra recuperar, entre ellos está el hecho de considerar que las sectas son estudiadas por sus efectos más que por sus fundamentos, condición que forma parte de esa tradición técnica en el análisis de los fenómenos sociales en la que se revela la estructura y el orden de los sistemas dejando de lado ciertas realidades, en este caso, las religiosas.
Otro aporte valioso tiene que ver con el análisis de conceptos, que si bien se trata de la comprensión de los signos y de su sentido social, este debe otorgarse desde la voz de los agentes sociales, su espacio, sus representaciones y discursos que sustentan las prácticas desde la subjetividad, para no ceder a la tentación que ofrecen propuestas teóricas carentes de fundamentos que siguen líneas analíticas
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Eloy Maya Pérez
parcializadas y que al tratar con elementos tan delicados como la fe, marca una distancia entre la comprensión de la persona y crean -o siguen- mitos.
REFERENCIAS
Simón, G. (2017). Uno no es nunca propietario de un lenguaje”: Roland Barthes, el desnaturalizador. En: DeSignis, Volumen 26(1), pp. 47- 57.
Morin, E, (1990). Introducciónalpensamientocomplejo. Barcelona: Editorial Gedisa.
Sazo, N. (2010). Entre locos y sinvergüenzas. Deslegitimación y subalternización de las sectas en Chile. En: RevistaCulturayReligión, 4(2), pp. 241- 263.
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