Carlos Labastida Salinas
		de las empresas más poderosas en el mundo deportivo: Nike. Dicha batalla giró  alrededor de una de las cuestiones más silenciadas en el deporte, aquella que la  exatleta Phoebe Wright llamó “el beso de la muerte” para las mujeres en dicha  industria: el embarazo y la maternidad (Felix, 2019; Montaño, 2019).
		En mayo del 2019, en una columna escrita para TheNewYorkTimes, Felix  (2019) reveló su experiencia vivida con Nikea raíz de su embarazo. En ella, nos  cuenta que todas las mujeres atletas saben perfectamente que al decidir ser  madres se arriesgan a fuertes recortes en sus pagos por parte de los  patrocinadores durante y después del embarazo, es una especie de secreto a  voces9. La velocista, quien empezó su relación con Nikeen 2010, optó por la  maternidad en 2018, año que coincidía con la renovación de su contrato, el cual  había finalizado en diciembre del 2017. A pesar de sus victorias y su  reconocimiento mundial, la empresa, dando a entender que la corredora ya no  valía lo que antes, ofreció pagarle únicamente el 30% de lo que le pagaba previo  a su embarazo. La atleta cuenta que estaba dispuesta a aceptarlo, pero con una  condición: queNikese comprometiera, por medio de una cláusula en el contrato,  a no penalizarla económicamente si no lograba rendir al máximo durante los  primeros meses después de su embarazo. La empresa se negó y las negociaciones  quedaron estancadas. Al contar esto, la multimedallista sentencia: “He sido una  de las atletas más ampliamente comercializadas deNike, si yo no puedo asegurar  protecciones de maternidad, ¿quién puede?” (Felix, 2019)10 .
		Algunas otras atletas que han sufrido este problema y que han encontrado
		los medios para contar su historia son Kara Goucher y Alysia Montaño. Esta  última, en una columna propia del mismo NewYorkTimes, relata la indignante  actitud deNikehacia ellas y las mujeres deportistas que optan por la maternidad.  Muchas compañías, dice la atleta, encuentran rentable el lanzamiento de  campañas y comerciales donde exaltan y elogian a las mujeres atletas11 ,  obteniendo así reconocimiento por apoyar, promover y visibilizar el deporte  femenino, pero son sólo eso, comerciales y publicidad. Y define la industria del  deporte en general como una multimillonaria “que en público elogia a las mujeres  por tener una familia, pero no les garantiza un salario durante el embarazo y la  maternidad temprana” (Montaño, 2019). Después de que el caso de Felix y los  dichos de Montaño fueran conociéndose y difundiéndose poco a poco en el
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		9 A algunas, incluso, se les hace firmar un acuerdo de confidencialidad donde se comprometen a  no revelar los detallas de las negociaciones o de sus contratos (Felix, 2019).
		10 Cabe resaltar que, a diferencia de otros deportistas como futbolistas, basquetbolistas,  beisbolistas, entre otros, las y los profesionales del atletismo no son asalariados, sus ingresos  económicos dependen de becas, patrocinios (sobre todo de marcas de ropa y alimentos) y primas  otorgadas por conseguir medallas, podios y récords.
		11 En México, por ejemplo, la propia Nikelanzó desde hace un par de años la campaña Juntas  Imparables, la cual tiene como objetivo destacar la fortaleza, capacidad y talento de las m ujeres  en el deporte.
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		espacio público, diversas marcas de la industria deportiva (Burton, Altra, Nuun,  Brooks, por ejemplo) anunciaron que incorporarían a sus contratos garantías para  las mujeres para ser apoyadas por sus patrocinadores en cuestiones de  maternidad. Pocos días después, Niketambién se comprometió a cambiar su  política de maternidad, garantizando pagos y bonos durante los meses de  embarazo y los subsecuentes. Lo único que las atletas pedían era eso, las  garantías básicas a las que se tiene derecho en cualquier trabajo que respete  mínimamente la dignidad de las personas.
		Meses después de lo ocurrido, con una brillante actuación en el Mundial de
		Doha 2019, Allyson Felix corrió los relevos 4x400 en la categoría mixta y la femenil,  contribuyendo a que su equipo obtuviera la medalla de oro en ambas pruebas.  En la misma justa deportiva, la jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce, otra brillante  velocista y plusmarquista, competía en los 100 metros planos. Al igual que Felix,  Fraser-Pryce también se había convertido en madre durante los meses anteriores  al Mundial, encontrándose bajo la presión y las expectativas por su rendimiento.  La jamaicana arrasó en la prueba, logrando su segunda mejor marca personal en  esa distancia (corrió en 10.71 segundos; su récord personal es de 10.70 segundos,  realizado en 2012), además de conseguir también el oro con su equipo en los  relevos femeniles de 4x100. Por si a alguien todavía le quedaban dudas.
		Un caso más. A finales del 2019, en internet comenzó a circular un video  donde la joven Mary Cain, una estudiante que en algún momento tuvo un futuro
		prometedor en el atletismo, cuenta su historia, la cual también tiene a la marca
		estadounidense Nikecomo protagonista. El título del video lo resume todo: Yo  era la niña más rápida de los Estados Unidos, hasta que me uní a Nike. A sus  apenas 16 años, Cain había ya roto diversos récords nacionales en carreras de  medio fondo, además de caracterizarse por ser una buena estudiante. Esto la llevo  a ser invitada a formar parte del llamado Oregon Project, un equipo de corredores  de élite especializado en medias y largas distancias, financiado porNikey dirigido  por el entrenador Alberto Salazar, con sede en Portland, Oregon12 .
		Lograr esto era el sueño hecho realidad de la estudiante, pero en lugar de  encontrar todo lo esperado y lo que le fue prometido, fue “física y  emocionalmente abusada por un sistema diseñado por Salazar y avalado por  Nike” (TheNewYorkTimes, 2019). Relata que fue forzada a perder peso incluso  a niveles por debajo de lo saludable –obligándola a ingerir medicamentos cuyo  uso está estrictamente prohibido en atletas– lo que le llevo a padecer el Síndrome  de Deficiencia Energética Relativa en el Deporte (RED-S)13 durante tres años, el  cual fue la causa de que sufriera fracturas en cinco huesos distintos. La atleta  acusa que, durante su participación en el proyecto, fue maltratada y humillada, y
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		12 Algunos de los atletas más reconocidos que participaron en dicho proyecto fueron Mo Farah,  Galen Rupp, Sifan Hassan, Donovan Brazier.
		13 Este síndrome consiste en una disfunción fisiológica que afecta, entre otras cosas, el ritmo  metabólico, el ciclo menstrual, la salud cardiovascular y ósea, así como el sistema inmunológico  (Mountjoy M, Sundgot-Borgen J, Burke L, et al., 2014).
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		revela que sufrió al punto que empezó a desarrollar pensamientos suicidas, pero  a nadie le importó.
		Finalmente, Cain logró dejar el equipo y regresar a Nueva York, su ciudad  natal, donde poco a poco ha ido recuperándose. Desde ahí cuenta su historia y  lanza su dura crítica a lo que considera que es “una crisis sistemática en el deporte  femenil y en Nike” –una marca que es todopoderosa en el mundo del atletismo,  con un control casi absoluto del medio–, “donde los cuerpos de las mujeres son  arruinados por un sistema que abusa de ellas física y emocionalmente” (The New  YorkTimes, 2019). Dicho sistema, sostiene, tiene que cambiar. A pesar de todo,  asegura que ella seguirá corriendo por muchos años, pues aún tiene fe en el  deporte14 .
		Al contar sus historias, hay una cosa en la que tanto Allyson Felix como Mary
		Cain coinciden, y que también se observa en otros casos: que por más que  parezca que existen avances en términos de igualdad e inclusión, son estas  cuestiones fundamentales los que revelan que el deporte es, todavía a estas  alturas, un sistema creado por hombres y para hombres.
		Para completar el repertorio, de muy breve manera podemos recordar la  renuencia de la NationalFootballLeague(NFL) a aceptar que los golpes en la  cabeza que reciben constantemente los jugadores durante los partidos y  entrenamientos es causante de Encefalopatía Traumática Crónica (ETC), una
		enfermedad neurodegenerativa que se le ha diagnosticado a diversos jugadores  y exjugadores de futbol americano (la cual también es común en boxeadores). La  NFL incluso llegó a intimidar, hostigar y amenazar a científicos y médicos que
		trabajaron en darlo a conocer15, pues creían que dicha información afectaría el  gusto por el deporte y se vería reflejado en pérdidas económicas. En el mismo  terreno del futbol americano, llama la atención el concepto de la femenil Legends  FootballLeague(llamada en sus inicios LingerieFootballLeague), cuya lógica  sugiere que lo interesante de las jugadoras y sus partidos no son su juego en sí,  sino la exhibición de sus cuerpos.
		Así, se puede dar cuenta del poder y control que ejercen ciertas instituciones  o personas (organismos internacionales, federaciones, patrocinadores,  televisoras, directivos, entrenadores, etc.) sobre los cuerpos y vidas de las y los  atletas. Poder y control que se encuentran sustentados en valores y formas de  pensamiento hegemónicas en un tiempo histórico determinado; y que en otras
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		14 13 En noviembre del 2019, la Agencia Estadounidense Anti-Dopaje suspendió por cuatro años a
		Salazar por violar diversas reglas anti-dopaje con sus atletas. El OregonProjectfue cerrado  definitivamente, y la Agencia Mundial Anti-Dopaje anunció que investigaría a profundidad a todos
		los que entrenaron bajo la dirección de Salazar.
		15 Para profundizar en este episodio de la historia de la NFL y la vida del Dr. Bennet Omalu (quien  fue el principal médico al frente de estas investigaciones), pueden consultarse el artículo titulado  GameBrainy el libro titulado Concussion, ambos escritos por la periodista J. Marie Laskas, así
		como la película que se produjo posteriormente con el mismo nombre del libro.
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		ocasiones se encuentran guiados por intereses políticos y económicos ajenos, e  incluso contrarios, a los de las y los propios atletas.
		II. Actos de valor y dignidad: la protesta política en el deporte.
		“Los caballos de carreras, los gallos de riña y los atletas humanos  no tienen el derecho de ser aguafiestas.”
		Eduardo Galeano, 1995
		“En toda Latinoamérica, los estadios cumplen esta doble función:  en tiempos de paz sirven como terreno de juego, y en tiempos  de crisis se convierten en campos de concentración.”
		Ryszard Kapuscinski, 1969
		Como se vio anteriormente, el deporte comparte con otras esferas de la vida  social el desequilibrio de poderes junto con las injusticias y desigualdades que  este acarrea. La idea imperante de que el deporte pertenece exclusivamente al  campo del ocio y del entretenimiento –incluso más que otras actividades, como  las artes–, así como las grandes cargas emotivas y afectivas que afloran en su
		práctica y disfrute, hacen olvidar o, en el mejor de los casos, relegan a un plano  secundario, esa otra cara del deporte en la que se insertan, entre tantos otros, los
		casos mencionados anteriormente.
		A diferencia de otros ámbitos de la vida, el deporte posee una característica
		particular, por lo menos en las sociedades presuntamente democráticas. En él, la  protesta, la crítica y la disidencia –y en realidad toda expresión o manifestación  política, religiosa o étnica– no sólo están mal vistas y son indeseables, sino que  están explícitamente prohibidas y hasta penalizadas. Contrasta, así, con espacios  como las artes o la escuela, donde la vinculación, incorporación y expresión de  cuestiones que conciernen a la sociedad en general no sólo están permitidas, sino
		que son incluso alentadas. Si bien es cierto que estas actividades y sus espacios  son diferentes en sus fines y sus dinámicas, nos vemos obligados a preguntarnos  ¿por qué al deportista no se le permite vincular su quehacer profesional con su  entorno sociopolítico como sí se le permite hacerlo a cualquier otro que realice  alguna otra actividad o práctica social y cultural? Como bien lo expresa  Tamburrini:
		Quién afirme que no es correcto expresar puntos de vista políticos en ocasión  de la realización de un evento deportivo tendrá que explicar por qué es
		aceptable hacerlo en todos los otros contextos pero no en el deporte [...] el  deporte es un escenario tan válido como cualquier otro para lanzar la  discusión sobre temas de interés para la sociedad (Rivero y Tamburrini, 2014,  p. 101).
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		De esta manera, el deporte profesional constituye una suerte de espacio  antidemocrático, donde sus protagonistas no sólo se encuentran sometidos a  abusos, voluntades e intereses ajenos a los suyos –como en los casos  mencionados en la sección anterior–, sino que, además, están sometidos a un  implacable régimen disciplinario donde se les prohíbe, entre muchas otras cosas,  expresar o hacer referencia a cuestiones políticas, religiosas y étnicas que les  atañen directamente. La discusión sobre los fundamentos de esta prohibición no  es tan simple como pudiera parecer a primera vista, y menos lo son sus  implicaciones. Sobre esto es que se intenta una reflexión en las siguientes líneas.
		Paradójicamente –o tal vez por eso mismo– el deporte constituye el escenario  perfecto para la realización de la protesta, las expresiones y manifestaciones  políticas: el estadio, la cancha, la multitud, la atención centrada en los  protagonistas, los medios transmitiendo la imágenes a miles o millones de  personas que siguen atentamente los acontecimientos, y las y los deportistas –  quienes, en muchas ocasiones, cuentan con estatus de símbolos, íconos o ídolos  que los dota de gran energía emocional y de un gran poder performativo–. Así,  las expresiones y manifestaciones políticas en los eventos deportivos y las  ceremonias de premiación ocupan un lugar privilegiado en el repertorio de  protesta del que hacen uso muchos y muchas deportistas, el cual es, para gran
		parte de ellos, el único espacio con el que cuentan para levantar la voz y ser  escuchados.
		Aunque seguramente a estas alturas ya podrá intuirse, no está de más
		explicitar que, si bien pueden distinguirse diferentes tipos de protesta relacionada  con los eventos deportivos, en estas líneas me centraré únicamente en la protesta  que tiene lugar en el escenario de juego y es realizada por parte de las y los  deportistas; dejando de lado, por esta ocasión, aquellas del público o audiencia  durante los eventos, las de ciertos sectores de la sociedad contra la realización de  algunos eventos deportivos, o las de los propios deportistas realizadas fuera de
		la cancha, entre otras.
		La idea de que deporte y política deben ser cuestiones separadas es tan  antigua como las competencias profesionales mismas. Besnier, Brownell y Carter  (2018) apuntan que desde los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia – cuyos  orígenes se remontan al siglo VII a.C. – los atletas que se reunían para competir  representaban a ciudades-estado que usualmente se encontraban en guerra  entre ellas fuera del sagrado recinto olímpico, “pero las leyes y el juramento de  los atletas protegían a los Juegos de cualquier interferencia política” (p. 10). Esta  idea se conserva prácticamente intacta hasta nuestros días, protegida y  materializada en los diversos reglamentos de los organismos, tanto nacionales
		como internacionales, que rigen el deporte profesional. El Comité Olímpico  Internacional (COI) lo establece claramente en la conocida Regla 50 de su Carta  Olímpica: “Ningún tipo de demostración o propaganda política, religiosa o racial  está permitida en ningún recinto, avenida u otra área Olímpica” (COI, 2019, p. 91).  En caso de incumplimiento, las sanciones ameritan la descalificación o
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		desacreditación de la persona o la delegación, además de cualquier otra sanción  que se considere pertinente. La Federación Internacional de Futbol Asociación  (FIFA) –sin duda alguna el organismo deportivo más poderoso del mundo– posee  una reglamentación similar, y, en su caso, las sanciones incluyen fuertes  penalizaciones económicas a los transgresores. Pareciera que, al entrar al recinto  deportivo, uno tuviera de dejar su condición de ciudadano en los vestidores.  Esta visión excluyente y divisiva entiende el deporte como una actividad  trascendental y universal para la humanidad, cuya neutralidad y pureza deben ser  protegidas a toda costa de la interferencia de influencias o intereses oscuros que
		busquen desvirtuarlo, ensuciarlo o manipularlo. Sin embargo, la violación a dicha  regla por parte de deportistas ha sido una constante, tan antigua como la regla  misma. Manifestaciones, expresiones y posicionamientos políticos no son difíciles  de encontrar en la historia del deporte. Algunos son más explícitos y disruptivos  que otros, y algunos tienen lugar en eventos más estelares que otros. Abarcan  desde simples gestos durante los juegos y las celebraciones o mensajes en la  vestimenta, hasta negativas u obstaculizaciones directas a la realización del  evento deportivo; y suceden tanto en Juegos Olímpicos y mundiales como en  eventos de ligas profesionales menores.
		El temor por parte de los organismos rectores del deporte a que este se vea
		manchado y sea mal utilizado, los ha obligado a enfatizar y explicitar  constantemente estas medidas; sobre todo en tiempos donde las plataformas
		digitales y medios alternativos de información y difusión hacen posible la
		resonancia, masificación y viralización de imágenes y mensajes de una manera  que los medios tradicionales no son capaces.
		Debido a lo anterior, y al alto número de protestas y manifestaciones políticas  ocurridas en eventos importantes del 2019 –principalmente en los Juegos  Panamericanos de Lima y el Mundial de Natación en Corea del Sur–, el COI sintió  la necesidad de expresar su gran preocupación de que los Juegos Olímpicos, que
		debieron llevarse a cabo en el verano del 2020, se vieran manchados y fueran mal  utilizados. En un comunicado emitido a principios de año, el organismo recalcó  que quedaban prohibidos los gestos que estuvieran políticamente motivados –  como levantar el puño o arrodillarse–, los mensajes políticos en vestimenta y  uniformes, así como la disrupción de las ceremonias de premiación. No obstante,  para aliviar un poco las tensiones, y ante “las crecientes demandas por parte de  atletas para tener permitido expresarse sobre ciertos asuntos” (Panja, 2020), el  COI mencionó los espacios y lugares donde las y los atletas son libres de  expresarse a sí mismos y que pueden ser utilizados para dichos fines sin ser  sancionados: entrevistas y conferencias de prensa, medios digitales y
		tradicionales, así como las redes sociales digitales personales.
		Es importante resaltar que, debido a esta profundamente enraizada  concepción del deporte como ajeno a la política, los deportistas que la  transgreden y se manifiestan, no sólo son sancionados intra institucionalmente,  sino que, en algunos casos, llegan a ser condenados al ostracismo, señalados y
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		sancionados moralmente por compañeros, directivos, aficionados, comentaristas,  etc. Como ejemplo, recordemos el que es seguramente el caso más emblemático  de este tipo: el saludo del BlackPowerrealizado por los velocistas afroamericanos  Tommie Smith y John Carlos, apoyados por el australiano Peter Norman, en la  premiación de los 200 metros planos en México 68. Al comenzar el himno  estadounidense, los dos afroamericanos agacharon la cabeza y levantaron su  puño envuelto en un guante negro, en señal de protesta contra la opresión vivida  por la población afroamericana en su país. A su vez, los tres atletas portaban un
		parche a la altura del pecho que rezaba la frase OlympicProjectforHumanRights ,  rodeada por una corona de laurel. Posterior a este acto, los tres fueron  reprendidos fuertemente por el COI y sus respectivas comitivas, excluidos de sus  selecciones, marginados de futuras competencias internacionales y duramente  criticados en sus países. Smith y Carlos incluso sufrieron constantes amenazas de  muerte hacia ellos y sus familias. La vida de los tres quedó prácticamente  destruida (Smith, 2008).
		Al igual que la de Smith y Carlos, la gran mayoría de las manifestaciones y  protestas políticas en el deporte aluden a desigualdades, abusos, opresiones y  marginaciones que distintas comunidades y personas viven y sufren en su día a  día. Así, en estos casos, la Regla 50 de la Carta Olímpica le prohíbe al atleta tomar
		una posición política en el campo contra aquello que atenta contra su vida y su  dignidad, contra las injusticias que sufre en su vida diaria e, incluso, dentro de la
		cancha donde se le prohíbe levantar la voz, la cual constituye, muchas veces, el
		único espacio que tiene para hacerlo. Pareciera que, para estos organismos  rectores del deporte, las exigencias por la vida, por la igualdad y el respeto  constituyen posiciones políticas divisivas que contaminan la actividad deportiva.  Tristemente, a juzgar por las reacciones de algunos sectores sociales ante ellas –  no sólo en aquel entonces, sino hoy todavía– sí lo son.
		Esta idea de la neutralidad del deporte, y la manera en que es adoptada y
		defendida por una gran cantidad de personas –que incluyen tanto a los mismos  jugadores, como a directivos, comentaristas o aficionados– puede verse refl ejada  en diversas situaciones y momentos. Por ejemplo, cuando a los atletas se les  pregunta en una entrevista acerca de alguna problemática social o política  contemporánea, estos suelen dar respuestas que enfatizan que lo que a ellos les  corresponde y les toca es únicamente jugar, y que no son los indicados para  hablar de un tema así. Lamentablemente, esta idea tiene una forma más extrema,  una que va más allá de la exclusión de la manifestación política dentro del terreno  de juego y se convierte en una donde deporte y política deben estar tajantemente  separados, tanto dentro como fuera de los escenarios deportivos; que ambos son
		prácticamente excluyentes entre sí. Un caso ilustrativo de este punto lo
		encontramos en las declaraciones que la conductora de FoxNews, Laura  Ingraham, hizo sobre los basquetbolistas LeBron James y Kevin Durant, después  de que estos últimos externaran su rechazo al racismo y a la administración de
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		Donald Trump en general. La conductora tachó sus comentarios de ignorantes,  hizo alusión a la inconclusa formación escolar de James y comentó que:
		no deberían abrir la boca de esa manera [...] es insensato buscar consejo  político en alguien a quien se le pagan cien millones de dólares al año por  botar un balón [...] son jugadores grandiosos, pero nadie votó por ustedes [...]  así que guárdense sus comentarios políticos para ustedes o, como dijo alguien  alguna vez, cállense y driblen (shut up and dribble)” (Mark F, 2020).
		Una situación similar puede verse en el imperdible documental LesBleus. Una  historia de Francia 1996-2016, el cual gira en torno al papel que –directa o  indirectamente– la selección de futbol francesa ha tenido en problemáticas  sociopolíticas como la unidad nacional, la migración, el racismo y la xenofobia en  el país galo. En los últimos minutos del documental, se puede observar al  expresidente Francois Holland dar a entender que los deportistas no tendrían que  andar opinando sobre la política nacional y sus problemas: “zapatero a tus  zapatos” (Dietz, Dauger, y Blanchard, 2016). Es decir, por el simple hecho de ser  deportistas, no están calificados para hablar de ciertos temas. Temas que, como  ciudadanos, competen a todos. Desde este punto de vista, parece que ser
		deportista es incompatible con ejercer los derechos más básicos de libre  expresión y manifestación.
		A primera vista, y por la manera en que aquí se ha expuesto, la prohibición y,
		sobre todo, las sanciones correspondientes a las manifestaciones políticas en el  deporte por parte de sus protagonistas pudieran parecer excesivas y hasta  injustas. Ser sancionado por exigir justicia, igualdad o dignidad. Como es fácil de  imaginar, las reglas que prohíben y sancionan las manifestaciones políticas en los  escenarios de juego han estado sometidas a una constante polémica y crítica a lo  largo de los años. Una regla cuyo objetivo es mantener alejada la polémica
		provoca, irónicamente, una polémica constante. Mientras unos abogan por la  extinción de esta regla, otros consideran que es justa y, sobre todo, necesaria. La  discusión ha sido amplia y tensa.
		Los argumentos que justifican y defienden la prohibición, y su  correspondiente sanción son sencillos, pero sólidos. Además de la ya mencionada  idea de la supuesta neutralidad del deporte y la aspiración de que este tenga una  capacidad integradora y pacificadora en la sociedad, el argumento central  obedece a una razón práctica: si se permiten las manifestaciones, expresiones y  protestas políticas libremente, sería el caos. Nos encontraríamos ante una  incontenible oleada de actos que, en última instancia, resultarían en la
		imposibilidad de llevar a cabo satisfactoriamente el evento deportivo. Veríamos  por igual mensajes y gestos antirracistas como saludos neonazis, por poner un  ejemplo16. Se abriría el espacio para la confrontación directa, especialmente en
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		16 En el 2013, el futbolista griego Giorgos Katidis celebró la anotación del gol que significó la  victoria de su equipo, el AEK Atenas, quitándose la playera y haciendo el saludo nazi hacia la
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		aquellos casos donde se vean enfrentadas posturas o demandas incompatibles  entre sí.
		Podría pensarse que, si una manifestación no afecta en nada el desarrollo del  encuentro (un gesto o mensaje en una celebración, por ejemplo, o en un  momento previo o posterior al juego) y que, además, defienda o apele a una  causa que se considere éticamente legítima, no debería ser objeto de censura,  (sino incluso de reconocimiento y hasta de coherencia con los supuestos valores  deportivos y olímpicos). El problema aparecería cuando las manifestaciones sean  cuestiones éticamente condenables –que, sin duda, las habría, y las hay
		actualmente–, y, más aún, cuando conciernan a disputas directas entre los  participantes y estén dirigidos hacia ellos en concreto (países o a tletas  representando países en conflictos políticos o bélicos; tensiones y disputas  económicas, ideológicas; naciones con una historia conflictiva, etc.)17. Y esto sin  mencionar el papel que podría jugar el público en todo ello.
		Lo anterior puede llevar a pensar en la posibilidad de establecer una
		reglamentación diferenciada, donde la expresión en cuestión sea puesta a  consideración para determinar si será sancionada o no, pero esto resultaría igual  de problemático. ¿Cuáles sí estarían permitidas y cuáles no? ¿Bajo qué criterios,  valores o intereses se definiría? ¿En dónde se establecería el límite de lo aceptable
		y lo no aceptable? Y, ¿quién, con qué autoridad, lo determinaría? Además, en
		tribuna. El jugador fue suspendido por el resto de la temporada, se le impuso una multa y fue  expulsado de por vida de la selección nacional griega en todas sus categorías. En su defensa, con  la intención de que se revocaran las sanciones, el joven futbolista se disculpó y alegó que  desconocía el significado del gesto que realizó y que mucho menos sabía que resultara ofensivo.  Claro que nadie le compró el cuento.
		17 En el pasado Mundial de Rusia 2018, en el duelo entre Suiza y Serbia, los suizos Xhaka y Shaquiri  estuvieron en el centro de la polémica por sus celebraciones. En el contexto del complejo conflicto  entre Serbia y la República de Kosovo –la cual no es reconocida como nación independiente por  la primera y donde la etnia albanesa tiene predominio numérico–, dichos jugadores celebraron  sus anotaciones haciendo referencia al águila que posa en la bandera albanesa (ambos tienen  raíces kosovares). Lo anterior provocó la molestia y enojo de sus rivales. No es la primera vez que  sucede algo así en los encuentros entre las naciones involucradas, donde se ha llegado a la  confrontación verbal y hasta física en algunas ocasiones (Gómez, 2018).
		En el Mundial de Natación de Corea del Sur 2019, el australiano Mack Horton se negó a compartir  el podio con el chino Sun Yang –quien anteriormente ha dado positivo en controles antidopaje y  recientemente destruyó una de sus muestras para que no fuera examinada– al considerar que  hace trampa sistemáticamente y que no es sancionado con la severidad con la que se sanciona a  los demás. El chino aseveró que Horton no sólo le había faltado el respeto a él, sino a China. Esta  enemistad entre ambos nadadores –que arrastran desde el 2015– ha derivado en fuertes  tensiones entre las delegaciones deportivas de ambos países; y llevó a la Federación Internacional  de Natación (FINA) a reprender a Horton y la delegación australiana por su comportamiento.  Además de que se vio obligada a implementar una nueva regla que prohíbe explícitamente las  protestas personales durante el evento (Leslie, 2019). El conflicto, además, tuvo una fuerte  presencia y resonancia en los medios de ambos países y suscitó acaloradas discusiones en redes  sociales.
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		cualquiera de las dos posibilidades mencionadas, no faltaría quienes, –  incluyendo, y tal vez más que nada, agentes externos– explotarían y se  aprovecharían de la situación, haciendo, de igual manera, inviable el evento;  dejándolo expuesto a ser boicoteado. De una manera u otra, la consecuencia sería  el caos.
		Pero ¿qué no es esa, precisamente, la intención de la protesta? La de irrumpir,  romper con una supuesta armonía, incomodar y llamar la atención sobre una  cuestión determinada que se considera que afecta, amenaza o violenta a una  persona o una colectividad. Y esto, la protesta en el deporte lo cumple
		plenamente. Por ello, como se mencionó previamente, el deporte constituye un  escenario perfecto para su realización.
		En la conferencia de prensa dada a principios de año por el COI para refrendar  la neutralidad del deporte, el presidente del organismo, el alemán Thomas Bach,  aseveró que los Juegos Olímpicos:
		No son ni deben ser nunca una plataforma para avanzar en fines políticos o  divisivos [...] Nuestra neutralidad política se ve socavada cada vez que  organizaciones o individuos intentan utilizarlos como escenario para sus  propias agendas, por legítimas que sean (Associated Press, 2020a, cursivas  añadidas).
		Pero en estas palabras del presidente hay un problema, sino es que una gran  incongruencia. A estas alturas, sólo una persona ingenua y despistada –o cínica –  se mostraría convencida de que el deporte profesional, y sus grandes eventos,  son políticamente neutrales. Históricamente, el deporte ha sido utilizado como  una herramienta y un medio para obtener múltiples fines o beneficios políticos.  Y este uso no se lo han dado los jugadores precisamente, sino aquellos que lo  controlan, aquellos que detentan el poder en dicho campo, que ha sido utilizado
		políticamente por aquellos que claman y defienden a ultranza su neutralidad  política: jefes de Estado, presidentes de organismos, directivos, patrocinadores,  televisoras, etc.
		Recordemos, por mencionar sólo algunos ejemplos, que Hitler quiso utilizar  las Olimpiadas de Berlín 1936 como escenario para la demostración de la  supuesta superioridad aria (cosa que, naturalmente, no le salió muy bien). O la  manera en que Rusia llevó a cabo un plan sistemático de dopaje –en el cual se  presume estuvieron involucradas autoridades federales– en los Olímpicos de  Invierno de Sochi 2014 para arrasar en el medallero, lo que serviría –junto con el  papel desempeñado por el gobierno en la llamada crisis de Crimea– para impulsar
		la popularidad y aceptación de Putin en la población rusa (la aprobación del  mandatario creció 15% en las semanas posteriores a los juegos) (Fogel, 2017; RT,  2014). O, en el contexto de la Guerra Fría, el boicot que Estados Unidos y sus
		aliados realizaron a los Juegos de Moscú 1980; así como el que realizaron, cuatro  años después, la URSS y sus aliados del bloque soviético a los de Los Ángeles
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		198418. Y, en general, es evidente la manera en que albergar un evento deportivo  de alto calibre suele ser muestra, y a la vez oportunidad, para enseñar al mundo  la prosperidad de la que supuestamente goza un país o una ciudad. Oportunidad  que es explotada al máximo. Ya lo ponía de relieve Bourdieu (1990) al mencionar  que “las competencias colectivas se han convertido en una de las formas de medir  la fuerza relativa de las naciones, es decir, en una apuesta política” (pp. 202- 203).  Particularmente ilustrador es el encuentro de futbol que tuvo lugar en 2001  entre Francia y Argelia organizado por autoridades gubernamentales francesas.  Al calor del ambiente festivo e integrativo que se sentía derivado de la victoria en
		el mundial pasado del equipo galo y del buen momento que aún vivían, dicho  partido tenía la intención ser un medio para mostrar y fortalecer la realmente  inexistente integración de la población francesa negra y la de origen árabe,  especialmente de aquellos países que en algún momento fueran colonizados por  los franceses, como lo fue Argelia. El juego, a 40 años de la guerra entre ambas  naciones, fue publicitado como un partido por la paz y la integración, de la  superación de las tensiones xenófobas y racistas que largamente han existido en  el país. El resultado fue un rotundo fracaso. La tensión que precedió al encuentro  devino en caos dentro del recinto: reclamos y consignas por parte del público  argelino –o del identificado con ellos– contra la xenofobia y la marginación de las
		que son víctimas, fuertes abucheos a La Marsellesa y al equipo francés, la invasión  al terreno de juego durante el segundo tiempo que derivó en enfrentamientos
		con la policía y la eventual suspensión del partido. Respecto a este
		acontecimiento, diversos jugadores franceses reclamaron, al ser entrevistado para
		el documentalLesBleus, que no se le puede pedir a los futbolistas que resuelvan  lo que no está resuelto socialmente (Dietz, Dauger, y Blanchard, 2016). Es decir,  el deporte no puede solucionar lo que no ha solucionado y le corresponde
		solucionar a la sociedad en general.
		En respuesta a las declaraciones de Bach sobre la neutralidad de las
		olimpiadas, la periodista deportiva Nancy Armour (2020) las caracterizó como “la  mayor de las hipocresías” y recordó algunas acciones realizadas por el mismo  Bach. Por ejemplo, cuando Corea del Norte y Corea del Sur anunciaron la  probabilidad de participar como una sola entidad en los Juegos de Invierno de  Pyeongchang 2018, el directivo expresó que ojalá los Juegos “estén abriendo una  puerta hacia un futuro más brillante para la Península Coreana” (Armour, 2020);  o, cuando los mismo países propusieron una candidatura conjunta para albergar  las olimpiadas en el 2032, el alemán proclamó que era “un paso hacia adelante  en mostrar cómo el deporte puede, una vez más, contribuir a la paz en la  Península de Corea y en el Mundo” (Armour, 2020). Así, la periodista finaliza
		acusando que, en realidad, no es la mezcla de la política con el deporte lo que  molesta a las autoridades, sino el cruce del deporte con las posturas políticas que  no les gustan a ellos. Si Bach y el COI –junto con demás directivos, gobernantes
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		18 En ambos casos, los países llegaron a amenazar con fuertes sanciones a sus deportistas en caso  de que intentaran participar en los certámenes
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		y autoridades deportivas– tienen su forma de buscar hacer del mundo un lugar  mejor, ¿por qué no reconocen, respetan y permiten que los atletas también lo  hagan a su manera?
		Entonces, si es evidente que el argumento de la neutralidad política de  deporte es difícil de sostenerse, ya que, constantemente, es utilizado a favor de  una agenda política particular de grupos y personajes dominantes, ¿con qué otro  se les ha de negar a las y los jugadores la realización de manifestaciones políticas  en los eventos deportivos? Y si el deporte ha sido, a su vez, un espacio donde a  las y los atletas se les explota, se les oprime y se les abusa de diversas maneras –
		como se vio en el apartado anterior–, el deporte debería ser, también, un espacio  de reivindicación y de resistencia.
		Sobre esta cuestión, el movimiento GlobalAthlete19(2020) –el cual se  posiciona por una abolición definitiva de la Regla 50 por considerarla violatoria a  los derechos humanos– ha mencionado que:
		Si los atletas quieren alzar la voz –en la medida en que respeten los derechos  y las libertades de los demás delineadas en la Declaración Universal –  deberíamos escucharlos [...] Silenciarlos nunca debería ser tolerado, y  amenazarlos con su remoción de los Juegos Olímpicos es otro signo del poder
		desigual entre los líderes del deporte y los atletas.
		Asimismo, como ya fue mencionado, la gran mayoría de las protestas y  manifestaciones realizadas en los eventos deportivos suelen ser en defensa de las  cuestiones más básicas de la dignidad humana: por la igualdad, contra la  discriminación, la xenofobia o la homofobia, a favor de la libertad, la autonomía  o la independencia, entre otras. Suelen hacer referencia a luchas políticas y  sociales de reivindicación y resistencia. Gran parte de los fenómenos contra los  que se posicionan, los sufren y padecen, e incluso con más fuerza, dentro del
		deporte y del terreno de juego. Armour (2020), nuevamente, lo dice de manera  inmejorable:
		La ironía reside en que, por lo general, los atletas a quienes los líderes del  deporte han tratado de silenciar en cierto momento son considerados como  destacados ejemplos de rectitud y virtud –y son venerados por ello– una vez  que la historia se pone al corriente20 .
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		19GlobalAthlete es un movimiento internacional dirigido por atletas que buscan reducir la gran  brecha de poder existente entre directivos y deportistas para dar voz a estos últimos en el mundo  deportivo, exigiendo cambios en la manera en que se dirige y administra el deporte a nivel  mundial.
		20 Fue hasta el 2019 –51 años después de los eventos– que, tras vivir décadas de sanciones,  marginación y maltrato, Smith y Carlos fueron reconocidos por el Comité Olímpico de Estados  Unidos y fueron integrados al Salón de la Fama, honor que les fue concedido por su “carácter, su  conducta y sus contribuciones fuera del campo, así como por sus logros atléticos” (Armour, 2019).
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		Asumir que los recintos deportivos no son los lugares para manifestarse,  expresarse o protestar políticamente, es perpetuar o promover la ilusión de que  el deporte es un universo completamente independiente al resto de la sociedad,  un cuento de hadas en el que los problemas y conflictos sociales que afectan a la  colectividad a la que dicho deporte pertenece no existen también en él. Es no  querer ver que las formas en las que nos relacionamos –y sus consecuencias –  fuera del deporte permean y dominan las formas en que nos relacionamos dentro  del deporte también. Equivale a ignorar el hecho de que el deporte no sólo refleja  o reproduce dichos conflictos, sino que, al hacerlo, los perpetúa, fortalece y
		disemina (sin dejar de lado que, en determinadas circunstancias, también ahí  pueden transformase, reconstruirse o resignificarse). De esta manera, la protesta  en el deporte no es una cuestión de indisciplina, es una cuestión de lucha,  resistencia y dignidad.
		Llegado a este punto, tras haber hecho este breve recorrido entre ambas
		posturas, se puede asegurar que el argumento que mejor libra las críticas y  aunque apenas logra sostener la justificación de la regla es el de la finalidad  práctica. Creo que es difícil no estar de acuerdo con –o por lo menos no reconocer  la ineludible necesidad de– dicha finalidad: que el encuentro deportivo, el fin  último de la razón de estar ahí, se realice. Sobre todo porque resulta evidente
		que, de permitirse libremente las manifestaciones, expresiones y protestas  políticas en los terrenos de juego por parte de los deportistas, nos veríamos ante
		una imparable oleada de ellas, las cuales serían de toda índole. Desde las más
		legítimas y que no afecten la realización del evento, hasta las más disruptivas y  cuestionables desde un punto de vista ético. Sin dejar de mencionar que no  faltarían algunos grupos –tanto internos como externos– que la aprovecharían al  máximo en busca de ciertos intereses, poniendo en riesgo la realización de los  encuentros. Así, se hace difícil abogar por una cancelación definitiva de dichas  reglas. Incluso, de cierta manera, estas terminan siendo necesarias no sólo para
		que pueda protegerse o salvaguardarse la practica misma de la actividad  deportiva, sino –y más importante– para que las manifestaciones, expresiones y  protestas políticas conserven su carácter subversivo y disruptivo; y, así, preserven  su sentido.
		Sin embargo, esto no quiere decir que ahí cerremos el caso y abandonemos  el tema. Al contrario. Si esta prohibición y penalización no puede ser suprimida  porque amenaza la realización deportiva misma, lo que sí podemos es celebrar  su desobediencia e incumplimiento, celebrar cuando aparecen esos actos de valor
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		Por su parte, Peter Norman –quien en represalia fue excluido de los Olímpicos de Múnich 72 a  pesar de haber dado la marca clasificatoria y no fue invitado a los Juegos que se llevaron a cabo  en su país, en Sídney 2000– falleció en el 2006. En 2018 fue galardonado póstumamente con la  Orden del Mérito por parte del Comité Olímpico Australiano (AOC), otorgada a quienes obtienen  unméritonotableen el mundo del deporte. En la ceremonia, el presidente del AOC mencionó
		que nunca debe olvidarse la valiente postura que tomó Norman aquel día. Seis años antes, en  2012, el Parlamento australiano “pidió perdón a Norman por no haber reconocido su rol  inspirador antes de su fallecimiento” (BBC, 2018).
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		y dignidad que son siempre tan necesarios. Y cuando sucedan –en vez de  condenar o escandalizar– escuchemos y atendamos las demandas. Actuemos, de  manera colectiva y organizada, para contribuir a su discusión y posible solución.  Celebremos a Colin Kaepernick al hincarse, durante el himno nacional  estadounidense que suena previo a los encuentros, en contra de la brutalidad  policiaca, la injusticia y la sistemática opresión racial en su país, y que siempre se  mantuvo firme a pesar de las críticas, las sanciones y las bien conocidas  consecuencias que le atrajo dicha acción. A la velocista Cathy Freeman en los  Commonwealth Games de 1994, quien, después de celebrar su oro en los 400
		metros con la bandera de los pueblos aborígenes de Australia, fue advertida por  el jefe de la delegación australiana que no lo volviera a hacer si no quería ser  enviada de vuelta a casa. Días después, cuando ganó los 200 metros, repitió el  acto21. Al beisbolista Carlos Delgado, quien, en protesta contra la invasión a Irak,
		se retiraba del campo durante el GodBlessAmericaque se reproducía durante el  intermedio de la séptima entrada de cada partido. Al ver a Megan Rapinoe  hincarse durante el himno antes de los partidos porque considera que es  responsabilidad tanto suya como de los demás “asegurar que la libertad esté  garantizada para todos” en los Estados Unidos, y que simplemente no puede  “aceptar la opresión que este país permite contra su propia gente” (Rapinoe,
		2016). Al etíope Feyisa Lilesa que, al llegar a la meta en segundo lugar durante el  maratón de Río 2016, levantó sus brazos y cruzó sus muñecas en señal de protesta
		contra la represión y persecución política que sufría la gente de su etnia, los
		Oromo22. A la lanzadora de martillo estadounidense Gwen Berry al hincarse  durante la premiación en los Panamericanos de Lima 2019 en protesta contra el  racismo, en específico, y las políticas del presidente Trump, en general. Al árbitro  mexicano Adalid Maganda hincado y a aquellos jugadores, como el franco -  maliense Marega o el camerunés Eto’o que, ante cánticos o gritos racistas por  parte del público o sus rivales, abandonan dignamente el campo a mitad del
		juego, a pesar de los esfuerzos de sus compañeros que intentan convencerlos de  que no lo hagan, como diciéndoles que es algo sin importancia. O al equipo de  los Phoenix Suns de la NBA, que en señal de apoyo a la población migrante y en  protesta contra la ley antimigración en Arizona, salió a un partido con la leyenda  Los Suns en su playera. Y a tantas y tantos más. Y conmemoremos, siempre que
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		21 Al día de hoy, la velocista es reconocida como una impulsora de la reconciliación del Estado
		australiano con los pueblos aborígenes. En Sídney 2000, Freeman fue la encargada de encender  el pebetero y, días más tarde, conquistó los 400 metros planos. En el 2007, ya retirada de las  pistas, estableció la Fundación Cathy Freeman, la cual trabaja con comunidades índígenas remotas  en busca de reducir la gran brecha educativa existente entre australianos indígenas y no -  indígenas, brindado incentivos y facilidades para que los primeros puedan asistir a la escuela.
		22 Posterior a este acto, Lilesa tuvo que huir de su país, pues recibió amenazas de muerte, además  de que le fue negado el premio económico correspondiente por haber sido medallista olímpico.  Dos años después, con un nuevo primer ministro en el país, Lilesa pudo volver y le fueron  devueltos su premio y reconocimiento correspondientes.
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		se pueda, a los ya míticos Smith, Carlos y Norman, quienes, a pesar de no ser los  primeros, sentaron un precedente invaluable en la lucha por los derechos, la  justicia y la igualdad por medio de la protesta y las expresiones políticas en el  deporte. Vale la pena mencionar que varios de las y los atletas aludidos  previamente –y muchos más– lograron no sólo visibilizar su demanda, sino  impulsar acciones para avanzar hacia su cumplimiento y, hoy día, son reconocidos  y valorados por ello.
		Celebremos, escuchemos y atendamos a todas y todos aquellos deportistas  que, aun conociendo las sanciones deportivas, institucionales y sociales a las que
		se atienen, se atreven a manifestarse. Aquellos y aquellas que, sabiendo que  ponen en peligro su carrera deportiva a la cual han dedicado prácticamente toda  su vida, levantan la voz por tantos millones en el planeta, a quienes el mundo  nunca les ha hecho j usticia.
		Así las cosas, sin duda seguiremos atestiguando manifestaciones y
		expresiones políticas que se posicionan a lo largo del amplio espectro de los  valores, las demandas y exigencia sociales. Quedará en nosotros posicionarnos y,  como decía Galeano (2017), saber “elegir en el eterno combate entre los indignos  y los indignados” (p. 28).
		Nota 1: Recientemente, a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd  a manos de la policía, tuvo lugar un fenómeno interesante. Ante las masivas  manifestaciones ocurridas a nivel nacional e internacional por su asesinato y
		contra el imperante racismo en general, varios deportistas profesionales se
		unieron a la exigencia de justicia y realizaron diversos posicionamientos  antirracistas. En un principio, lo hicieron a través de sus perfiles en redes sociales,  en entrevistas o comunicados; posteriormente, aquellos deportistas en cuyos  países se empezaron a reanudar los eventos deportivos –en el contexto de la  pandemia por Covid-19– trasladaron sus reclamos a la cancha. Unos de los  primeros fueron los futbolistas del Borussia Dortmund de la Bundesliga, quienes  mostraron un mensaje en una playera bajo su uniforme que rezaba Justice for  GeorgeFloyd. Terminado el encuentro, la Federación Alemana de Futbol (DFB)  anunció que analizaba el caso y la posibilidad de imponer sanciones. Ante el  reclamo y críticas generadas hacia la DFB, la FIFA decidió intervenir, exhortando  a las federaciones a que se mostraran comprensivas ante la situación global.  Después de todo, no fueron sancionados. Con el paso de los días, más deportistas  se sumaron, con igual permisividad. Incluso, durante algunos partidos entre los  equipos ingleses pertenecientes a la EnglishPremierLeague, los jugadores  portaron en su dorsal la leyenda Black Lives Matter, en vez de sus respectivos  nombres. Otros más, antes de iniciar los encuentros, se hincaban durante un  minuto. Durante aquellas semanas, en Estados Unidos se eliminó una regla que  obligaba a las y los deportistas a permanecer de pie durante el himno, regla que  fue adoptada a raíz de las protestas de Kaepernick y Rapinoe. Además, el actual  presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ha expresado su apoyo a las protestas en  el campo hechas por futbolistas (AP, 2020b). Al final, el tiempo dirá si esta
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		flexibilidad es solamente coyuntural y calculada –para evitar críticas,  cuestionamientos y exposiciones mediáticas innecesarias– o si podría ser el inicio  de alguna flexibilización o reforma más permanente a la regla.
		Nota 2: No quisiera dejar sin mencionar que, a veces, la protesta y las  exigencias de ciertas demandas en el deporte no implican forzosamente irrumpir  en el encuentro o alterar su curso. Muchas de las más grandes y efectivas  protestas y posicionamientos se han llevado a cabo haciendo justamente lo  contrario: realizándolo, llevándolo a buen término. Uno de los eventos más  emotivos y trascendentes que se recuerdan en la historia del deporte –y de los
		maratones específicamente– fue cuando Kathrine Schwitzer se registró,  haciéndose pasar por hombre, al maratón de Boston en 1967, cuando no se les  permitía a las mujeres participar oficialmente registradas. Al ser descubierta, el  personal organizador y de seguridad intentó detenerla y retirarla; sin embargo,  su esposo, amigos, y otros corredores lo impidieron, escoltándola hasta la meta23 .  Tras ese acontecimiento, y debido a la creciente presión existente, en 1971 se  abrió la rama femenil en los maratones. También está el llamado Juego de los  Sexos de 1973 en el tenis, donde Billie Jean King derrotó a Bobby Riggs, quien  había mencionado que la calidad de la rama femenil no era tan buena y no valía  lo mismo que la varonil. Este episodio es considerado un hito en la aceptación
		del tenis femenil. Por último, no hay que olvidar al mítico afroamericano Jesse  Owens, quien –ganando cuatro oros en atletismo en los Olímpicos de Berlín 1936
		– le mostró a Hitler, y al régimen nazi en general –quienes buscaban utilizar los
		Juegos como muestra de la supremacía aria–, lo equivocado y ridículo de sus  convicciones. Las anteriores son una especie de posicionamiento político  implícito, los cuales hacen del deporte “uno de los pocos lugares donde los  invisibles pueden todavía hacerse visibles, aunque sea por un rato, en tiempos  donde esa hazaña resulta cada vez menos probable para las personas pobres y  los países débiles” (Galeano, 2017, p. 205).
		Y ojalá que, de paso, la reflexión sobre estas cuestiones nos lleve, ya de una  buena vez, a desterrar la simplista y superficial idea de que el deporte es el opio  de los pueblos, la cual, increíblemente, sigue estando presente en el pensamiento  de amplios sectores sociales, y que sin duda se ve reflejada, a la vez que reforzada,  en ámbitos como los académicos o literarios, entre otros. Por ejemplo, es bien  sabido que Borges despreciaba el futbol. Y, por otro lado, Angelotti (2010) – sin  dejar de reconocer su aguda crítica a la influencia del proceso capitalista en el  deporte moderno– señala que para muchos de los teóricos neomarxistas “la  verdadera función política de estas actividades físicas –la razón por la que habían  sido creadas y el motivo de su expansión– estaba en su capacidad de distraer a
		los trabajadores y al proletariado en general” (p. 60). Aunque no hay que olvidar
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		23 En esa misma competición, y en la del año anterior, otra mujer, llamada Roberta Gibb, también
		había corrido y terminado exitosamente la carrera. Sin embargo, lo había hecho sin número, es  decir, sin haber estado formalmente inscrita. Ella es reconocida como la primera mujer en  completar el Maratón de Boston.
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		que a otros, como a Gramsci, les encantaba el futbol. El italiano veía en este el  reflejo de la sociedad individualista contemporánea producto del modo de vida  capitalista, donde el movimiento, la competición y la lucha se encuentran  reguladas por la lealtad (Gramsci, 2009), y lo definió como “el reino de la lealtad  humana ejercida al aire libre” (Gramsci, citado en Galeano, 1995, p. 37).
		Hecho este recorrido, se hace evidente que, si de verdad quisieran contribuir  y promover una sociedad más justa, integrada y pacífica por medio del deporte,  el COI, la FIFA, WorldAthletics(antes IAAF), Nikey todos los demás gigantes que  dominan el mundo del deporte profesional, tienen mucho que hacer en muy  diversos ámbitos, y podrían empezar por alguno de los temas mencionados
		anteriormente. Antes de estar realizando sus campañas defairplay, y de defender  a ultranza el olimpismo, deberán reconocer que mientras todas estas  desigualdades e injusticias persistan, sus campañas se tornan absurdas e  inservibles, por decir lo menos.
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		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020) ISSN 2448- 7317
		FUTURO(S) Y MODERNIDADES MÚLTIPLES
		***
		FUTURE(S) AND MULTIPLE MODERNITIES
		Gustavo Serrano Padilla 1
		Sección: Disertaciones  Recibido: 19/08/2020  Aceptado: 21/09/2020  Publicado: 04/12/2020
		Resumen
		En el presente trabajo se pretende abordar la problemática del tiempo futuro a partir  de la noción de modernidades múltiples desarrollada por el sociólogo Shmuel Noah
		Eisenstadt. A través de la noción de modernidades múltiples se argumentará que la  propia noción de futuro conceptualizada en la modernidad ha sido matizada de  diferentes formas en las diversas sociedades en las que se ha adoptado dicho  modelo. Para cumplir con los objetivos de este texto se propone seguir una línea  expositiva en tres pasos: mostrar cómo aparece la noción de futuro en la  modernidad y el cambio cualitativo que este supone frente a ideas previas del  mismo; explorar la noción de modernidades múltiples tal y como ha sido trabajada  por Eisenstadt y retomada por diversos pensadores; argumentar cómo es que a raíz  de dicha argumentación es posible pensar en temporalidades múltiples y, por
		consiguiente, en futuros diversos que se encuentran en disputa.
		Palabras clave: Historia; utopía; esperanza; multiplicidad; civilizaciones
		Abstract
		The present work aims to address the problem of the future tense from the notion  of multiple modernities developed by the sociologist Shmuel Noah Eisenstadt.
		Through the notion of multiple modernities, it will be argued that the very notion of  the future conceptualized in modernity has been nuanced in different ways in the  various societies in which this model has been adopted. In order to fulfill the
		1 Estudiante de la maestría en Estudios Políticos y Sociales, UNAM. Correo: gustavosp94@outlook.com
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		objectives of this text, it is proposed to follow an exposition line in three steps: to  show how the notion of the future appears in modernity and the qualitative change  that this implies compared to previous ideas of it; explore the notion of multiple  modernities as it has been worked on by Eisenstadt and taken up by various thinkers;  argue how it is that as a result of this argument it is possible to think of multiple  temporalities and, consequently, of diverse futures that are in dispute.
		Key words: history; utopia; hope; multiplicity; civilizations
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		I. Breve historia del futuro: modernidad e historia
		Se suele llamar futuro a ese tiempo que tenemos “por delante”, a lo que “todavía  no es” y que, en sentido estricto, nunca termina por ser, puesto que en el  momento que acontece se vuelve presente. Resulta fácil pensar que, al igual que  nosotros, todas las generaciones y sociedades pasadas han tenido ante sí un  futuro hacia el que se orientan las acciones del presente. Sin embargo, tal y como  lo menciona Lucian Hölscher (2014), la idea de futuro es relativamente reciente ,
		al menos el futuro tal y como lo entendemos hoy en día. Podría decirse que  siempre hubo acontecimientos futuros que se debían esperar, pero no siempre  existió la idea de un tiempo como flujo homogéneo que discurre y sobre el que  acabarán asentándose dichos acontecimientos. Resulta dudoso que antes de  comenzar la era Moderna existiera este imaginario respecto al tiempo mismo que  posibilita la conceptualización de un futuro como espacio abierto e  indeterminado para la acción. Esta idea resulta un tanto extraña ya que las  diversas ideas de futuro a lo largo de la historia han sido poco estudiadas por la  ciencia histórica2 .
		En cualquier caso, es posible asumir que el concepto de futuro moderno se
		forma apenas en los siglos XVI y XVII, en Europa occidental y emparejado con la  propia noción de historia que se empieza a gestar en la época. Dicha noción de
		historia concebía, por primera vez, el devenir histórico como un proceso
		coherente de desarrollo de la humanidad (Hölscher, 1999; Koselleck, 2016). La  historia, en este sentido, dejaba de ser una simple narración de lo factualmente  acontecido y pasaba a formar parte de una conciencia histórica, de devenir en el  transcurso del tiempo.
		Una descripción histórica del propio concepto de futuro no debe ser una  mera presentación acumulativa de las diversas ideas, imaginarios y
		conceptualizaciones que se han hecho respecto a él a lo largo de la propia  historia; antes bien se trata de mostrar cómo estos cambios cualitativos se han  ido gestando en un mismo proceso histórico, respondiendo a diferentes matices  de la época y la geografía. Esta descripción está basada en una breve hipótesis, a  saber: que las nociones de futuro no son una constante antropológica o una  facultad innata de la existencia humana, sino una forma de pensar históricamente,  una conciencia del devenir temporal que tiene su origen en los albores de la  modernidad. Esto pone de relieve que la ocupación y relación de la sociedad con  el futuro no ha tenido la misma intensidad en todas las épocas y que, al mismo
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		2 Al respecto conviene señalar el trabajo realizado por Georges Minois sobre Historia del futuro quien  se ocupa, sobre todo, de rescatar las diversas “técnicas predictivas” a lo largo de la historia, no del  cambio del concepto de futuro en sí mismo. Sobre el tema se pueden consultar los siguientes  materiales: Elias, N. (1989). Sobreeltiempo. México: FCE; Koselleck, R. (2016). Historiade conceptos.  Madrid: Trotta; Toulmin, S. y Goodfield, J. (1982). TheDiscoveryoftime. Chicago: University of
		Chicago.
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		tiempo, ha pasado por distintas fases de contracción y expansión (Hölscher,  1999).
		En la época medieval resulta interesante percatarse que los horizontes de  futuro se diferenciaban de los de hoy en día en el sentido de que el propio tiempo  por venir no aparecía como un espacio de tiempo abierto, contingente e  indeterminado; la idea del tiempo que existía era la de un eterno retorno, un ciclo  que tendía a repetirse. El futuro, en ese sentido, aparecía más bien como una  especie de “pasado” que se volvía a hacer presente (Eliade, 2015). Sin embargo,  lo que se sabe al respecto de las orientaciones de futuro en la época medieval
		resulta ser relativamente poco. El cristianismo, por ejemplo, contaba con el  retorno de Cristo a la tierra e incluso con la instauración del “reino milenario”.  Más allá de eso resulta difícil diagnosticar qué expectativas e ideas albergaba la  sociedad medieval respecto al propio futuro, sin embargo, parece dudoso que  dicha sociedad conociera ya un futuro como el que se instaura a partir de la Edad  Moderna, sobre todo porque la idea principal de futuro en la edad media recaía  en lo que se podría denominar “futuro trascendental” (Zimbardo y Boyd, 2009).  Instalado en el reino de los trascendental el futuro de la edad media escapaba al  reino del hombre. Es sólo hasta la modernidad y a través de un largo proceso de  secularización que el mismo concepto de futuro se trastoca y se convierte en un
		futuro mundano.
		La novedad que introduce la modernidad respecto al tiempo futuro no es,  primordialmente el discurso que se gesta sobre las cosas futuras. La característica  principal es, la idea de un futuro como espacio de tiempo, como un periodo en
		el que todas las cosas que “todavía no son” deberán acontecer o en el que, en  todo caso, es posible realizar representaciones de tales cosas. El tiempo moderno,  tal y como lo apunta Josetxo Beriain “se caracterizaría por el ritmo abrupto de  cambio con un futuro lleno de indeterminación” (2005, p. 1).
		En esa misma línea y para ir finalizando este breve apartado conviene señalar
		cuatro características fundamentales que el futuro moderno contiene y que son  señaladas por Ramón Ramos (2017) a partir de una reflexión sobre los trabajos  de Luhmann, Koselleck y Barbara Adam, a saber: el futuro como novedad, la  apertura del futuro, la colonización utópica mediada por los avances tecnológicos  y, finalmente, la idea de una mejora o progreso permanente e indefinido.
		La idea del futuro como novedad enfatiza la asimetría entre el espacio de  experiencias y el horizonte de expectativas (Koselleck, 2012). Así, se asume que  aquello que ha sucedido y que pertenece al espacio de experiencia es necesaria  y cualitativamente diferente de lo que todavía no acontece y habita en el  horizonte de expectativas. El tiempo se alimenta de un flujo incesante de cosas y
		acontecimientos que siempre son diferentes a lo ya conocido. Por su parte, la  apertura del futuro supone —como ya se ha expuesto anteriormente— que el  tiempo por venir es un espacio indeterminado y contingente sobre el cual los  seres humanos tienen un control relativamente pobre puesto que, siguiendo con  el rasgo de la novedad, la sociedad se enfrenta constantemente a elementos
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		desconocidos. En tercer lugar, se puede observar una tendencia hacia la conquista  paulatina de la naturaleza por el hombre a través de distintas herramientas y  avances tecnológicos. El último rasgo, la mejora o progreso permanente, se  refiere fundamentalmente a la idea de un fin y una finalidad de la historia; dicha  concepción fue plasmada, por ejemplo, en cuestiones literarias como la Utopía  de Tomás Moro y en escritos de corte más político y filosófico tales como los tres  estadios desarrollados por Augusto Comte.
		Habiendo expuesto las características o rasgos principales del futuro
		moderno conviene explicitar las ideas centrales y postulados sobre la tesis de las
		modernidades múltiples que han sido trabajados por S.N. Eisenstadt y que han  repercutido en diversas áreas de las Ciencias Sociales para, en el último apartado,  tratar de argumentar cómo es que hablar de modernidades múltiples es, también,  hablar de futuros diversos.
		II. El concepto de modernidades múltiples
		En el apartado anterior se realizó un breve recorrido por la historia y  conceptualización del futuro para intentar argumentar que este —al menos como  lo conocemos hoy en día— resulta ser un producto más o menos reciente cuya
		fecha de aparición puede rastrearse en los albores de la modernidad y que difiere,  cualitativamente, de aquellas otras ideas y conceptos presentes, por ejemplo, en
		la Edad media, así como en las sociedades premodernas.
		Ahora bien, si se asume dicha idea, resulta curioso y a la vez necesario,  plantear el propio problema de la modernidad ya que, como bien lo apunta  Eisenstadt, algunos eventos relativamente recientes de la historia —como la caída  del régimen soviético— han supuesto y moldeado diversas dudas en torno a lo  que entendemos hoy en día por modernidad. Alrededor del mundo y desde  distintas disciplinas se han intentado dar diversas explicaciones respecto a la
		modernidad de cara a las intrigas que estos mismos eventos plantean; algunas  de estas miradas asumen a la modernidad como una etapa histórica superada  abriendo paso a conceptos tales como la posmodernidad, otros tantos prefieren  argumentar que los elementos básicos de la agenda de la modernidad se han
		agudizado dando paso a la hipermodernidad, incluso —y en términos más  radicales— se ha diagnosticado el fin de la historia (Fukuyama, 2006) al asumir  que, después de la caída del régimen soviético, las opciones históricas frente al  capitalismo se habían agotado, resultando así en la culminación de la historia  entendida como ese proceso de cambio en el devenir del tiempo. Quizás en el  sentido opuesto a la visión de Francis Fukuyama se encuentra el trabajo de
		Samuel P. Huntington y el concepto de choquedecivilizacionesen el que se da  por sentado, de manera radical, que el proceso de modernización no conlleva a  un mundo homogéneo y pacificado sino a una lucha entre la civilización  occidental y —siempre en términos hostiles—civilizaciones del medio oriente.
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		Si bien cada una de estas perspectivas resalta diversas características del  mundo contemporáneo y acentúa diversas contradicciones presentes en la  agenda moderna, no es baladí retomar la postura del sociólogo judío S.N.  Eisenstadt quien, frente a tales caracterizaciones, propondrá que, lo que  actualmente presenciamos es el desarrollo histórico de las modernidades  múltiples. Dos ideas resultan básicas de dicho modelo: 1) la modernidad, surgida  en Europa, no se aplica de manera ingenua en diferentes latitudes y civilizaciones;  por el contrario, es de acuerdo a la experiencias histórica de cada una de estas  sociedades que la agenda moderna se adapta, rechaza o se asume de diversas
		maneras; 2) la tensión fundamental de dicha aportación recae entre el
		universalismoy el particularismo, entendiendo que la modernidad, tomada como  una pretensión de universalidad del devenir histórico, no puede ser aplicada en  su totalidad en ámbitos y regiones sin tomar en cuenta lo particular de cada una  de ellas. A lo largo de este apartado se intentará describir punto por punto la  propuesta de Eisenstandt tomando como ejes de orientación las dos ideas básicas  aquí propuestas.
		La idea de modernidades múltiples se sustenta en el reconocimiento de que  la modernidad debe ser vista como una cristalización de un nuevo tipo de  civilización que, al igual que las expansiones de las religiones y los imperios
		antiguos, combinaba una serie de aspectos ideológicos, económicos y políticos  (Eisenstadt, 1999, p. 284). Esto a la vez, genera una nueva tendencia en el
		desarrollo histórico de la humanidad que se puede observar en la generación de
		nuevos marcos y sistemas simbólicos o culturales. La modernidad, surgida en  Europa, se expandió a lo largo del mundo, creando diversas combinaciones que  dieron lugar a marcos basados en las propias premisas básicas de la civilización  que la acuñó, pero también con raíces en la propia agenda de la modernidad.  Cada uno de estos marcos (ideológicos, políticos, económicos y culturales) deben  ser considerados como heterogéneos y multi-centrados, con dinámicas propias
		y, siguiendo una de las premisas básicas de la modernidad, en constante cambio  y relacionándose con otros marcos y modelos. Estas diversas combinaciones  abren diversas opciones y posibilidades, dando como resultado una  heterogeneidad de modernidades o, como bien se puede ir advirtiendo,  modernidades múltiples. Al mismo tiempo esto ha generado que dichas  sociedades puedan resultar parecidas en ciertos aspectos —pues abrevan de  raíces comunes que provienen de la agenda moderna— sin embargo, también  presentan diferencias y matices como resultado de las constantes interacciones  entre diversos marcos, además de que responden a su propia experiencia  histórica. Es en ese sentido que, siguiendo la argumentación de Josetxo Beriain
		(2005), es posible asumir que las modernidades múltiples se encuentran basadas  en una unidaddela diferencia.
		La modernidad original, apunta Eisenstadt, se basaba en dos dimensiones  íntimamente conectadas, a saber, la dimensión estructural que puede ser  entendida como el aspecto organizativo de la sociedad y remite a aspectos como
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		la diferenciación, urbanización, industrialización y ampliación de las  comunicaciones. La segunda dimensión es la institucional, referida al desarrollo  de diversas instituciones dentro de la sociedad moderna; instituciones que, por  cierto, han sido el foco de atención de una gran parte de la teoría social y entre  las que destacan: el nacimiento del estado moderno, las colectividades nacionales  y, sobre todo, el surgimiento de una economía capitalista.
		Ya dentro de la teoría clásica se apuntaba que todos estos aspectos, si bien  podían ser separados analíticamente, resultaban inseparables en el proceso  histórico de conformación de la modernidad (Eisenstadt, 1999). Sin embargo, uno
		de los aspectos más relevantes al pensar dicho proceso consistió en asumir que,  al ser recibida en otras sociedades fuera de Europa, dicha agenda sería  incorporada homogéneamente, dando como resultado una serie de copias  idénticas al programa original. Actualmente los desarrollos dentro de las Ciencias  Sociales muestran que dicha incorporación está lejos de ser un proceso  homogéneo y pacifico; al contrario, dicha combinación depende de las raíces  históricas de las sociedades en cuestión, su anclaje en la tradición e incluso el  momento histórico por el que transcurren.
		A través de un proceso histórico que se ha ido acelerando gracias a la
		globalización es posible asumir que la modernidad se ha expandido en gran parte
		del globo terráqueo, aunque, quizás, a diferentes ritmos, cadencias, velocidades  y matices. Esta expansión no ha dado lugar a una única civilización, sino a
		variaciones de un mismo patrón estructural y cultural. Gracias a ello se han
		desarrollado, por decirlo de alguna manera, distintas civilizaciones o, mejor dicho,  distintas modernidades.
		A este respecto resulta pertinente citar como ejemplo el caso de Estados  Unidos y, quizás el más interesante de todos, el de Japón. Esto no elimina las  diferentes variaciones que se han desarrollado en los últimos años, sobre todo en  la región de América Latina. Los Estados Unidos, tal y como apunta Josetxo Beriain
		(2005), puede ser considerada “la primera civilización completamente  desarrollada que surge de la herencia revolucionaria” (p. 46). Resulta interesante  que el propio mito fundacional haya supuesto la ruptura con la misma tradición  europea y que, sobre todo, haya concebido a la tierra ya no como el campo de  los antepasados, sino como la propia conquista de los colonos que posibilitaba  la apertura de un horizonte cuya utopía se manifestaba en el presente que  siempre se encuentra orientado hacia el futuro. Estados Unidos no representó un  “fragmento de Europa”, al contrario: la particularidad de su orden político radicó  en su conexión fundamental con una identidad colectiva. La revolución  norteamericana fue, sobre todo, un catalizador de esta nueva identidad.
		Por su parte, el caso japonés, resulta atractivo al tomar como ideas centrales  la nación y el progreso durante la era Meiji (Beriain, 2005). Además, fue a través  de las diversas estructuras políticas y nacionales que el proyecto de restauración  en la Era Meiji tuvo su éxito. A esto debe ser agregada la ya conocida  “domesticación del samurái” que, como disciplina militar, ponía el énfasis en la
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		disciplina y en la expectativa del control de deseo a largo plazo. En el proceso de  modernización tardía dentro de Japón esta peculiaridad fue canalizada para  producir una tendencia de armonía entre el sentido e identidad personal con las  diferentes metas y responsabilidades de orden social. En ese sentido — y  siguiendo con la propia exposición de Josetxo Beriain—es preciso resaltar la idea  de que existía un ethos originario dentro de la cultura japonesa, a saber, el  Samurái que, a través de la combinación de autoafirmación, honor y dignidad  logró hibridarse con la agenda de una cierta modernidad, dando paso a una serie  de marcos culturales, políticos e incluso económicos que no se anunciaban dentro
		de la modernidad originaria.
		Sin pretender ahondar más en estos dos ejemplos, resulta pertinente insistir  en que, como se ha tratado de exponer a lo largo de este apartado, son la  experiencia y momento histórico de cierta civilización lo que, junto a la  implementación de cuestiones centrales de la modernidad, abren el camino para  diferentes matices de lo que podríamos denominar como moderno, dejando  atrás la idea de un proyecto homogéneo y totalizador de la sociedad global.  Ahora bien, cabe decir que estos procesos no suponen un desarrollo pacífico,
		por el contrario, ponen en el centro de discusión las antinomias y contradicciones  propias de la modernidad, haciéndolas más evidentes y agudas. Según Eisenstadt
		(1999, p. 286), las primeras tensiones desarrolladas por el programa original de la  modernidad son cuatro: 1) entre una visión totalizante y una concepción diversa
		de la razón y su lugar en la vida social; 2) entre la reflexividad y la construcción
		activa de la naturaleza y la sociedad; 3) entre diferentes perspectivas sobre la  experiencia humana; 4) entre el control y la autonomía.
		Dichas antinomias se hacían presentes en la arena política generando  diversas críticas gestadas dentro del propio programa o bien desde fuera de este.  La crítica más extrema a la agenda de la modernidad negaba la posibilidad de un  anclaje del orden social moral especialmente en el aspecto referido a la
		autonomía de los individuos y el papel que jugaba la razón. Del otro lado, la crítica  interna, subrayaba el desarrollo de las sociedades modernas desde el punto de  vista de las premisas sociales y culturales y resaltaba la confrontación entre el  supuesto desarrollo de la autonomía frente a la pesadumbre del control, así como  el dislocamiento entre diferentes sectores de la sociedad a raíz de la profunda  industrialización del campo y las ciudades.
		Uno de los mejores ejemplos de las distintas contradicciones y antinomias  del programa moderno se puede localizar —en clave poética—dentro de la obra  del francés Charles Baudelaire, especialmente en Las flores del mal de 1857 y El  pintor de la vida moderna de 1863. A lo largo de su obra el poeta francés, como  un flâneurde la época distingue entre la maravillosa artificialidad de las grandes  urbes frente a la decadencia de aquellas clases desfavorecidas, de los barrios  bajos, de los burdeles. En ese mismo sentido, pero ahora en clave sociológica, se  encuentra la obra de Georg Simmel quien, en su pequeño texto sobre la  metrópoli y la vida mental deshilvana y analiza el impacto que tuvo el proceso de
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		industrialización dentro de las identidades, comportamientos y actitudes de las  personas (Simmel, 2016).
		Estas contradicciones, ubicadas ya en la agenda original de la modernidad,  prevalecieron y repercutieron en constelaciones y dinámicas institucionales  presentes en diferentes sociedades modernas. Junto a la expansión de las  civilizaciones modernas en contactos como América e incluso Asia y las dinámicas  de constante desarrollo de diversos marcos internacionales surgieron nuevos  elementos que resultaron fundamentales en la constitución de modernidades  múltiples. De especial importancia fueron los elementos presentes en
		civilizaciones no occidentales ya que, gracias a la diferenciación de estos patrones  con los propuestos por la agenda de la modernidad europea, se generaron  diversos desafíos a las esferas política e ideológica a las hegemonías existentes.  Tal y como se mencionó anteriormente, la apropiación de los elementos  centrales de la modernidad no implica una aceptación pasiva de dichos  elementos, se necesita de un selección, reinterpretación y reformulación de  dichas raíces de acuerdo con la experiencia histórica y el aspecto tradicional de  las diferentes sociedades. Esto no genera una simple copia de los patrones  institucionales y culturales, sino un desarrollo y reconstrucción de dichos modelos  que permiten la formación de nuevos elementos que tienden a reconfigurarse y
		reinterpretarse. Dicha selección y reinterpretación puede generar múltiples  énfasis en distintos elementos de la matriz moderna original. Las tensiones y
		conflictos de dicho proceso no se relacionan tanto con los programas culturales
		como con los problemas en el ámbito político e institucional de las sociedades  que puede ser relacionado, sobre todo en la composición básica de la política y  su tensión fundamental, a saber, “entre la política normal o revolucionaria, la  voluntad general o la voluntad de todos, entre la sociedad civil o el estado y,  finalmente, entre el individuo y la colectividad” (Eisenstadt, 1999, p.289).
		Uno de los elementos centrales en la constitución de estas múltiples
		modernidades es, según Eisenstadt (1999) las “cosmologías” de cada civilización,  así como los patrones ya existentes de instituciones que surgieron como  resultado de la sedimentación a través del tiempo de distintas experiencias e  interacciones entre civilizaciones. La interacción persistente entre estos  elementos generó cambios en las dinámicas básicas y las premisas culturales de  la modernidad, diferenciándose y reinterpretándose continuamente.
		Como se ha podido ver el desarrollo del concepto de modernidades múltiples  trabajado por S.N. Eisenstadt resulta ser un punto de vista atractivo y sugerente  que permite mirar y plantear preguntas respecto a la sociedad actual desde  ángulos diferentes. Al asumir la existencia de las modernidades múltiples se opera
		un cambio en el panorama histórico, se posibilita una apertura de horizontes a la  vez que plantea y agudiza algunas de las cuestiones fundamentales dentro de la  teoría social. En este apartado se mostró un panorama muy general sobre dicha  teoría, pues a partir de ella, siguiendo sus postulados básicos, en el siguiente  apartado se intentará argumentar que pensar en modernidades múltiples es,
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		también, pensar en futuros diversos en el entendido previo que éste (el futuro)  es un producto reciente cuyo origen se puede datar en los albores de la  modernidad.
		III. Modernidades múltiples, futuros diversos
		A lo largo de este breve texto se ha propuesto conjugar la problemática en torno  al tiempo futuro con la tesis de las modernidades múltiples sostenida por S.N.  Eisenstadt. En este último apartado se pretende, a partir del contexto
		anteriormente mencionado, esbozar la idea de que en la sociedades  contemporáneas ya no es posible hablar de un único futuro que remite al  programa original de la modernidad Europea; al contrario, a partir del  presupuesto sobre modernidades múltiples se argumentará que también existen  futuros diversos y, muchas veces, futuros en disputa; lo que conlleva hablar,  necesariamente, del futuro como un terreno de lucha en los ámbitos y marcos  culturales, políticos y sociales.
		Si el futuro como horizonte abierto de posibilidades, junto a la sem ántica
		asociada a él en la forma del progreso a través de la modernización fue uno de  los elementos centrales en la concepción del tiempo inaugurada dentro de la
		modernidad, resulta interesante observar y conjeturar cómo es que esta idea  básica se ha ido modulando a lo largo y ancho de diferentes latitudes en las que
		se ha pretendido adoptar el programa de la modernidad. Evidentemente no se
		concibe de igual forma el futuro en Europa central que en los Estados Unidos e  incluso en América Latina; con matices más agudos o incluso con mescolanzas  entre la tradición y el progreso estos diversos futuros han aparecido a lo largo de  la historia de las sociedades modernas o en vías de modernización. Uno de los  ejemplos más básicos de esto último se puede observar en la discusión que
		Ramón Ramos Torre expone en torno a los Futurosclimáticosendisputa (2018);
		si bien algunas ideas del futuro y el progreso están íntimamente relacionadas con  el dominio y explotación de los recursos naturales, muchas otras apuestan por la  conservación de dichos elementos de cara a la inminente crisis ambiental que se  vive globalmente: la tala indiscriminada de bosques, las cantidades industriales  de desechos que se arrojan a los ríos y demás se enfrentan a posturas ecológica s  que buscan establecer un tipo de vida sustentable que permita encarar un futuro  amenazador.
		Dichas disputas no sólo se dan en el terreno del cambio climático y la  amenaza ecológica, incluso en el terreno práctico de la vida cotidiana se pueden  encontrar discursos que difieren en mayor o menor grado de aquellos rasgos
		fundamentales del futuro. El propio Ramón Ramos (2017), en una investigación  empírica realizada en España, comprueba cómo es que a través de diferentes usos  discursivos el futuro se dota de una carga negativa o, para decirlo sucintamente,  alejada de los rasgos característicos como la novedad o el progreso ilimitado.  Lejos de que esto sea una muestra más de ese posmodernismo catastrófico
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		(Ramos, 2017) que tiende a diagnosticar la paulatina desaparición del horizonte  del futuro o su reemplazo por un presentismo agudizado, da la impresión que  esto no es más que un síntoma o un anuncio de un posible desdoblamiento de  diversos futuros que no se rigen necesariamente por aquellos rasgos  predominantes en la modernidad Europea sino que tal y como pretende la teoría  de las modernidades múltiples son un producto del propio momento y  experiencia histórica de las sociedades en las que se dan.
		Que la historia terminó no es más que una mirada simple ante la complejidad  del mundo y ante diversas manifestaciones o desdoblamientos del propio
		tiempo. Del mismo lado se localizan aquellas posturas según las cuales el futuro  ha colapsado o se ha agotado y resulta insuficiente para orientar la acción del  presente. Más valdría advertir que hoy en día, ante diversos procesos que se han  gestado históricamente de acuerdo con diversas experiencias en el tiempo, el  futuro se ha matizado de distintas formas en diversas latitudes. Antes que  diagnosticar el fin de este sería necesario prestar atención a sus diversas  transformaciones y desarrollos, así como a los diferentes discursos que de él se  elaboran y reinterpretan.
		El futuro no puede empezar, decía Niklas Luhmann (1992), y no puede hacerlo
		porque es una instancia en la que se contrastan los que esperábamos que
		aconteciera (futuros pasados) con lo que esperamos pueda ocurrir (futuros  presentes). Es un tiempo de contrastación caracterizada por las diferencias en los
		matices y profundidad de cada uno de sus rasgos, tal y como lo muestra la teoría
		de las modernidades múltiples. Una problematización efectiva en torno al  problema del futuro necesita asumir que dicho tiempo no es unidimensional y  perteneciente a una sola agenda (aquella de la modernidad tradicional), sino que  a lo largo de la historia ha sufrido reinterpretaciones, agregados y eliminaciones  de aquellos rasgos fundamentales y distintivos con los que se inauguró.  Problematizar el futuro exige una conciencia de su complejidad y multiplicidad;
		conciencia que es alimentada con toda una serie de reflexiones provenientes de  la teoría de las modernidades múltiples y que invitan a reflexionar sobre el  carácter diverso o el desdoblamiento de la modernidad original. Cierto es que, tal  y como menciona Eisenstadt (1999) aún se comparten coordenadas generales,  sobre todo dentro de una sociedad global (la preocupación por el cambio  climático, por ejemplo), sin embargo, desde diversas latitudes el futuro se  manifiesta a través de distintos recursos y discursos fruto del propio momento  histórico en el que se habita.
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		REFERENCIAS
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		Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional .

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		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020) ISSN 2448- 7317
		RESEÑA: González, M. (2019). Psicología de las masas en las  campañas políticas de México, 2006, 2012 y 2018. México: UAM  Iztapalapa.
		Javier Rincón Salazar 1
		Sección: Reseñas  Recibido: 10/06/2020  Aceptado: 10/07/2020  Publicado: 04/12/2020
		El texto aborda una de las problemáticas más trascendentes de la psicología  social. El que concierne al comportamiento que exhiben las multitudes y su  transformación en masas humanas. La investigación que se elabora se centra en  la observación del cierre de las campañas políticas, en el marco de las elecciones
		presidenciales en México, en tres periodos diferentes. Los últimos tres sexenios.  En cada campaña se presenta la narrativa de lo observado en los eventos que  realizan cada una de las fuerzas políticas más encumbradas del país.
		La investigación ofrece testimonios fotográficos de lo acontecido y señala los  aspectos que considera más destacables, donde las creencias se erigen como el
		fondo más significativo del entramado. Pero son los símbolos, las emociones y  las imágenes (esto último como parte del pensamiento social) las que le otorgan  contenido a su expresión. Ellas son acompañadas de un ritual de organización
		para el arribo, de la disposición del escenario, de un plan de amenidades y  entretenimiento, así como la presentación del candidato o candidata que  contiende y aparece en la boleta electoral. Se trata de un espectáculo poco  original en su montaje, pero original e irrepetible por su circunstancia.
		Cabe remarcar que la lectura es sumamente sencilla, el autor al tomar el tema  de la psicología de masas, no la describe con tecnicismos ni vocabulario de la  disciplina, lo hace con ejemplos tan cotidianos que, aunque uno no sea psicólogo  social o no conozca del tema, al leer va entendiendo en cada párrafo leído los  cimientos de la teoría y la idea central de la psicología de masas.
		El tema central de la ceremonia se asienta en los augurios por el cambio  social. Igualmente, por la justicia, la modernidad y la urgencia de llevar a cabo los
		1 Egresado de la licenciatura en Psicología Social de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad  Iztapalapa, Ciudad de México. Correo electrónico: hoomy_21@hotmail.com .
		Javier Rincón Salazar
		ajustes necesarios y lograr una nación más dinámica, más equitativa y con mayor  progreso. Las líneas que se presentan constituyen la filosofía de un plan de  trabajo de los partidos, que se proclama como un catálogo de imágenes que  emergen de los diversos grupos, sectores, organizaciones, gremios, generaciones.  Y que ahora se presenta como la estrategia política donde se trata de vencer a  algo y a alguien.
		La fundación o ampliación de la democracia, parece, es el fenómeno que  moviliza a las multitudes. Aunque en un país tan plural, su contenido puede tener
		gran diversidad de definiciones, alcances y repercusiones. Para los ciudadanos lo  que importa es que se genera un espacio de diferenciación y la promesa de los
		viejos ideales, las añejas demandas incumplidas y de nuevas solicitudes que  invocan al futuro, bien lo señala cuando escribe, “la masa vive la ilusión como  realidad” (p. 60). En cualquiera de los casos la pluralidad de la sociedad permite  la coexistencia de diversas rutas para la ilusión.
		El libro contiene tres apartados. El primero de corte teórico donde se delinea  la conceptualización de la psicología de las masas y su líder. Esto es la manera de  analizar la psicología de las multitudes. Fenómeno que busca ser comprendido
		en la vida política contemporánea. En este apartado se hace una relatoría de  autores, modelos, debates que contribuyen a definir la psicología de las
		multitudes contemporáneas.
		En este apartado se apoya en la idea de pensamiento social, la comunicación  y la modernidad para entender el cambio que hay dentro de la cultura, para la  transformación de un individuo a ser un integrante de la masa. Da una visión de  una teoría que surge a principios del siglo XX con elementos muy puntuales del  siglo XXI, lo vemos cuando nos dice que “la llamada comida rápida es un ejemplo
		de lo masivo y lo inmediato” (p. 31), muestra que en la vida contemporánea de la  modernidad que vivimos vamos de la mano con la idea de estar en una masa.
		Así vemos cómo se ubica su metamorfosis en el tema central del libro, la  formación de la masa. Esta surge de manera simultánea a la presencia del  candidato(a) quien representa diversas ideas, expectativas. Simbiosis necesaria  para su conversión y actividad de aquellos que siguen al candidato en su lucha  de “democracia” y las emociones que el líder desborda, “la voluntad de la masa  se ubica en esta situación afectiva-emocional” (p. 103), llegando así a la cumbre  de una masa en un cierre de campaña.
		El segundo apartado contiene las narrativas del cierre de las campañas de  tres periodos electorales. Los escenarios de las observaciones son realizados en  2006, 2012 y 2018, correspondientes a la sucesión presidencial, suceso calificado  como el ambiente de esperanza, incertidumbre y de grandes expectativas en la
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		Reseña: Psicología de las masas...
		sociedad mexicana. Evento místico que ha permitido grandes cambios como la  revolución mexicana o grandes tragedias como asesinatos o innumerables  fraudes electorales. La narrativa de cada cierre de campaña revela las anécdotas  de los grupos y las personas que llegan a los espacios convocados y asumen una  actitud festiva y de triunfo. Las fotografías dan testimonio de los valores  observados. Nueve narrativas componen el apartado a lo largo de los tres  períodos señalados. Lo que señala una consistencia en la investigación y una  suerte de comparación entre los períodos estudiados.
		Un tercer apartado remata la investigación. En este se analiza la relación del  pensamiento de las masas con la política mexicana. Los significados del cambio
		social a manera de imagen que moviliza a los grupos y otorgan un énfasis a los  procesos electorales. En este apartado se repasan los procesos socio culturales  que predominan en México y que sirven de plataforma en la continuidad de las  creencias. Igualmente, en la formación de otras nuevas. En esa situación afloran  las expectativas ciudadanas en el momento de la interacción con los diversos  candidatos en un intercambio de esperanzas, ilusiones y temores.
		Es importante señalar que el análisis en el que se ubica encuentra elementos  psicosociales: símbolos, imágenes, creencias y emociones. Las cuales le dan
		relación a la vida política en México con la psicología de masas, estos elem entos  dan una estructura analítica, que situándolo en un párrafo es:
		“Todo esto se construye con todas las fuerzas sociales y políticas, con sus pasados y  sus expectativas, pero también con las pasiones y emociones que desata una idea  extraordinaria que promete no solo desarrollo, sino darle sentido al presente, al  pasado y al futuro de los grupos y las personas” (p. 451).
		Finalmente, se presenta una imagen metafórica de la vida política de México. En
		ella se ubica a una pirámide que es rodeada por los habitantes de un lugar  legendario. La imagen busca elegir al mejor hombre (no mujer), que represente a  sus habitantes. La metáfora elabora preguntas y cuestionamientos que deben  responder la psicología social colectiva en conjunción con las ciencias sociales.
		El texto obsequia una reflexión sobre el presidencialismo mexicano, sus raíces  y la imagen que este personaje impone sobre la vida social, política y cultural. No  se busca hacer una prospectiva sobre el futuro de las campañas políticas. Por el  contrario, se busca reconocer los vestigios históricos y culturales que forjan los
		valores y las emociones de un pueblo que arrastra sus inquietudes de la vida  social y cultural a la política, bien lo enmarca con la cita de Le Bon, “con la lógica  sentimental se edifican nuestras creencias, es decir, los factores de la conducta de  los individuos y los pueblos” (p.450).
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		Javier Rincón Salazar
		Para el autor, la psicología de las masas es un proceso integrador de las  distintas vertientes de la psicología colectiva y de otros campos disciplinarios  como la antropología, la sociología y la ciencia política. Igualmente, las distintas  áreas de investigación para indagar el presidencialismo como fenómeno  psicosocial y cultural. La imagen del presidente y de los candidatos(as) al cargo  político, parecen observar como figura de soporte, es la brizna profunda del  pensamiento ciudadano, la que se ubica entre el realismo y los ideales profundos  de una sociedad.
		Producto de un largo recorrido, la psicología de masas parece seguir
		reconociendo en la vida contemporánea, la adhesión de la masa al líder y el culto  a la personalidad. Pero esto no sólo para personajes de la política, sino con  personas del mundo del espectáculo, del deporte, de la ilegalidad, lo que pone  en evidencia los deseos y las carencias del hombre y mujer de la modernidad, “en  el fondo hay una especie de repetición de la sociedad espectáculo” (pág. 445). En  el fondo hay un debate sociocultural e histórico sobre los contenidos que  mantienen los medios de comunicación y su papel frente a los problemas  nacionales y globales.
		En la lectura de este texto se advierte una gran propensión por el cambio  social. Las masas y los líderes lo invocan constantemente. Pero los significados se
		asumen un tanto veleidosos. El autor no deja de señalar el predominio de las
		creencias del ciudadano como el aguijón que moviliza a las masas. Elemento que  permite el ímpetu con el cual el candidato(a) se superpone a la multitud.
		Muchas de las creencias invocadas por la población advierten la acumulación  de deudas. Este aspecto merece resaltarse como un producto de la historia, pero  también como un proceso que anticipa lo posible y lo imaginable en la masa. Los  tiempos que corren parecen señalar las advertencias de una revancha de diversos
		grupos y sectores a partir de la disparidad de los contenidos del cambio social.  Aspecto que rebasa a la psicología social y la obliga a vincularse con otros campos  disciplinarios y teorías específicas.
		Visto como un análisis psicopolítico, el texto hace énfasis sobre las maneras  culturales que posee la vida política. La ligadura de la vida cotidiana con la  creación de la historia de un pueblo. Es decir, la atadura de lo individual y lo  colectivo o de lo cotidiano con lo histórico. Elementos que no son explícitos en el  léxico y expresiones de la masa pero que se pueden alcanzar cuando la política
		no consuma las promesas e ilusiones concertadas.
		El trabajo hace evidente la necesidad de replicar y ampliar las áreas de  oportunidad de la investigación en psicología social colectiva. Si se señalaba un  eclipse de este tema, la investigación demuestra que hay un enorme universo por  analizar. Nos pone en la mesa que la psicología de masas en México del siglo XXI
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		está aún presente, que no se ha agotado el tema de las multitudes, al contrario,  nos abre un panorama que, si bien no es nuevo, lo hace interesante. Y renueva  los modelos psicosociales desde la visión de la psicología colectiva. Lo original de  todo esto es que pone a la cultura y los elementos que esta conlleva como el eje  que mueve a la vida política en este país, y no solo de los cierres de campañas  analizados, sino, desde hace siglos que estos elementos culturales implican la  elección de un líder/ídolo/símbolo nacional.
		REFERENCIAS
		González, M. (2019). Psicologíadelasmasasenlascampañaspolíticasde México,  2006,2012y2018. México: UAM Iztapalapa en coedición con Estampa Artes  Gráficas S.A. de C.V.

		Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional .
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020) ISSN 2448- 7317
		Reseña: Arciga, S. y Sánchez, J. (Coords.). (2019). Psicología  cultural, narración y educación. Ciudad de México: Universidad  Pedagógica Nacional.
		Ma. del Carmen Jaimes Ruiz 1
		Sección: Reseñas  Recibido: 26/06/2020  Aceptado: 31/07/2020  Publicado: 04/12/2020
		Siempre que alguien pone un libro en tus manos, implica un gran reto como  lector. Lo menciono porque no es fácil enfrentarte a un nuevo texto, a una forma  específica de escribir, de comprender y representar al mundo desde la propia
		experiencia de los autores.
		El libro plantea desde el inicio la discusión acerca de la configuración del yo,  considerando los planteamientos de la psicología social, y recupera los aportes  de la psicología cultural, particularmente, los trabajos de Bruner relacionados con  el relato como medio para construir el pensamiento narrativo de los sujetos que  da cuenta de lo que pasa en la cotidianidad. Ambos elementos permiten  comprender el sentido del libro que es rescatar las narraciones de distintos  sujetos que relatan sus historias desde sus experiencias, teniendo como  referentes a la cultura y a la educación: es un libro colectivo articulado por la
		narración.
		El libro Psicologíacultural,narraciónyeducaciónestá organizado en dos  apartados. La primera parte titulada “perspectivas teóricas: cultura, narrativa e  historia” presenta cuatro trabajos de corte teórico–conceptual. El segundo  apartado titulado “las prácticas educativas y relatos de vida” está constituido  también por cuatro contribuciones en donde se recuperan trabajos de corte  empírico, realizados en distintos escenarios sociales en los que se recrean las  narrativas de las experiencias de las autoras.
		El primer apartado demanda, como muchas lecturas, recurrir a otros textos  para complementar su contenido. Hay que descubrir la negociación de
		significados entre los que escribieron y los autores con quienes dialogaron.
		En “narrando al yo: cómo construimos la realidad de las personas”, Jorge  Mendoza profundiza en la manera en que se ha constituido al yo, el sí mismo o
		1 Profesora del Centro de Actualización del Magisterio de Iguala, Guerrero, México. Correo:
		mjaimesruiz@gmail.com
		Ma. Del Carmen Jaimes Ruiz
		persona: ese yo que surge en lo social, y que abandona lo individual. A partir de  señalar las dos posiciones encontradas de la psicología, una de corte  experimental que pone el acento en el individuo; y otra de corte social que hace  énfasis en la cultura y en el medio social, distingue cómo, en la primera postura,  desde hace más de un siglo, se enfatizaba a las irregularidades del yo: baja  autoestima, personalidad antisocial, trastornos como anorexia, psicosis, y muchos  otros. Estos ideados desde una mirada clínica que posteriormente todos  recreábamos para enaltecer los defectos. Por recuperar otro ejemplo, ahora el de  moda, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad que señala a muchos
		de nuestros niños y jóvenes.
		Desde la segunda postura, la psicología social, se recupera el valor del yo en
		la persona, donde se enfatiza lo social y las relaciones interpersonales. Desde esta  perspectiva se habla de un yo interactivo y narrativo que se construye a partir de  las interacciones grupales en la sociedad. El autor recupera el valor de la narrativa  en la constitución del yo, esto es, la persona y la importancia de la cultura en esta  transformación. Aquí son los otros, es decir, la gente, los grupos y la sociedad  quienes te configuran. Así como son las narrativas que cada uno construimos, las  que le dan sentido a nuestra vida, a nuestras experiencias, y que recuperamos de  la cultura en la que estamos inmersos. De ahí que tenemos que buscar en nuestra
		propia cultura y explorar como narramos nuestra existencia, nuestro pasado,  aquello con lo que interactuamos, a los otros, y a los que están junto con  nosotros; esto posicionará al yo de otra manera.
		En el siguiente trabajo, José Simón Sánchez, explica con una gran claridad las  aportaciones de Bruner sobre la psicología cultural, la narrativa y la educación.  Sin duda, en este momento, las contribuciones de la psicología cultural son los  que tienen más peso en el estudio de la mente humana. Pone el acento en el  papel de la cultura, en el desarrollo mental y cómo actúan respecto a la educación.  Se preocupa por el aprendizaje –esto es, entender lo que sucede con el desarrollo,
		la cognición y el pensamiento- así como en el apoyo de la enseñanza para el  sujeto que aprende, es decir, el aprendiz.
		En el texto plantea cuatro puntos principales. El primero que aborda es sobre  la crítica de Bruner al abandono del objetivo central de la psicología cognitiva, ya  que dejó de lado la mente como objeto de estudio y pasó a estudiar la  información acumulada; además, destaca cómo ésta dio paso a la psicología  cultural. En un segundo punto debate el problema en torno a las relaciones entre  cultura y mente: por un lado, coloca a la cultura como costumbres, valores y  significados que son externos a la mente; por el otro, ubica al pensamiento como  herramienta y conocimiento que forman parte de la mente interna de las
		personas. En un tercer punto relaciona al pensamiento paradigmático con el  pensamiento narrativo, relacionándolos con el conocimiento científico  paradigmático y el otro con el conocimiento narrativo; sobre todo, reflexiona  sobre las implicaciones educativas en el aprendiz. En el cuarto y último apartado  analiza el papel de la narrativa y los relatos en el desarrollo de los procesos
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		educativos, al igual que éstos pueden apoyar para dar un mayor sentido y  significado a los sujetos que aprenden. Entonces, de esta manera, podremos dar  sentido a la creación y a la negociación de significados, así como sus  implicaciones educativas.
		El tercer trabajo del libro nos hace despertar de manera abrupta en una  realidad que vivimos: nos encontramos en el declive de una civilización y de dos  grandes ideologías que prevalecieron en ella. Por lo tanto, señalan los autores  que “necesitamos volver a imaginar” para poder recrear y explicar la situación en  la vivimos actualmente, en donde el primer requisito es hacer frente al presente
		y al futuro del hombre. La idea de que el conocimiento, así como lo  comprendíamos, era patrimonio de la humanidad y que su valor estaba por
		encima de todo ha sido superada. De igual manera, la concepción de que la  cultura era un conjunto de valores únicos e irremplazables ha cambiado. De ahí  que, también la educación como medio fundamental para la difusión del  conocimiento y para su transmisión de una generación a otra se ha tenido que  replantear. Señalan que las sociedades deben sentar su pertinencia en el  conocimiento colectivo. De esta forma, exponen que una de las funciones de la  educación es la de ayudar a la comunidad, a aceptar y comprender la necesidad  de nuevas formas de aprendizaje, asimismo de asumir el reto de poner al alcance
		de la comunidad la comprensión de sus fines y sus procesos.
		En el cuarto apartado del libro, Amilcar Carpio, analiza los contenidos de  libros de texto gratuito (LTG) de la educación básica, particularmente los de la  asignatura de historia, poniendo el acento en los problemas de enseñanza, en la
		escritura de la historia en relación con el poder, en los estados nación y en la  visión eurocéntrica que tienen en su escritura a nivel mundial. El autor recupera  algunas preguntas de Guha para detonar el análisis: ¿quién o quiénes eligen algún  hecho o acontecimiento para incorporarlo en la historia? ¿quién lo decide? ¿con  qué valores? Y responde con lo que él ha llamado “estatismo”, es decir, plantea
		que es el estado nación el que decide, selecciona, evalúa y discrimina lo que tiene  o no que incorporarse en los LTG.
		También habla de las historias de las minorías y de las nacionales defendidas  en muchos países, al igual de cómo se han configurado. Señala que en nuestro  país vivimos un eurocentrismo exacerbado que ha privilegiado la memorización  de los hechos, las fechas y los nombres. Argumenta que los libros de texto de  nuestro país han sido una herramienta básica para fortalecer el proyecto del  estado mexicano: se confirman los héroes y villanos, además se legitima una  versión única y oficial de nuestro pasado, de ahí que el estado ha tenido una gran  crítica por el monopolio en los LTG. Agrega que han aumentado los trabajos que
		abundan en juicios, filias y fobias de autores igual de peligrosos que la versión  oficial. Por citar algunos ejemplos, hablan de Hidalgo mujeriego, de Villa roba  vacas, de Juárez como indígena pro-Yanqui que, además, carecen de una  investigación sólida que los sostenga.
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		Ante esta situación plantea que se debe revisar qué historia se debe enseñar  en las escuelas. Propone que es necesario poner a disposición del público  investigaciones de calidad, pero evitando los peligros de los comerciantes y  falsarios de la historia. Asimismo, habrá que seguir trabajando fuera de las  escuelas.
		El siguiente apartado de libro está integrado por narrativas de cuatro mujeres,  todas relacionadas con la docencia y la educación, en las que recuperan la  experiencia vivida.
		En el primer trabajo del segundo apartado, Neftali Secundino analiza clases
		de nivel primaria para identificar los tipos de artefactos utilizados por profesores  en su práctica. Parte de la noción de herramientas psicológicas propuesta por
		Vygotsky y que retoma Wartofsky (1979), para introducir de manera adicional, la  noción de artefacto, como formas de representación del conocimiento. De los  cuales señala tres tip os:
		1. Artefactos primarios: son creados y preservados para transmitir  habilidades.
		2. Artefactos secundarios: son modos de representación gestual u oral  comunicados de diversas modalidades.
		3. Terciarios: constituyen un dominio en el cual hay una libre construcción en  la imaginación de reglas y operaciones diferentes de aquellas adoptadas
		en la praxis ordinaria.
		Ellas realizaron un trabajo de intervención con docentes en el que usaron distintos
		artefactos y siguieron la práctica con observaciones y grabaciones. Entre los  resultados señalan que el uso de los tres tipos de artefactos constituye soportes  centrales en su desarrollo y alcance que actúan como mediadores de procesos  entre docentes y estudiantes. A través del uso de distintos artefactos pudieron  caracterizar la manera en que las profesoras observadas realizaban su docencia.  El segundo trabajo, la narrativa en la enseñanza de la historia a nivel
		universitario, de Julia Salazar, parte de la reflexión acerca de las dificultades para  la enseñanza de la historia en la universidad. A través de la narrativa, da cuenta  de sus experiencias como docente de historia, pero también como investigadora.  Recupera algunas respuestas de jóvenes de bachillerato a los que les pregunta  acerca de la clase de esta materia, que no distan mucho de las que ya conocemos.  Utiliza la narrativa para el aprendizaje de la historia, como un recurso didáctico,  sobre todo las narrativas fílmicas o literarias. Lleva a los estudiantes a que  investiguen, que creen conocimiento histórico y no sean simples consumidores.  Propone varias sugerencias de cómo trabajar la narrativa y muestra algunos  ejemplos. Es un apartado que puede ser de mucha utilidad para los estudiantes
		de la licenciatura en enseñanza de la historia, ya que podrían documentar muchas  de las sugerencias que la autora plantea para trabajar las narrativas en la clase.  El texto cierra mencionando que las narrativas permiten observar de manera  clara como los estudiantes muestran y organizan sus argumentos para demostrar
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		la problemática que están trabajando; así como la progresión en el desarrollo de  sus habilidades en el conocimiento histórico.
		En el siguiente trabajo, Norma Ramos Escobar narra las experiencias de  algunas docentes potosinas como parte de un proyecto de memoria escolar. Los  escritos autobiográficos relatan sus historias de vida y la manera en que su  condición de género ha estado presente tanto en su vida familiar como en sus  expectativas profesionales y explican cómo han tenido que truncar sus proyectos  en nombre del “deber ser”. Un comentario interesante que hace la autora es que
		pocas mujeres en la historia han dejado huella escrita.
		En el proyecto se analizaron 64 autobiografías breves de 13 maestros y 51
		maestras, tipificados como novelas escolares. Lo más relevante de lo que  hablaron en sus narrativas fue del trabajo en la escuela. También las maestras  dieron sentido y significado a su historia doméstica infantil, las elecciones  profesionales frustradas y las cargas de trabajo, todas mediadas por su condición  de género. Sin duda, muchas historias coincidentes con las que muchas docentes  hemos vivido.
		El último texto del libro, Margarita: biografía de una madre adolescente en  un contexto de pobreza urbana, es un excelente relato biográfico, que da cuenta
		de cómo el embarazo adolescente ocurre en un determinado contexto cultural  que como lo señala el texto, “lo prescribe y posibilita”.
		Más allá de la historia de Margarita, el capítulo muestra las habilidades
		investigativas de la autora que recupera el relato autobiográfico y las historias de  vida, como formas de narrativas en las que el sujeto entrevistado da cuenta de su  propia historia, para dar cuenta de un tema vigente en nuestra sociedad.
		Sin duda, cada capítulo del libro aporta elementos interesantes para  comprender la narración desde distintos lugares y distintos sujetos, pero que, al  ser internalizada por los lectores, permite la negociación de significados y a la vez
		la reconstrucción de nuevas historias y narrativas que permiten comprender de  manera más profunda aspectos relacionados con la cultura y la educación.
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		REFERENCIAS
		Wartofsky, M. (1979). Models.RepresentationandtheScientificUnderstanding .  Boston: Springer Netherlands.
		Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional

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		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020) ISSN 2448- 7317
		Reseña: Sánchez, S. (2019). El mito de las sectas. Ciencia y  religión en el imaginario social. Puebla: BUAP.
		Eloy Maya Pérez 1
		Sección: Reseñas  Recibido: 26/06/2020  Aceptado: 31/07/2020  Publicado: 04/12/2020
		En el libro “El mito de las sectas” (2019) el Dr. Sánchez López reflexiona en torno  al concepto de secta revisándolo desde la psicología social. En el libro se describe  la relación de la psicología con el fenómeno religioso; se enfoca especialmente  en las sectas como el elemento desde donde se analiza para construir saberes. El
		texto, sin mencionarlo, se asume con una postura crítica y reflexiva. Inicialmente,  ubica a las sectas como un objeto complejo (en términos de la complejidad  propuesta por Morin) que es mirado y colocado como una ciencia, pero el autor  expresa lo contrario, es decir, afirma que quizá será una pseudociencia,  básicamente, porque no teoriza la realidad religiosa, más bien la legitima. A partir  de este argumento, describe como su propósito el desvelar la subjetividad
		implícita en este calificativo y, por tanto, sus implicaciones conductuales,  cognitivas, ideológicas y relacionales subyacentes al proceso de objetivación en  el estudio psicológico del fenómeno sectario.
		Se agradece al autor que se declare abiertamente partidario de los estudios
		cualitativos y que exprese con gran formalidad y solvencia su inclinación por  aportar a la verdad subjetiva elementos para alcanzar el estatus de generadora  de conocimiento. En la labor intelectual que se recrea en el texto, el autor no  busca caricaturizar a la religión ni mucho menos destruir sus doctrinas a través  de revelaciones científicas, sino que pretende que la ciencia dé explicaciones para  comprender al fenómeno religioso de manera distinta a las que la propia religión  utiliza para explicarse a sí mismo.
		Al concepto de secta le da el tratamiento de religión y fenómeno social, con  la intención de entenderla desde el enfoque de la tolerancia y al mismo tiempo
		legitima la diversidad religiosa. Así pues, se sostiene un análisis más complejo con  el cual, en primera instancia, se supera el estigma impuesto sustentado en la idea  del fanatismo que se apega a una visión dogmática con argumentos irracionales
		1 Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus Celaya-Salvatierra, Guanajuato México.
		e.maya@ugto.mx
		Eloy Maya Pérez
		y prácticas igualmente limitantes las cuales en conjunto personifican el rechazo a  la supremacía del modelo católico. Al mismo tiempo, se les distingue como  delincuencia organizada capaces de realizar cualquier tipo de crimen (abuso  sexual, explotación laboral, fraudes financieros, etcétera) y acto inmoral y, pese a  ello, mostrarse al exterior como comunidades de paz para promover el desarrollo  comunitario y la armonía entre los miembros. Como afirma Sazo (2010), la  utilización de tipologías y definiciones que conforman una representación de lo  sectario, principalmente a través de la criminalización y desracionalización del  miembro y/o grupo; subalternizan este saber y lo deslegitiman como opción
		religiosa, que en opinión del que esto escribe se fundamentan en realidades  trágicas de las sectas que son del dominio público y por las cuales las hemos
		colocado en ese lugar de sistema totalitario y perjudicial. Este ejercicio de  deslegitimización no es casual, pues las sectas se han convertido en una  experiencia social que cuestiona la hegemonía del catolicismo y lo ha vencido en  algunos territorios.
		Se vincula lo psicológico con las sectas a partir del cómo se instala la  ideología de estas en las personas y los colectivos consiguiendo crear  argumentos para desestimarlas o eliminarlas -inclusive con bases jurídicas-; por
		ejemplo, la brainwashingtheoryse convirtió en un mecanismo que facilitó  desarmar diversas sectas y organizaciones religiosas representativas de varios
		países, convirtiéndose incluso en una psicología social de las sectas con el aval de  los académicos que la sustentan, como afirma el autor. Sus argumentos se  centraron en el daño psicológico que podían producir otros modelos religiosos
		diferentes al tradicional basados en la alienación, la sumisión, el control y la  manipulación mental que ponían en riesgo, incluso, la estructura de la  personalidad y la vida. La psicología de las sectas forma parte de una psicología  que aborda el fenómeno religioso mirado de manera orgánica desde la estructura  social y política en la que ocurre, sobre todo, convirtiéndolo en objeto de análisis
		al que aporta argumentos para su comprensión.
		No es sencillo desestructurar un concepto y menos cuando pertenece al  repertorio lingüístico de las ciencias. Barthes (1997, citado por Simón) afirma que  existe una ideología universalista caucionada por Dios o por la naturaleza o, en  última instancia, por la ciencia, y todas esas coartadas funcionan como disfraces,  máscaras impuestas a los signos. Entonces, es labor de los hombres develarlas en  aras de su comprensión, dentro y fuera de los marcos de la ciencia. A esto le  dedica una buena parte de la obra, con la intención, me parece, de mostrarnos la  fragilidad de un concepto trascendido: la psicología de las sectas.
		La psicología de las sectas presenta serios inconvenientes epistemológicos y  limitaciones, principalmente en relación con el conocimiento que propone pues  es producto del enfoque de la brainwashingtheory. Las críticas a este sistema  teórico se sustentan en la idea generalizada del rechazo a las minorías - condición  que ocurre también con otros ejemplo como las minorías sexuales, sociales,  políticas, etcétera- y se fundamentan en el análisis de las condiciones de las
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		Reseña: El mito de las sectas…
		personas -personalidad, las carencias de tipo afectivo, las crisis existenciales,  etcétera- , que eligen el cambio de institución religiosa mirándolos como si  hubieran sido engañados y, así, sustraídos desde la fe religiosa hegemónica hacia  un grupo embustero ilegitimo, aunque les posibilite el desarrollo espiritual y por  tanto el crecimiento humano, se desvirtúan los alcances personales exhibiendo  sus fallos a través de argumentos como delirios de interpretación y de  reivindicación (De la Peña 2003), que sustentan su práctica.
		Este texto desvirtúa la lógica de un sistema científico con la firme intención  de proponer otro análisis desde la psicología partiendo de sus componentes
		psicosociales del fenómeno y enalteciendo la subjetividad inherente al mismo.  Este hecho no es posible, insiste el autor, sino se deja de lado el objeto para
		centrarse en el concepto, es decir, pensar en una pre-psicología de las sectas, un  análisis semiológico que lleve a la comprensión del signo y su trascendencia social  y, posteriormente, a un análisis experiencial.
		Secta como signo social tiene varias funciones ideológicas entre ellas el hecho  de crear representaciones sobre lo que significa y, por tanto, sobre sus prácticas.  Visto así, se presenta con connotaciones negativas -como si fuese una losa- que  la desproveen de su capacidad de ser movimientos religiosos legítimos.
		Para finalizar el texto, el autor nos revela una poderosa reflexión en torno al  concepto, lo coloca y justifica como un fenómeno socio-religioso cargado de
		importantes significados que son atribuidos desde la experiencia, sostenidos  desde la subjetividad y practicados desde la intolerancia, la segregación y las  acusaciones fundadas en el adoctrinamiento tramposo que abusa de las
		debilidades -características personales- y sus necesidades humanas. Además  comparte, desde su apropiación del fenómeno, el hecho de que diversas  organizaciones espirituales les es derogado el título de religiones por otros  sistemas hegemónicos, generalmente con más trayectoria y cobertura social, que  actúan desde etnocentrismo religioso; empoderados y sostenidos
		teosóficamente desde donde relativizan la práctica de la fe reduciéndola desde  la comparación consigo mismas, y, por tanto, se usan de ejemplo para mostrar  las carencias de las otras organizaciones menores, sobre todo sus procesos de  captación y reclutamiento de fieles a los cuales califican como mecanizados.
		De la lectura de este libro surgen aprendizajes que quien esto redacta logra  recuperar, entre ellos está el hecho de considerar que las sectas son estudiadas  por sus efectos más que por sus fundamentos, condición que forma parte de esa  tradición técnica en el análisis de los fenómenos sociales en la que se revela la  estructura y el orden de los sistemas dejando de lado ciertas realidades, en este  caso, las religiosas.
		Otro aporte valioso tiene que ver con el análisis de conceptos, que si bien se  trata de la comprensión de los signos y de su sentido social, este debe otorgarse  desde la voz de los agentes sociales, su espacio, sus representaciones y discursos  que sustentan las prácticas desde la subjetividad, para no ceder a la tentación que  ofrecen propuestas teóricas carentes de fundamentos que siguen líneas analíticas
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		Eloy Maya Pérez
		parcializadas y que al tratar con elementos tan delicados como la fe, marca una  distancia entre la comprensión de la persona y crean -o siguen- mitos.
		REFERENCIAS
		Simón, G. (2017). Uno no es nunca propietario de un lenguaje”: Roland Barthes,  el desnaturalizador. En: DeSignis, Volumen 26(1), pp. 47- 57.
		Morin, E, (1990). Introducciónalpensamientocomplejo. Barcelona: Editorial  Gedisa.
		Sazo, N. (2010). Entre locos y sinvergüenzas. Deslegitimación y subalternización  de las sectas en Chile. En: RevistaCulturayReligión, 4(2), pp. 241- 263.
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		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2020) ISSN 2448- 7317
		Normas de publicación
		Revista SOMEPSO
		PARA ARTÍCULOS
		• Deberán contar con un mínimo de 15 cuartillas y no exceder de 35 (incluyendo las  referencias bibliográficas), estar en Word usando Times New Roman (11 pts.), y con  un interlineado 'sencillo'.
		• Deberán ajustarse al siguiente orden:
		1. Título del trabajo, nombre o nombres de los autores en el orden en que deberán  figurar en la publicación (apellidos paterno, materno y nombre, filiación institucional  —en el caso de que la haya—, correo electrónico y un breve síntesis curricular  académica de 50 palabras aproximadamente).
		2. El número máximo de autores por artículo será de dos.
		3. Título y resumen en español y en inglés con una extensión aproximada de 200  palabras.
		4. Cinco palabras clave, en inglés y español, que no se repitan con las del título.
		5. Las referencias han de seguir, en lo fundamental, las normas de la APA (Manual de  Publicación de la Asociación Americana de Psicología, 6ª edición). Una guía rápida
		AQUÍ y un generador automatizado de citas AQUÍ .
		6. Las notas (que no sean referencias bibliográficas), deberán ir numeradas y  presentadas a pie de página.
		7. Los cuadros, las tablas, las figuras y las imágenes deben realizarse con la calidad  suficiente para su reproducción digital y deben adjuntarse los archivos gráficos  originales en fichero aparte (en formato JPEG). Cada cuadro, tabla, imagen y figura  debe contar con la información respectiva al pie según las normas APA.
		8. Todas las direcciones URL en el texto (por ej., Social Research Update) deberán estar  activadas.
		Normas de Publicación
		PARA DISERTACIONES
		• La extensión de las disertaciones es libre y deberán estar en Word usando Times  New Roman (11 pts.), y con un interlineado 'sencillo'.
		• Deberán contener el siguiente orden:
		1. Título del trabajo, nombre o nombres de los autores en el orden en que deberán  figurar en la publicación (apellidos paterno, materno y nombre, filiación institucional  —en el caso de que la haya—, correo electrónico y un breve síntesis curricular  académica de 50 palabras aproximadamente).
		2. Título y resumen en español y en inglés con una extensión aproximada de 200  palabras.
		3. Las referencias han de seguir, en lo fundamental, las normas de la APA (Manual de  Publicación de la Asociación Americana de Psicología, 6ª edición). Una guía rápida
		AQUÍ y un generador automatizado de citas AQUÍ .
		4. Las notas (que no sean referencias bibliográficas), deberán ir numeradas y  presentadas a pie de página.
		5. Los cuadros, las tablas, las figuras y las imágenes deben realizarse con la calidad  suficiente para su reproducción digital y deben adjuntarse los archivos gráficos  originales en fichero aparte (en formato JPEG). Cada cuadro, tabla, imagen y figura  debe contar con la información respectiva al pie según las normas APA.
		6. Todas las direcciones URL en el texto (por ej., Social Research Update) deberán estar  activadas.
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		PARA RESEÑAS
		Las reseñas deben contener dos tipos de información
		• Información sobre el material reseñado
		1. Título en español e inglés (del libro, tesis, material audiovisual o aplicación  informática publicados, en papel o en la web).
		Revista SOMEPSO Vol.4, núm.2, julio-diciembre (2019)
		Normas de Publicación
		2. Nombre o nombres de los autores del material en el orden en que deberán figurar  en la publicación (apellidos paterno, materno y nombre(s); y filiación institucional, en  su caso).
		3. Datos bibliográficos cuando sea el caso (Ciudad: Editorial, año publicación. Páginas  totales. ISBN.)
		4. URL del material reseñado (si tiene).
		• Información sobre el autor o autores de la reseña
		1. Nombre o nombres de los autores del material en el orden en que deberán figurar  en la publicación (apellidos paterno, materno y nombre(s); y filiación institucional, en  el caso de que la haya; correo electrónico; y una breve síntesis curricular académica  de 50 palabras aproximadamente).
		• Se recomienda que las reseñas cuenten con un mínimo de 3 cuartillas y no  excedan de 6 (incluyendo las referencias bibliográficas, si tienen), estar en  Word usando Times New Roman (11 pts.), y con un interlineado 'sencillo'.
		• Las referencias han de seguir, en lo fundamental, las normas de la APA  (Manual de Publicación de la Asociación Americana de Psicología, 6ª edición).  Una guía rápida AQUÍ y un generador automatizado de citas AQUÍ .
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		Lista de comprobación para la preparación de envíos de material
		• El material no ha sido publicado previamente ni está bajo consideración de ninguna  otra revista, o se ha presentado una explicación en comentarios al editor.
		• El archivo enviado está en Microsoft Word, RTF o es un documento WordPerfect.
		• Todas las direcciones URL en el texto (por ej., Society for the Study of Symbolic  Interaction) están activadas.
		• El texto con espaciado simple; con fuente en 12 puntos; usa italicas, en lugar de  subrayado (excepto con direcciones URL); imágenes y tablas están dentro del texto  en lugar de al final.
		• El texto no tiene los nombres del autor(es). Si se cita a un autor, en la bibliografía y  las notas al pie se indica "Autor" y año, en vez del nombre del autor, título del artículo,  etc. El nombre del autor se ha eliminado también de las propiedades del documento,  que se puede encontrar en el menú Archivo en Microsoft Word.
		• Las imágenes, en el caso de que las haya, deberán adjuntarse como archivos  adicionales en formato jpg.
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		Normas de Publicación
		Derechos de Autor
		Los autores retienen los derechos de autor de los artículos publicados en esta revista, con  los derechos de primera publicación para la Revista. Debido a que aparecen en esta  publicación de acceso abierto, los artículos son de uso público en educación y otros  espacios no-comerciales, en la medida en que se reconozca la fuente.
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