Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020) ISSN 2448- 7317
REFLEXIONES EN TORNO A LA PSICOLOGÍA DISCURSIVA: PROBLEMAS, CONTRADICCIONES Y POSIBILIDADES
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REFLECTIONS ON DISCURSIVE PSYCHOLOGY: PROBLEMS, CONTRADICTIONS AND POSSIBILITIES
Alexis Ibarra Martínez 1
Sección: Artículos Recibido:02/07/20 20 Aceptado: 14/08/20 20 Publicado: 04/12/20 20
Resumen
La psicología discursiva parte de la noción de discurso, habla y texto como prácticas sociales, estudia cómo se construyen versiones de lo psicológico dentro de la interacción. El objetivo de este artículo es hacer una revisión crítica de esta perspectiva que en la actualidad se enfoca en el crecimiento y la sobrespecialización.
Busco examinar las premisas de fondo de las cuales emana el proceso de producción de conocimiento: su definición, objeto de estudio y campo de acción. Marco una distinción entre dos comprensiones que se entremezclan en la literatura, una de carácter abierto interesada en todos los aspectos de la vida social, otra de carácter restringido centrada en construcciones discursivas de la cognición. Busco criticar la idea tácita de que lo psicológico y lo cognitivo son términos equivalentes, esta premisa excluye la posibilidad de estudiar otros vocabularios que las personas emplean en su vida cotidiana. El argumento central es que la práctica de investigación contradice el espíritu original de la perspectiva discursiva y limita su potencial .
Palabras Clave: análisis del discurso; construccionismo social; investigación cualitativa; interacción; acción social .
1 Profesor e investigador de tiempo completo en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM.Correo electrónico: alexisaim@hotmail.com
Reflexiones en torno a la psicología discursiva …
Abstract
Discursive psychology starts from the notion of discourse, talk and text as social practices, to study how versions of the psychological are constructed within interaction. The goal of this article is to critically review a perspective that currently focuses on growth and overspecialization. I seek to examine the underlying premises of discursive psychology and from which the entire process of knowledge production emanates: its definition, its object of study and its field of action. I make a distinction between two different understandings that appear intertwined in literature, one of an open nature interested in all aspects of social life, the other of a restricted nature focused on discursive constructions of cognition. I seek to criticize the implicit notion
that the psychological and the cognitive are synonymous, this understanding of the
psychological excludes the possibility of studying other vocabularies that people use in their daily lives. The central argument is that the actual research practice contradicts the original spirit of the discursive perspective and limits its potential.
Key words: discourse analysis; social constructionism; qualitative research ; interaction; social action .
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Este trabajo tiene como objetivo realizar un examen crítico de la psicología
discursiva, busca explorar cuál es la naturaleza de sus preguntas de investigación y de qué manera dichas preguntas delimitan un campo de acción. Para realizar un ejercicio de este tipo es necesario proporcionar coordenadas elementales para guiar a las lectoras no familiarizadas con esta perspectiva. No se trata de una reseña exhaustiva en tanto que ya hay textos que abordan los orígenes históricos, fuentes de inspiración y pormenores de la investigación (Edwards, 2003; Garay, Íñiguez y Martínez, 2005; Hepburn y Potter, 2003; Ibarra, 2014; Potter, 2012; Wiggins, 2017).
La psicología discursiva parte de la noción de discurso, habla y texto como parte de prácticas sociales, para estudiar a las personas construyendo versiones
y descripciones de lo psicológico (Potter, 2004a).
Abandona una noción encorsetada de la psicología como entidad
individual, en su lugar adopta un marco de comprensión social y lingüístico que sostiene que lo psicológico tiene una vida pública y colectiva. De este modo dibuja una imagen distinta de la persona, cuestiona el tipo de preguntas a formular, e incluso, trastoca la definición misma de psicología.
Esta perspectiva inició en los márgenes de la psicología social como crítica, más tarde evolucionó hacia un núcleo de inteligibilidad propio que establece principios teóricos sobre el funcionamiento del discurso. A lo largo de su desarrollo se ha decantado por una exploración de la realidad social de carácter
empírico y naturalista que enfatiza el análisis de datos y la inspección detallada de los escenarios en que las personas se desenvuelven (Potter, 2012).
La psicología discursiva asume una posición construccionista, parte de la
metáfora del lenguaje como taller o sitio de construcción que se opone a la imagen dominante del lenguaje como espejo de la realidad. Sostiene que las descripciones construyen versiones del mundo, simultáneamente estas descripciones están construidas, han sido fabricadas a partir de un conjunto de materiales: “el mundo no está categorizado de antemano por dios o por la naturaleza en formas que estamos obligadas a aceptar”. Las personas hablan, escriben y crean argumentos, en ese proceso constituyen maneras particulares de entender lo que les rodea (Potter, 1996b, p. 98).
Esta versión del construccionismo es antirrealista y antiesencialista. No niega la existencia de una realidad objetiva ni sostiene que todo está hecho de discurso. Simplemente invita a mantenernos escépticas ante cualquier forma de representación que pretende hablar en nombre de la realidad (Rorty, 1979). Se
trata de un construccionismo no fundacional, epistémico (más no ontológico), discursivo (más no lingüístico) y pragmático (Edwards, Ashmore y Potter, 1995; Potter, 1996a; Potter y Hepburn, 2008).
El centro de atención es lo que “están haciendo las personas y cómo en el transcurso de sus prácticas discursivas producen versiones de la realidad externa y de estados psicológicos” (Edwards y Potter, 2001, p. 15).
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Esta comprensión del construccionismo da forma a una teoría del discurso y
condiciona un modo de acercarse a los fenómenos. El primer principio teórico es que el discurso está construido y es constructivo. Se edifica a partir de distintas fuentes y recursos lingüísticos: palabras, categorías, tópicos del sentido común. A la vez, el discurso construye: las versiones de eventos, de acciones, del mundo o las personas se generan y solidifican a través del uso del lenguaje (Potter, 2003a, 2004a; Wiggins y Potter, 2007).
El segundo principio es que el discurso es acción, hacemos cosas con palabras y nuestras palabras tienen efectos; al hablar justificamos, culpamos, negamos. Estas acciones fortalecen o debilitan ciertas formas de describir los hechos o los estados mentales de las personas. Con este principio se rompe con
la noción tradicional de que habla y acción son dominios separados (Potter, 2003a, 2004a; Wiggins y Potter, 2007).
El tercer principio es que el discurso está situado, no emerge en el vacío ni aleatoriamente. Una versión busca encajar en un escenario y al mismo tiempo está parcialmente condicionada por él. Luego entonces, se puede considerar al discurso dentro de secuencias de interacción, condicionado por la cadena de expresiones antecedentes; se puede situar en un contexto retórico, condicionado por argumentos alternativos; también se puede situar en espacios institucionales, condicionado por las tareas y roles que la institución delimita (Potter, 2003a, 2004a; Wiggins y Potter, 2007).
Al desplazarse del ámbito de lo mental hacia el terreno del discurso, la
perspectiva discursiva ha desmantelado el supuesto de que el estudio de lo psicológico procede buscando fenómenos alojados en el interior de la cabeza.
En vez de ello ha redefinido lo psicológico como proceso que se da en la intersubjetividad y se sostiene en las prácticas de las actrices s ociales.
Las líneas de investigación se dirigen a los procesos de construcción, el foco específico son las versiones y descripciones que apuntan hacia lo psicológico. Dado el carácter construccionista de este proyecto, habla y texto se abordan desde una posición de relativismo metodológico: no es necesario averiguar si lo que dicen las personas es verdadero o falso, si refleja una realidad externa o una vivencia subjetiva. Se trata de una indiferencia ontológica que permite investigar cómo las personas gestionan dilemas tales como cuáles son los hechos, qué descripciones reflejan la realidad o cuáles son las motivaciones de una persona. La psicología discursiva busca hacer visibles los procesos de negociación y definición colectiva que llevan a solventar estas cuestiones dentro de
actividades y contextos específicos (Potter, 1996b; Edwards, 1997).
Las preguntas de investigación están centradas en la acción, qué tipo de acciones realizan las personas al describir las cosas de un modo u otro; también están centradas en procesos, de qué manera y a partir de qué recursos las personas producen ciertas versiones de la realidad o de la mente (Hepburn y Potter, 2003; Wiggins y Potter, 2007).
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Los temas que ha explorado son variados aunque de forma mayoritaria sus
esfuerzos se han dirigido a trabajar con los temas centrales de la cognición para desplazarlos de lo mental hacia las prácticas en la interacción. Este trabajo incluye tres ámbitos, el primero es de crítica y re-especificación, parte de planteamientos de las ciencias cognitivas para demostrar sus limitaciones y ofrecer lecturas de los mismos fenómenos en términos discursivos, como formas de acción situada. El segundo ámbito investiga el “diccionario” de la psicología, todo el vocabulario y las categorías de sentido común que las personas emplean en su habla y que ellas definen como pertenecientes a lo mental. El tercer ámbito corresponde al manejo de asuntos psicológicos, los aspectos de la interacción que apuntan hacia estados mentales de los
participantes por vía indirecta a través de descripciones de eventos, hechos y circunstancias (Edwards, 2005; Potter y Edwards, 2003; Potter, 2006).
Prácticamente todos los fenómenos que las ciencias cognitivas explicaban en términos mentales, computacionales y mecanicistas han sido criticados, reinterpretados y analizados de forma empírica. Se ha puesto particular atención en los temas clásicos que definían el proyecto cognitivista: actitudes, guiones, memoria y atribución (Edwards, 1994; Edwards y Potter, 1992; Potter, 1998 ).
De forma paralela se han generado líneas de investigación que buscan apuntalar el argumento de que los usos del lenguaje forman versiones
contingentes y locales tanto de la objetividad como de la subjetividad, es decir,
la realidad y la mente no hablan por sí mismas, sino que las participantes definen que cuenta como objetivo o subjetivo en el flujo de actividad. Aquí se
puede incluir la influencia mutua que ejercen las versiones del mundo sobre la atribución de estados subjetivos y viceversa; los procesos discursivos que llevan a definir hechos, verdad y objetividad; las formas de describir y atribuir emociones; así como el estudio empírico de los métodos de investigación de la psicología. También se ha explorado de qué manera las construcciones de lo psicológico moldean y son moldeadas por contextos institucionales (Childs y Hepburn, 2015; Edwards, 2007; Edwards y Potter, 2017; Potter y Hepburn, 2007; Potter y Puchta, 2007; Puchta, Potter y Wolf, 2004; Wiggins y Hepburn, 2007).
Para delimitar el campo de reflexión
En las líneas anteriores he usado la expresión “psicología discursiva” como si
fuera un todo uniforme y coherente sin matices ni diferencias, en donde todas las investigadoras que producen conocimiento bajo esta etiqueta asumen las mismas posiciones. Si este fuera el caso, la misión a cumplir en este escrito se ría mucho más sencilla. Si logro producir un retrato fiel de la psicología discursiva, será sencillo para las lectoras juzgar qué tan certera es mi crítica. Sin embargo , este no es el caso por varias razones.
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La primera razón es que psicología discursiva no es un objeto en la
naturaleza que está esperando a ser descubierto, observado y representado. Existe en la medida en que las personas hablan y escriben sobre ella en artículos, libros, conferencias; adquiere vida a través del lenguaje y depende de él para ser conocida. Entonces la psicología discursiva está sujeta a sus vaivenes y variaciones: las palabras, las formas gramaticales, las metáforas y las estrategias retóricas que se usan para hablar o escribir sobre ella (Billig, 2009, 2013).
La segunda razón es que distintas autoras han usado la misma denominación “psicología discursiva” para referirse a proyectos diferentes, que , si bien comparten un interés generalizado por la incorporación del discurso a la
psicología social, no coinciden en posiciones epistémicas, teóricas o metodológicas (por ejemplo: Harré y Gillet, 1994).
Ante estas circunstancias, es necesario delimitar el campo de reflexión. En este texto, psicología discursiva se refiere al programa de investigación que tiene sus orígenes en el Grupo de Discurso y Retórica (DARG) de la Universidad de Loughborough en Inglaterra. En este grupo confluyen un importante número de investigadoras, sus representantes más destacados son Jonathan Potter y Derek Edwards. La denominación psicología discursiva aparece por primera vez en el libro del mismo título que ellos publicaron en 1992.
Ni siquiera esta reducción del campo de observación da como resultado uniformidad en posiciones. Incluso dentro de esta misma constelación se puede hablar de distintas versiones. Queda en duda hasta qué punto el trabajo de
Michael Billig en torno a la argumentación, la retórica y los dilemas ideológicos
puede considerarse como parte del proyecto que promueven Edwards y Potter (Billig, 1997; Billig, Condor, Edwards, Gane, Middleton y Radley, 1988). Ambas versiones se han nutrido mutuamente, sin embargo, Billig mantiene una distancia crítica con respecto a muchos modos de pensar e investigar en psicología discursiva (Billig, 1999; 2007; 2009; 2013).
De igual forma, Margaret Wetherell ha desarrollado su propia i nterpretación de la psicología discursiva de influencia postestructuralista y de carácter ecléctico, que incorpora nociones teóricas diversas como el psicoanálisis, la teoría de identidad social, la noción de posicionamiento y los repertorios interpretativos (Wetherell, 2007; 2015).
Otra cuestión problemática es la demarcación de fronteras. ¿Quién establece dónde empieza y termina la psicología discursiva? Si aceptamos el
argumento de que esta perspectiva admite versiones e interpretaciones distintas; sus límites se vuelven porosos y maleables. Esto dificulta tomar una posición crítica, ya que algunas presentaciones de la psicología discursiva la retratan como perspectiva capaz de abarcarlo todo, sin que haya una clara distinción entre este proyecto y otros afines.
En lugar de pretender abarcar todas las variaciones, mi reflexión se enfoca en la línea desarrollada por Edwards y Potter. La posición que aquí adopto es
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tratar a cualquier interpretación de la psicología discursiva como un artefacto
lingüístico y por tanto construido, posición que también abarca a este texto y sus argumentos.
El extraño affairede la psicología discursiva y la cognición
En este apartado quiero desentrañar los vínculos entre cognición y psicología discursiva; se trata de una relación compleja que de no explicitarse adecuadamente puede generar confusiones. Antes de señalar debilidades, es necesario mostrar y valorar las contribuciones que ha realizado la perspectiva discursiva derivadas de un cuidadoso escudriñar la cognición.
En la actualidad, las llamadas ciencias cognitivas conforman un campo heterogéneo que atraviesa disciplinas tales como la psicología, la antropología,
la lingüística y las neurociencias. Sus orígenes pueden encontrarse en la tradición racionalista de pensamiento que Descartes inauguró, dicha tradición se sostiene en la imagen de la mente como espejo del mundo. A partir de la segunda mitad del siglo XX esta tradición cristalizó en la analogía del ser humano como computadora: un ente que procesa información (Potter y Te Molder, 2005).
Las explicaciones cognitivas parten de una distinción entre performance y competencia, separan lo que las personas hacen de las estructuras internas que
determinan su actividad. Dentro de esta distinción se establece que la cognición
es el fenómeno primario por analizar, mientras que el lenguaje es secundario, es la superficie visible de un mecanismo profundo (Edwards, 1997).
En el ámbito de la psicología, el espíritu original de la revolución cognitiva no buscaba añadir una dosis de mentalismo al paradigma dominante (el conductismo) sino que pretendía dar cabida a la dimensión simbólica de la actividad humana. Pero la idea inicial de pensar en procesos de construcción de significado se desvirtuó hasta convertirse en mecanismos de procesamiento de información a partir de un modelo computacional (Bruner, 1990).
Durante el periodo de crisis de la psicología social emergió una plétora de voces que urgía a examinar los pilares epistemológicos del edificio cognitivo. Las líneas de crítica iban dirigidas a una concepción individualista y descontextualizada del sujeto, a la precariedad teórica y a la artificialidad de la metodología (Hepburn, 2003). Muchas voces críticas se pronunciaron en contra de una descripción mecanicisista y mentalista de la vida social. Todas coincidían
en que esta descripción tiene fallas en postulados, elecciones metodológicas y la imagen que dibujan del sujeto (Billig, 1997; Gergen, 1994; Sampson, 1993; Shotter, 1993).
El trabajo de Wetherell y Potter, antecedente directo de la psicología discursiva, hacía planteamientos análogos al mismo tiempo que bosquejaba una alternativa, proponía que el discurso es el elemento central para comprender los
procesos psicosociales. En esta propuesta emergente el lenguaje en uso Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
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(performance), dejaba de ser una cuestión que no merecía atención, para convertirse en el fenómeno sustancial (Potter y Wetherell, 1987).
El periodo que siguió a la crisis de la psicología social vio el florecimiento de perspectivas hasta entonces marginales; o invisibles para las corrientes centradas en la cognición, el laboratorio y la cuantificación. Aquí se pueden mencionar la psicología crítica, los distintos construccionismos, las metodologías cualitativas, el análisis del discurso, etcétera. Todas ellas navegaban a contracorriente de las formas dominantes de pensamiento (Íñiguez, 2003a).
Con frecuencia la psicología discursiva se agrupa y se confunde con esas perspectivas alternativas; éstas comparten mucho más cuando solo se considera
a qué se oponen. Cuando se considera la propuesta específica las similitudes entre perspectivas se diluyen. Estas diferencias abarcan cuestiones
epistemológicas, teóricas y de método (O’Reilly, Kiyimba, Lester y Edwards, 2020).
No todas abordan la cognición en los mismos términos, es indispensable marcar diferencias y ahondar en los matices. La primera separación conc eptual por establecer es entre cognición y cognitivismo. El cognitivismo asume una imagen perceptual, mecánica e individual, es reduccionista porque explica el lenguaje, la acción y la vida social a partir de entidades mentales dentro de la cabeza. La psicología discursiva se posiciona tajantemente en contra del
cognitivismo y sugiere un modelo centrado en la acción, el discurso y la
intersubjetividad. Abandona la metateoría cognitivista-perceptual, pero mantieneelinterésenlacognición como tema de investigación (Edwards,
1997).
La psicología discursiva coincide con otras posiciones en su rechazo al cognitivismo. En el ámbito de la propuesta, voces construccionistas dejaron atrás el tema de “la mente” (lo que sucede dentro de las personas) para dar cuenta y visibilizar lo que sucede entre personas. Se abrió paso a una teorización de la relacionalidad que abarca procesos de respuesta y suplementación, acción conjunta, así como una concepción alternativa del yo. Estas teorizaciones se nutren de distintos marcos y herramientas, hablan de narración, significado, interpretación, diálogo, etcétera (Gergen, 1999, 2009; Shotter, 1993; Sampson, 1993).
Si bien hay áreas de interés común, la psicología discursiva tiene directrices teóricas y metodológicas propias que difieren e incluso contradicen a otras
vertientes del construccionismo, estas diferencias se han explicitado en diversos textos (Kent y Potter, 2014; Potter, 1996a, 2010, 2012; Potter y Hepburn, 2008). Su visión del discurso (habla y texto como parte de prácticas sociales) se aparta de nociones de narración, significado e interpretación. Mientras que algunas voces dejaron atrás la crítica a la mente para desplazarse hacia la relacionalidad; la columna vertebral del proyecto de la psicología discursiva ha sido la crítica, el
intercambio con y la reconfiguración de las ciencias cognitivas.
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El sello distintivo de la psicología discursiva es un construccionismo
epistémico que no hace afirmaciones sobre qué tipos de cosas existen y cuáles no, esto incluye la existencia de entidades dentro de la cabeza. No rechaza ni apoya la posibilidad de que haya un mundo interno privado o que éste posea algún sustrato material. Sus inquietudes no giran en torno a la supuesta realidad de la mente, no es algo que se busque comprobar o refutar. En vez de ello se prefiere trabajar con las versionesde la mente y estados psicológicos que aparecen y se negocian en la interacción.
La psicología discursiva evolucionó a partir de un debate intenso contra las ciencias cognitivas y la psicología social colonizada por modelos biológicos, perceptuales y computacionales. Pero siempre ha buscado ir más allá de una
simple declaración de rechazo. Ha elegido “demostrar en detalle específico cómo afirmaciones particulares en estudios particulares son fallidas”. En esta
línea, hay análisis que desarman el carácter neutral de ciertas metodologías, hay críticas a los métodos cualitativos que incorporan preceptos cognitivistas al tratar las palabras de las personas como reporte de estados subjetivos, y también, hay estudios que demuestran que los escenarios de investigación están hechos para producircognicionesestables (Potter, 2003b, p. 785; Potte r, 2010).
Otra veta retoma estudios basados en explicaciones cognitivistas y ofrece una lectura discursiva de los mismos. Cuando hay datos disponibles se busca
demostrar, a partir del análisis del mismo corpus, las deficiencias de
interpretaciones mentalistas y la superioridad de una lectura pragmática e interaccional. Una tercera veta opera en un acto de traducción, inicia con un
fenómeno que supuestamente reside en el ámbito mental para desplazarlo hacia el ámbito de los usos sociales del lenguaje.
En la medida en que el programa crece y se extiende, mantiene la exploración de los temas clásicos: memoria, guiones, actitudes, además de que incorpora cualquier asunto que entra en el amplio rubro de “características psicológicas” o “estados mentales” ya sean disposiciones, intenciones, motivaciones, atribuciones o emociones. Dicho programa parte de una versión del construccionismo que prioriza lo local y contingente, subraya el detalle de la interacción, incluyendo qué dicen las personas, cómo lo dicen, en respuesta a qué, cómo arman versiones y dentro de qué contextos. El interés está en las construcciones de lo psicológico como práctica situada en escenarios específicos .
De ahí que el crecimiento y extensión del programa amplía la variedad de escenarios observados para dar cuenta de la actividad cotidiana de las personas en espacios ordinarios e institucionales. Con ello se muestra la compleja interrelación entre contexto y versiones de lo psicológico. En la actualidad el interés por la cognición se mantiene y toma distintas formas, hay un énfasis particular en la mutua influencia que ejercen las versiones de la mente y del
mundo, esto es, la forma en que las personas ensamblan descripciones objetivas Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
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para implicar estados subjetivos y viceversa (Edwards y Potter, 2017; Potter, Hepburn y Edwards, 2020).
En síntesis, la psicología discursiva opera simultáneamente en dirección crítica y generativa, desmantela los pilares epistemológicos del edificio cognitivista, revela la forma en que operan los métodos de investigación para producir datos y rechaza lecturas mentalistas. Mientras que algunas autoras abandonaron la cognición por considerarla irremediablemente atada a modelos mecánicos, las psicólogas discursivas rescataronalacogniciónde su prisión mentalista. Así afirman que las versiones que construyen estados mentales son una forma de acción y son observablescomoprácticasdiscursivas .
El vínculo que la psicología discursiva establece con la cognición es único y
no está presente en marcos de pensamiento similares que se muestran dispuestos a abandonarla y moverse a otros territorios. La perspectiva discursiva
problematiza las definiciones tradicionales de las ciencias cognitivas para reconfigurarlasen términos de usos del lenguaje en la interacción. Se trata de una práctica teórica y metodológica de re-especificación que proviene de la etnometodología; no se busca reemplazar ni sustituir a la psicología científica (cognitiva o de cualquier otra índole) ni a la psicología de sentido común, lo que se busca es convertir temas de la ortodoxia cognitivista en una observación directa de acciones y juegos de lenguaje dentro de actividades y circunstancias específicas, dentro de los nichos ecológicos de las personas (Huma, Alexander,
Stokoe y Tileaga; 2020).
En esta sección espero haber mostrado la pasión de la psicología discursiva hacia la cognición en términos que hacen justicia a sus logros y aportaciones.
Esta línea de trabajo no puede ni debe menospreciarse, no solo por la cantidad de hallazgos empíricos que ha arrojado, sino también porque ha contribuido a mostrar que lo que llegamos a definir como “la mente” y “el mundo” es resultado de procesos de construcción que ocurren en el flujo del intercambio social. Ahí donde algunas se contentan con señalar “esto es una construcción”, las psicólogas discursivas muestran el cómo de los procesos de construcción en vivo y con lujo de detalle.
Ahora bien, me preocupa que la parte se confunda con el todo. Hay una tendencia a asumir que trabajar con la cognición en términos pragmáticos es la razón de ser del proyecto discursivo. El peligro está en que una línea de exploración se convierte en la definición de la totalidad.
Si ya se estableció que la cognición es práctica situada y discursiva con
numerosos análisis empíricos que dan sustancia y evidencia a este argumento, cabe preguntar para qué aumentar la cantidad de estudios de los mismos fenómenos. El peligro es tener un proyecto que se sostiene en “ ilustraciones repetidasdel argumento clave de que los conceptos cognitivos se realizan y se despliegan en el discurso de los participantes” (Kitzinger, 2006, p. 69).
En las líneas siguientes espero justificar la necesidad de interrogar la definición del proyecto discursivo, entender cómo una cierta definición abre
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posibilidades e impone fronteras. El argumento al que quiero llegar es que la
psicología discursiva ha asumido tácitamente que estudiar construcciones de la cognición es equivalente a estudiar construcciones de lo psicológico. Esta suposición elimina la posibilidad de que pueda haber otros vocabularios de lo psicológico que están presentes en el habla y las actividades de las personas. Dichos vocabularios se ignoran porque los presupuestos de partida no les dan lugar, por lo tanto no se vuelven observables ni dignos de atención o exploración empírica.
Psicología discursiva: examinar la naturaleza de sus preguntas
En la actualidad, la psicología discursiva se ha convertido en una perspectiva consolidada; se ha instaurado como programa de investigación con un cuerpo
teórico sólido y herramientas metodológicas precisas; ha probado su capacidad para realizar estudios empíricos de una variedad de temas y escenarios que han derivado en la acumulación de un considerable cuerpo de datos.
Se ha trasladado de la crítica a la propuesta hasta configurar un núcleo de comprensión autónomo claramente diferenciado de otros (Gergen, 1994). Además, cuenta con las condiciones adecuadas para su crecimiento. El crecimiento no puede suceder sin consensos: acuerdos sobre los problemas relevantes, los medios para resolverlos, qué cuenta como dato y qué tipo de
afirmaciones sobre la realidad son factibles. Este telón de fondo representa la
condición de posibilidad del pensamiento, sin el cual, investigadoras no podrían producir conocimiento (Kuhn, 1962/2000).
En tanto proyecto afianzado, la psicología discursiva opera bajo acuerdos en torno a cuestiones básicas: su definición, su alcance y su relevancia. Y también, en torno a la teoría, la metodología y temas clave de investigación. Nada de esto sería posible sin una demarcacióndelobjetodeestudio, solo en la medida que las investigadoras tienen una idea compartida y consensuada de qué estudia la psicología discursiva pueden interrogar a la realidad.
La fundación, crecimiento y prestigio de una subespecialidad dentro de una disciplina (en este caso la perspectiva discursiva dentro de la psicología social) involucra procesos complejos que se dan dentro de contextos socioeconómicos específicos, el conocimiento científico no es independiente de ellos. De modo que el progreso y el éxito requieren mucho más que pensamiento innovador, una teoría sólida o acumulación de hallazgos. Una subespecialidad necesita un
nombre propio para ser identificada y para que funcione como marca reconocible para el exterior. También necesita reclutar un ejército de adeptas que reúnen hallazgos susceptibles de ser convertidos en productos para promover sus ideas. En la medida en que se acumulan publicaciones que se identifican con la misma marca, la perspectiva emergente adquiere fuerza (Billig, 2007).
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Todo núcleo de comprensión se origina a partir de la crítica y
desestabilización de otro (Gergen, 1994). Sin embargo, una perspectiva que inicia con la ruptura de convenciones cambia sus modos de operar una vez consolidada. Cuando la naturaleza de las preguntas de investigación está definida, el marco de pensamiento y acción se reduce. Las cuestiones teóricas o filosóficas se convierten en asuntos técnicos y de procedimiento, en consecuencia dan un giro hacia la sobrespecialización (Billig 2007; Moscovici y Markova, 2006)
La pregunta es si estos planteamientos en torno a la gestación, crecimiento y éxito de una subespecialidad pueden describir el estado actual de la psicología discursiva. Desde la posición de algunas autoras, efectivamente la
psicología discursiva ha conquistado el éxito y es parte de lo que se denomina mainstream2: la corriente dominante de actividad o influencia (Abell y Walton,
2010; Parker, 2012; Stokoe, Hepburn y Antaki, 2012). Otras advierten que la perspectiva discursiva puede terminar como ortodoxia que se instala en el conformismo con sus propias reglas; así corre el riesgo de dejar de ver sus modos de operar y cosificarse (Billlig, 2007; Íñiguez, 2003b; Sisto, 2012; Wetherell, 2015).
Estos argumentos nos invitan a hacer una pausa en el camino para reflexionar sobre la psicología discursiva: destacar sus contribuciones, pero sobre todo pensar en sus limitaciones. En este texto me interesa examinar las
premisas de fondo de la psicología discursiva y de las cuales emana todo el
proceso de producción de conocimiento. Busco empezar por sus supuestos fundacionales y que pueden expresarse en preguntas clave: cuál es la definición
de psicología discursiva, cuál es su objeto de estudio y cuál es su campo de acción.
Estas tres cuestiones representan el telón de fondo que da forma a la práctica investigativa, pero se mantiene invisible para las investigadoras. Son acuerdos implícitos que ya no ocupan el primer plano porque se asume que es una perspectiva afianzada y no es necesario examinar la naturaleza de sus preguntas de investigación. De este modo se crean diques, lo que no es debatible, lo que no se puede o no se debe poner en entredicho.
El ejercicio de pensamiento que aquí planteo no se dirige entonces a particularidades de la psicología discursiva como procedimientos, temas o estudios puntuales. Tampoco busco hacer una crítica desde una posición externa y supuestamente más aventajada, ni contraponer a la psicología
discursiva con otras vertientes de análisis del discurso u otras formas de hacer psicología social. Este texto no es un argumento en contra, ni un llamado a moverse hacia nuevos paradigmas.
2Aunque debe matizarse que esta afirmación aparentemente universal es válida para la psicología social de geografías específicas y producida en inglés. No necesariamente es el caso de la psicología social que se produce en español ni en Latinoamérica.
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Por el contrario, entiendo este escrito como ejercicio inicial de autocrítica,
que busca sopesar las contribuciones y limitaciones de la psicología discursiva desde las mismas herramientas conceptuales que ella provee. Antes que desmantelar supuestos, busco pensar si es posible extender su campo de pensamiento y acción.
La propuesta es iniciar un diálogo en torno a los modos de producción de conocimiento de la psicología discursiva. Sostenida en su éxito y reconocimiento público, la etiqueta “psicología discursiva” se trata como si su objeto de estudio resultara evidente con solo escuchar el nombre, como si la marca delimitará en automático un campo de acción.
Al plantear que la perspectiva discursiva emplea el análisis del discurso para
estudiar fenómenos psicológicos, sus representantes parecen dar por sentado cuál es el rango de temas que ahí tienen cabida. De este modo es posible
investigar y generar conocimiento sin tener respuesta a la pregunta de cómo se delimitaelámbitodelopsicológico .
Si pensamos en su desarrollo histórico, la psicología discursiva inició señalando las limitaciones de las posiciones realistas y mentalistas de la psicología social. Con ello redefinió a lacognicióncomoprácticadiscursiva y social. El nuevo proyecto se configuró en una extraña relación simbiótica con el cognitivismo, derribó sus pilares conceptuales, pero simultáneamente retomó su agenda y sus temas de investigación. Absorbió la idea de que la psicología
investiga la cognición, por tanto, todos sus esfuerzos se dirigieron a llevar los
distintos fenómenos cognitivos al espacio de la acción social (Kitzinger, 2006). Las psicólogas discursivas se enorgullecen al señalar que su proyecto abarca
el amplio espectro de temas, fenómenos y vocabularios de lo psicológico; pero en realidad su foco de observación ha sido la cognición. Con ello han construido una asociación indisoluble entre lo cognitivo y lo psicológico, suponen que ambos términos son equivalentes e intercambiables.
Las lectoras no encontrarán esta idea como afirmación tajante en la literatura puesto que nunca se establece una definición específica de psicología, sino que se deja abierta, ya que las mismas premisas teóricas indican que las personas estudiadas (y no las investigadoras) emplean, reproducen y construyen suspropiasdefinicionesdelopsicológico. La ausencia de definición queda justificada porque idealmente permitiría observar y analizar todos los vocabularios de lo psicológico que usan las personas en su vida cotidiana. La desventaja es que la intención inicial no se cumple, porque en la práctica
predomina un foco de observación y análisis mucho más restringido y cerrado. Para demostrar este argumento, será necesario recuperar las dist intas descripciones de la psicología discursiva y analizar de qué manera delimitan un terreno de exploración. En esta revisión propongo establecer una separación entre dos concepciones de psicología discursiva que coexisten en la literatura: una de carácter abierto y otra de carácter cerrado. La primera busca explorar la
acción social en sus distintas facetas y escenarios para ampliar las posibilidades Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
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de la psicología social; mientras que la última se ha limitado a explorar las
versiones de lo psicológico, entendidas siempre como construcciones de la cognición.
A lo largo de este texto exploro el sentido de la marca “psicología discursiva” para problematizar cómo se establecen los vínculos entre psicología y discurso. El planteamiento central es que en la práctica ha predominado una concepción cerrada del proyecto discursivo que reduce lo psicológico a lo cognitivo, y ha excluido la posibilidad de estudiar otros vocabularios o comprensiones de la psicología que circulan en la vida cotidiana y están presentes en la interacción s ocial.
Sobre el vínculo entre psicología y discurso
En la actualidad, “psicología discursiva” se ha convertido en una marca bien establecida. Su éxito es tal que ya no genera ninguna sorpresa escuchar la anomalía que produce la unión de dos palabras tan disímiles como psicología y discurso. Es necesario pensar cuál es el vínculo que aglutina dos palabras que apuntan a ámbitos del conocimiento sin lazos aparentes (teóricos, metodológicos o temáticos). Una persona que escucha la expresión por primera vez probablemente pensaría que se trata de una de las tantas parcelas en que se continúa fragmentando la psicología.
Los autores de esta perspectiva proporcionan razones de carácter práctico
para acuñar dicha expresión: contar con una etiqueta identificable que la distinguiera de otras vertientes del análisis del discurso (Edwards, 2012).
En este punto una definición mínima puede ser de ayuda: “El análisis del discurso es el estudio de la forma en que el habla y los textos son empleados para realizar acciones. La psicología discursiva es la aplicación de las ideas del análisis del discurso a los asuntos de la psicología.” Los autores señalan la capacidad del programa para abarcar “casi todo el espectro de los fenómenos psicológicos” (Potter, 2003ª, p. 73).
Es aquí en donde la bisagra discurso/psicología se vuelve problemática. ¿Cuáles son los asuntos de la psicología? ¿Quién y cómo define estos asuntos? ¿Cuál es ese espectro de fenómenos? Tal como se plantea, la definición parece presuponer un ámbito de lo psicológico bien delimitado que no necesita ser consensuado o interrogado.
Olvidamos que la relación entre discurso y psicología está llena de
tensiones. Es necesario entender cómo se sitúa un proyecto de esta índole frente a lo que tradicionalmente se ha identificado como conocimiento psicológico.
Aquí surgen dos cuestiones: cómo especificamos el objeto de estudio y cómo delimitamos “lo psicológico” dentro del territorio del discurso. De inicio existe una contradicción aparentemente insoluble, el ámbito de lo psicológico y
de lo discursivo se han ubicado en planos desconectados y distantes; el primero Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
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se asocia al espacio mental privado e inaccesible, el segundo a los usos sociales del lenguaje.
Como ya señalé antes, la etiqueta “psicología discursiva” fue creada para delimitar una concepción propia del discurso. El lenguaje se entiende como el medio principal para la acción y la interacción, el análisis del discurso sería entonces “un análisis de lo que laspersonashacen” (Potter 2004b, p. 201 el subrayado es mío).
Una manera de entender el vínculo que aglutina dos ámbitos del conocimiento sin lazos aparentes (discurso y psicología) es que se trata de aplicar, transferir conocimientos de un campo a otro, resolver los problemas de siempre con herramientas nuevas. Sin embargo, al habitar un marco discursivo
la definición misma de lo psicológico queda trastocada, luego entonces la noción de aplicación es insuficiente.
Si imaginamos al discurso como un territorio extenso ¿cómo demarcar cuál es la parcela que corresponde a la psicología? Al trazar fronteras, las psicólogas discursivas pueden adueñarse de una marca (en el sentido de una cualidad que las distingue de los demás) para plantear problemas de investigación propios y defender la superioridad de sus recursos. Así se establece que hay un rango de temas o fenómenos que corresponden a las psicólogas discursivas y no a cualquier otro analista del discurso.
Con independencia del argumento de la superioridad técnica, trazar esta frontera plantea limitaciones. Si pensamos que el giro discursivo desdibuja los límites disciplinarios y abre un marco más amplio para comprender los
fenómenos en su contexto, la idea de un territorio propio resulta
contraproducente. Aunque cada investigadora puede adueñarse de una parcela, eso no quiere decir que el discurso (el medio que las personas usan para hacer inteligibles sus actividades e interacciones) sea igualmente cuadriculable, nos enfrentamos al peligro del reduccionismo.
Aislar construcciones de lo psicológico acarrea el riesgo de extirparlas de un nicho de origen más amplio: la acción situada que se da en el flujo de actividad. Y con ello suponer que al estudiar lo psicológico se abarca toda la acción social. Una de las influencias centrales para la psicología discursiva es el pensamiento etnometodológico, que puede sintetizarse como la observación de los métodos de razonamiento práctico que las actrices despliegan en la interacción (Coulon, 1988). Es una forma de interrogar la realidad social que empieza “desde abajo”, busca aquello que emerge en el flujo de actividad.
Como tal no está estructurada en torno al edificio conceptual o a la agenda de una disciplina específica (Lynch y Bogen, 2005).
Es aquí donde la perspectiva discursiva entra en contradicción con sus influencias teóricas. Este proyecto se interesa por lo emergente en la interacción, pero siempre desde una agenda y un edificio conceptual previamente establecido. La agenda es desmantelar al cognitivismo; el edificio
conceptual son los fenómenos propuestos por las ciencias cognitivas. Revista SOMEPSO Vol.5, núm.2, julio-diciembre (2020)
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Aunque hay autoras que subrayan las aportaciones del pensamiento
etnometodológico para la psicología discursiva (Martínez, Stecher y Íñiguez , 2016). Otras ponen el acento en las inconsistencias del proyecto discursivo: observar la actividad situada desde una mirada selectiva para encontrar aquello que previamente se ha fijado como relevante (Housley y Fitzgerald, 2008, 2009; Schegloff, 2005).
Dos comprensiones del proyecto discursivo
Partir de un marco de pensamiento discursivo, abre un horizonte nuevo para las interesadas en el estudio de los fenómenos psicosociales porque invita a un
análisis comprometido de las acciones de los sujetos inmersos en sus contextos ecológicos. El peligro está en que ese amplio paisaje se vuelve estrecho cuando
se convierte en una concepción de lo psicológico que abarca un rango limitado de fenómenos.
Si hacemos una revisión de las formas en que las adeptas de la psicología discursiva presentan su proyecto, podemos encontrar versiones que parten de un vasto marco de referencia y apuntan a una psicología social interesada en las actividades de las personas en el sentido más amplio. Pero también, versiones que constriñen este proyecto a las construccionesde la mente y la cognición.
En las siguientes líneas espero mostrar que dentro del mismo proyecto (en voz de distintas autoras que siguen la estela de Edwards y Potter) coexisten dos concepciones de la finalidad y el campo de acción de la psicología discursiva.
Se trata de algo más que ramificaciones de un mismo conjunto de
principios teóricos. Y aunque no son versiones incompatibles acarrean el peligro del reduccionismo. Como ya he señalado antes, hay una versión de la psicología discursiva con posibilidades infinitas, que no se limita a una misma línea temática, sino que está articulada en torno a una concepción del discurso. A la par, hay otra versión que se limita a estudiar las construcciones discursivas de la mente y la cognición.
La línea central de exploración de la psicología discursiva ha sido la cognición y los estados mentales como práctica interaccional, situada y enraizada en los usos del lenguaje. De acuerdo con los planteamientos de sus representantes, esta línea solo puede existir si se sostiene una concepción del discurso que se interesa por el amplio abanico de actividades que las personas realizan en una variedad de escenarios a través del lenguaje.
Es decir, en el espíritu original de la perspectiva discursiva, un mismo proyecto no debería escindirse en dos versiones distintas. En la práctica, sin embargo, predomina el estudio de los estados mentales acostadesu propia concepción del discurso. Entre más se restringe las líneas de exploración más se contradice el principio básico de estudiar lo que realmentehacen las perso nas al usar el lenguaje cuando están inmersas en sus nichos ecológicos. La promesa
original de la psicología discursiva queda sin cumplirse.
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El riesgo mayor es el reduccionismo. Recortar el ámbito de lo psicológico y
definirlo como sinónimo de lo cognitivo ¿Quién establece que lo psicológico es equivalente a lo cognitivo? ¿Qué estamos excluyendo de la reflexión al entender ambos términos como intercambiables?
En términos generales la psicología discursiva suele presentarse como un proyecto que indaga en la organización de las prácticas sociales en que aparecen determinadas formas de nombrar, describir o aludir (implícita y explícitamente) a lo psicológico. A su vez, estudia los efectos que las construcciones de lo psicológico ejercen en secuencias de interacción, así como en las prácticas sociales y los contextos institucionales de las que forman parte (Potter, 2010).
En los textos de psicología discursiva, la tendencia general es hablar de estados o procesos psicológicos como si fueran términos transparentes que no
requieren clarificación alguna, así la definición de lo psicológico se da por sobrentendida, aparece como algo que no necesita ser explicado o justificado. Para dar sustento a esta argumentación, a continuación, presento dos grupos de citas textuales que aparecen en la literatura. El primer grupo de citas habla de una versión abierta de este proyecto que busca ampliar las posibilidades de acción de la psicología:
[La perspectiva discursiva] inicia con la psicología de cara a las personas viviendo sus vidas… (Potter y Wiggins, 2007, p. 73).
[La psicología discursiva] parte de una visión de las personas como sociales
y relacionales, y con la psicología como un dominiodeprácticamás que de contemplación abstracta. (Wiggins, 2007, p. 73, el subrayado es mío).
[La psicología] se vuelve más centrada en la interacción, dinámica y culturalmenteespecífica(Hepburn y Wiggins, 2007, p. 8, el subrayado es mío)
[La psicología discursiva] ha ofrecido una forma alternativa de concebir las relaciones mutuas entre personas, prácticas e instituciones… Investiga de forma cercana y sistemática cómo los individuos producen, debaten, resisten e implican versiones de mundos, mentes, personas y relaciones sociales (Augoustinos y Tileaga, 2012, p. 406).
[La psicología discursiva es] una aproximación sistemática a todas las cosas sociales, desde encuentros interaccionales cotidianos hasta el análisis de asuntos y problemas sociales más amplios (Tileaga y Stokoe, 2016)
El discurso es el medio vital para la acción. Es el medio a través del cual las versiones del mundo son construidas y producidas como relevantes o
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insignificantes. Para las científicas sociales el estudio del discurso se vuelve
una forma poderosa de estudiar la mente, los procesos sociales, las organizaciones, los eventos, tal como son vividas dentrolos asuntos humanos(Potter 2003b, p. 791).
Este conjunto de definiciones muestra una psicología discursiva con un potencial ilimitado dada la forma en que redefine a la disciplina y concibe la participación de las actrices en la constitución de la realidad social. Además , incita a hacer investigación partiendo de la observación de personas viviendo sus vidas, una alternativa al conocimiento producido en escenarios artificiales que convierten a los sujetos en figuras de cartón (Billig, 1994).
Desde esta visión extensa, parecería que las líneas de exploración pueden bifurcarse y multiplicarse. Después de todo, psicología discursiva no tendría por
qué ser un programa determinado por un tema o problema particular puesto que, si las preguntas de investigación se construyen a partir de su concepción del discurso, puede investigarse cualquier tema y responderse a cualquier pregunta.
A pesar de ello, podemos encontrar un conjunto distinto de formas de presentar la psicología discursiva, en donde ya no parece un proyecto abierto pues solo incluye las representaciones y prácticas que construyen estados psicológicos o mentales. No se delimita explícitamente cuáles son los asuntos
de la psicología incluidos dentro del campo de observación. Sin embargo, las
citas que presentó establecen conexiones y hacen uso de ejemplos, de modo tal que lanocióndelopsicológicosiemprequedaatadaalocognitivo. Antes de
ahondar en este argumento presentó una muestra de fragmentos textuales que apuntan en esta línea:
[La psicología discursiva] …ofreció lo que ahora puede ser visto como una relaboración… de la naturaleza de la psicología y en particular del estatus de lacognición(Hepburn y Wiggins, 2007, p. 6, el subrayado es mío).
[La psicología discursiva] …re-especifica los temas de investigación centrales de lacogniciónsocial,lapsicologíacognitivaylacienciacognitiva (Potter, 2006, p. 132, el subrayado es mío)
[Desde una perspectiva discursiva] …la cognición no es la entidad que
explica la interacción, más bien podemos ver de qué forma lasversiones de la mente (recuerdos, rasgos, actitudes) llegan a ser producidos para propósitos de la acción. (Hepburn y Wiggins, 2007, p. 7, el subrayado es mío)
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… las psicólogas discursivas analizan sistemáticamente la cognición como
parte del aparato interaccional de las participantes… observan cómose lleva lacogniciónalaacción. (Te Molder, 2015, p. 5, el subrayado es mío)
… estudia la participación de la cognición como una cuestión de los participantes. Esto es, trata a la mente, la experiencia, la emoción, la intención, en términos de cómo son construidas y enfrentadas en la interacción. (Wiggins y Potter , 2007, p. 79, el subrayado es mío)
La psicología discursiva se acerca a los temas de cognición, estados mentales y características psicológicas como asuntos que están en
negociación activa en el habla y el texto (Edwards, 2006, p. 41, el subrayado es mío).
Los ejemplos de ambos conjuntos de citas no intentan ser una muestra representativa. Mi elección es sesgada en tanto que busca subrayar dos lecturas distintas del mismo proyecto, una de carácter amplio, otra de carácter más cerrado. Si ubicamos la perspectiva discursiva en el contexto histórico de su gestación, tiene sentido el énfasis en la cognición como objeto de crítica y su traducción hacia la pragmática social. En el presente, es necesario preguntarnos si la atención exclusiva en la cognición es relevante, o si el riesgo es tener una
perspectiva teórica limitada y “definida por aquello a lo que se opone” (Kitzinger 2006, p. 69).
Si volvemos a revisar estas definiciones, en el primer grupo se hace
referencia a la psicología en términos amplios: como parte de la vida de las personas, como dominio de práctica, como algo dinámico, culturalmente específico, como parte de las relaciones entre actores sociales, prácticas e instituciones.
En el segundo grupo, la palabra psicología adquiere un sentido mucho más restringido, asociado a términos específicos: cognición, mente y características psicológicas. Una de las citas señala una relaboración de la naturaleza de la psicología y en particular del estatus de la cognición. En estas descripciones lo mental, lo cognitivo y lo psicológico se usan como términos intercambiables. En este proceso la cognición se vuelve sinónimo de psicología.
Las dos concepciones de la psicología discursiva no necesariamente son mutuamente excluyentes. Abordar las prácticas sociales no elimina la
posibilidad de estudiar la cognición (siempre y cuando se defina en términos de actividad situada).
En cambio, si asumimos que la línea primordial de exploración es la cognición se descarta la inclusión de otros temas y por tanto la posibilidad de un marco que realmente abarca “un análisis de lo que las personas hacen” “a las personas viviendo sus vidas” o “todas las cosas sociales”. Puesto que ni todo lo
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que las personas hacen, ni las vidas de las personas, ni todos los asuntos sociales giran en torno a los discursos de la cognición.
Potter sostiene que “en última instancia el tema de la psicología discursiva es la psicología desde la perspectiva de los participantes” (Potter y Puchta, 2007 , p. 104). A primera vista parece que la perspectiva discursiva da cabida a “una gran población de entidades y procesos psicológicos” (Potter, 2000, p. 36). Sus representantes prometen estudiar a la psicología en acción, el universo que ofrecen es complejo e inagotable.
Sin embargo, en la práctica parecen trabajar con una definición de lo psicológico mucho más restringida y que nunca se explicita. Si el objeto de estudio es la psicología desde la perspectiva de los participantes, la implicación
es que el único vocabulario que forma parte de las prácticas de los actores sociales es el de la cognición. Y si la apuesta es explorar cuáles son las versiones
y comprensiones de lo psicológico que aparecen en las prácticas sociales de los sujetos, entonces el foco de observación tendría que ser más amplio.
Suponer que lo cognitivo abarca todo lo psicológico es confundir a la parte con el todo, se da por hecho que la psicología que está presente en las descripciones, construcciones y prácticas de las personas es irremediablemente de naturaleza cognitiva. Las personas no solo hablan el idioma del mentalismo y la cognición.
En otras palabras: hay vocabularios, descripciones, formas de articular la experiencia y narrar a las personas que no están vinculadas a lo mental o cognitivo, que permean la vida cotidiana y las actividades de las personas.
Otros vocabularios de lo psicológico
La psicología discursiva se ha mantenido en intercambio fructífero con las ciencias cognitivas desde una postura de oposición y de propuesta. Algunos textos emplean la etiqueta “psicología postcognitiva” para referirse a esta perspectiva (Potter, 2000; Te Molder, 2016). El término apunta hacia un proyecto que supera las limitaciones de nociones mentalistas y computacionales, al mismo tiempo que señala una continuacióndel trabajo con la cognición.
Puede argumentarse que producir conocimiento desde esta línea conserva la misma capacidad generativa que en sus inicios, sin embargo, también podemos pensar cómo ampliar el campo de acción. Una opción es recuperar el principio clave de analizar aquellas construcciones discursivas de lo psicológico
que se filtran en la interacción y en la vida cotidiana. Al mismo tiempo debe romperse con la noción de que lo cognitivo abarca todo lo psicológico:
“…lapsicologíaesalgomásquesolocognición. Tal vez es obvio, pero tal ha sido la fuerza de la psicología cognitiva que las dos palabras se usan frecuentemente como si fueran sinónimos.” (Wiggins, 2020, p. 4, el
subrayado es mío).
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Este es el único texto que he localizado donde una autora que se ubica dentro de la galaxia discursiva traza una diferencia explícita y contundente entre cognición y psicología. Su reflexión no llega más lejos, no indaga si esta fusión de términos puede ser problemática, ni tampoco que líneas de investigación se inauguran si se toma seriamente esta separación.
Proponer ramificaciones en las líneas de exploración de la psicología discursiva no significa abandonar su marco teórico, todo lo contrario, implica considerar de qué modo su concepción del discurso permite analizar otras versiones de lo psicológico presentes en la vida cotidiana.
Un soporte teórico para abrir el campo de acción de la psicología discursiva
puede encontrarse en un principio clave del construccionismo: nuestras formas de dar cuenta del mundo o del yo se mantienen y transforman en función de las
vicisitudes del proceso social (Gergen, 1999). Nuestros modos de articular lo psicológico en el lenguaje son contingentes y están atados a comunidades específicas y procesos históricos más amplios. Entonces, lo psicológico no puede ser un lenguaje monolítico, muta de comunidad a comunidad y a lo largo de la historia.
El carácter dinámico y mutable de los vocabularios de lo psicológico también tiene soporte teórico en la noción de variabilidad en el discurso. El habla de las personas no forma una totalidad unificada y coherente, está
poblada de contradicciones y versiones antagónicas (Billig, 1986; Potter y
Wetherell, 1987). Las personas recurren a distintos repertorios para dar cuenta de acciones, eventos y personas, en ese sentido siempre echan mano de las
construcciones disponibles en su entorno. El vocabulario cognitivo no tendría por qué ser la única fuente que tienen las personas para dar inteligibilidad a lo que les sucede.
Los argumentos anteriores señalan que el discurso de las participantes puede estar poblado por otras comprensiones de lo psicológico. Falta establecer cuáles podrían ser esos vocabularios, aquí recurro a fuentes que no provienen directamente de la psicología discursiva para fortalecer este argumento.
Los lenguajes de lo psicológico subsisten gracias a su circulación y diseminación; representan formas de dar cuenta que adquieren estatus de verdad en la medida en que se instauran en instituciones y se manifiestan en todos los espacios de la vida cotidiana (Rose, 1998). El lenguaje de la psicología
no forma una totalidad coherente, está compuesto de una “familia de vocabularios divergentes” que operan ofreciendo recursos para interpretar y nombrarlo todo (Rose, s/f).
Como ejemplos concretos de vocabularios de lo psicológico que circulan en la vida cotidiana se puede mencionar: los lenguajes del diagnóstico y la psicopatología (Gergen, Hoffman y Anderson, 1996); el psicoanálisis (Moscovici
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citado en Billig, 2008); los lenguajes del bienestar y la felicidad (Davies, 2015); los lenguajes de la intimidad y la confesión (Atkinson y Silverman, 1997).
El modo de indagación propio de la psicología discursiva ofrece herramientas para estudiar qué vocabularios de lo psicológico se emplean, de qué manera y con qué consecuencias. Extender el marco de observación, no obliga a cambiar los supuestos teóricos, ni el enfoque metodológico. Después de todo, se conserva el principio de que lo psicológico puede estudiarse como versión construida y constructiva que realiza acciones. De igual modo se mantiene el compromiso con las actividades de las personas en sus contextos naturales.
Reflexiones finales
La perspectiva discursiva representa un punto de inflexión en psicología social puesto que generó una revolución en los modos de conceptualizar y producir conocimiento en la disciplina. Para muchas, hoy representa el marco que permite pensar e interrogar a la realidad psicosocial. Al convertirse en un fondo invisible que da forma al pensamiento, no necesariamente se convierte en objeto de reflexión. Está bien pensar desdela psicología discursiva, pero eso no debería eliminar la posibilidad de pensar sobrela psicología discursiva.
Se trata de un tipo de reflexión que solo puede tener espacio, si se suspende (al menos temporalmente) la preocupación por el crecimiento, por esa razón, en este texto no me inclino por una visión tecnificada que persigue la
supere specialización.
Aquí buscaba examinar las premisas de fondo de la psicología discursiva y de las cuales emana todo el proceso de producción de conocimiento: su definición, su objeto de estudio y su campo de acción. Cuando se exploran estos elementos hay cuestiones que pasan desapercibidas y que pueden problematizarse.
En primer lugar, dos formas de aproximarse a la psicología discursiva que abren distintos rangos de acción, una de carácter abierto, centrada en la acción social que no está ceñida a un tema. Otra de carácter restringido que coloca su atención en las construcciones de la cognición. Hay dos maneras de evaluar la pertinencia de esta distinción; la primera es si la distinción es realmente existente o se sostiene al revisar la literatura original. La segunda pertenece al futuro, donde la pregunta ya no es qué tipo de psicología discursiva existe en la
literatura, sino qué tipo de conocimiento puede construirse y a partir de qué marco de comprensión. Aquí es donde la visión amplia de una psicología discursiva interesada en las actividades de las personas en sus nichos ecológicos tiene mucho más potencial, visión que puede perseguirse si se deja de lado la tecnificación y super especialización.
En segundo lugar, puede problematizarse la forma en que la perspectiva discursiva enmarca e investiga la cuestión de “lo psicológico”. Aquí quisiera
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recuperar y puntualizar los argumentos que me llevan a sostener que dicho entendimiento resulta limitante.
La postura que marca cómo se exploran los fenómenos psicosociales se establece a partir de la distinción que en inglés se expresa con los términos emicy etic. La perspectiva discursiva adopta una posición emic “inicia con conceptos y comprensiones de las participantes tal como son desplegadas en prácticas de interacción” (Potter y Edwards, 1992, p. 100).
De esto se deriva que la perspectiva discursiva no debería proporcionar a priori una definición de lo psicológico, puesto que su interés central está en las versiones, comprensiones de la psicología que se muestran y se negocian en el flujo de la interacción. Si se toma la noción de emic como directriz
metodológica, entonces se busca observar las definiciones de lo psicológico que son relevantesparalaspersonasen su actividad cotidiana.
La ausencia de una definición teórica de psicología es un elemento necesario para poder estudiar definicionesemergentesysituadasque aparecen en boca de las personas. Esta sería la posición ideal por alcanzar para respetar los planteamientos teóricos y metodológicos de la propia perspectiva discursiva. Pero dicho ideal no siempre se respeta, en la práctica de investigación predomina la exploración de los vocabularios relacionados a la cognición.
Como ya señalé antes la psicología discursiva ha establecido una relación extraña y simbiótica con la cognición. Otros autores han hecho críticas al
respecto que atacan otros problemas. Se ha señalado que la psicología
discursiva no ha logrado desembarazarse de concepciones mentalistas y cognitivistas (Coulter, 1999), pero esta crítica ya ha sido rebatida (Potter y
Edwards, 2003). También se ha señalado que la investigación empírica puede caer en la repetición de una misma premisa (Kitzinger, 2006), mientras que la psicología discursiva sostiene que esta línea de trabajo sigue siendo productiva (Huma, Alexander, Stokoe y Tileaga; 2020; Potter, Hepburn y Edwards, 2020).
La tercera línea de crítica es si la psicología discursiva obedece a la localización local de los fenómenos u obedece a una agenda académica previamente establecida. Aceptar esta crítica significa que la perspectiva discursiva no respeta integralmente una posición emicporque históricamente surgió y se fortaleció a partir de la agenda de desmantelar al cognitivismo (Housley y Fitzgerald, 2008, 2009; Schegloff, 2005).
El mayor peligro es que la psicología discursiva solo pueda observar aquello que ya existe dentro de sus preconcepciones, y no todos los vocabularios de l o
psicológico que están presentes en las conversaciones y en las vidas de las personas. Comete el error de asumir que psicología y cognición son sinónimos, al hacerlo reduce el campo de observación y teorización. Por tanto, deja sin cumplir la promesa de abandonar una psicología académica y encorsetada , cuando debería centrarse en la psicología en acción, la que está presente en la perspectiva y las actividades de los participantes.
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