Revista SOMEPSO vol.2, núm.1-2, enero-diciembre, 2017 ISSN 2448- 7317
Sobre el papel del psicólogo s ocial
Blanca Reguero Reza 1
Cuando me plantearon realizar esta presentación era difícil estructurar el tema concreto del que hablaría, tomando en cuenta que la psicología social es una disciplina muy compleja, en cuyo centro reside un cúmulo de pensamientos que muchas veces son más diversos que similares. Sin embargo, algo debe unirlos, algo debe funcionar como el hilo conductor que enlace toda esa complejidad.
La pregunta, entonces, sería: ¿qué define a la psicología social como disciplina? La respuesta no parece estar en los objetos de estudio de la propia disciplina, tales como la vida cotidiana; las estructuras simbólicas y semánticas que posibilitan la interacción; el lenguaje y sus posibilidades para construir la realidad; las relaciones interpersonales, grupales o culturales; la sociedad como un pensamiento; la historia y las características que definen un lugar; lo que hace permanecer a la gente en una “comunidad” o cualquier otro que alguno de nuestros estudiantes decida investigar y, por este solo hecho, introducir al cúmulo de contenidos por los que se ha interesado la psicología social que, como se puede ver, no se parecen mucho unos a otro s.
Pero si la respuesta no parece estar en los objetos de estudio, entonces algo más debe mantenerla unida. Quizá la estructura metodológica que ha utilizado para acercarse a la realidad, aunque es algo que, a su vez, parece poco probable, pues hay quien piensa que uno no se acerca, estrictamente hablando, a la realidad, sino que más bien la realidad obtiene su forma mientras uno le va
tomando apego y le va poniendo cualidades; mientras, otros intentan buscarle regularidades a su forma, buscan medir su tamaño y ver qué porcentaje de influencia es capaz de ejercer un grupo determinado. Están, de igual forma , aquellos que piensan que se debe estar dentro de la realidad para conocerla. Y hay quien plantea, incluso, que no son ellos sino los que viven una realidad específica los únicos capaces de describirla. Así, muchos otros la conceptualizan
desde diversas perspectivas. Entonces, nuevamente la respuesta es negativa, ni el objeto de estudio, ni la metodología de trabajo son el punto central de la psicología social.
1 Profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México. Departamento de Psicología Social, Facultad de Psicología. Correo electrónico: breguero@unam.mx. Presentación del viernes 18 de
octubre de 2017, en ocasión del IV Foro-SOMEPSO “Psicología social (hoy)” realizado en la Facultad de Psicología de la UNAM.
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Pero, entonces, ¿dónde está el centro de la psicología social? El lugar donde reside se encuentra en una necesidad inherente a la naturaleza social: la necesidad de la acción o, en el caso particular, la necesidad de la reacción. En muchos sentidos la psicología social es ampliamente reactiva (por su capacidad de generar reacción, de transformar aquello con lo que entra en contacto) y su
fortaleza proviene de su incesante necesidad de transformar la sociedad, más allá de limitarse a comprenderla, sin dejar esto de lado, evidentemente .
Ahora bien, ¿ante qué debe reaccionar la psicología social? Dependiendo de la respuesta que demos a esta pregunta, podemos entender la importancia y los alcances de la disciplina. Y la mejor forma de responderla es haciendo un breve
análisis de la sociedad y del mundo en el que vivimos, quizás así nos quede claro el papel del psicólogo social en el siglo XXI.
Vivimos en un siglo de múltiples fuerzas cambiantes; es probablemente lo múltiple, lo complejo y lo carente de forma aquello que describe más fielmente al monstruo que se ha vuelto nuestro siglo. Época en la que las desigualdades económico-sociales se han incrementado, dando como resultado ricos más ricos, pobres muchísimo más pobres y una clase media con tintes de pobreza cada vez más subsumida en la necesidad ideologizada del consumo, del tener para poder valer, de la transformación del deber ser en deber poseer. El capital, en su forma menos abstracta de dinero, se ha convertido en la idea siempre perseguida, angustiantemente nunca alcanzada y, por desgracia, imposible de realizar; porque una idea no es algo real, una idea construye realidad, pero nunca se concreta realmente, menos aún la idea de algo que ni siquiera tiene forma, como lo es el capital, ya que su estructura es la de un medio, algo sin valor de uso, un mero valor de cambio en el sentido más abstracto. Y, sin embargo, este no ser
define en gran medida nuestros deseos y expectativas, se vuelve fin en vez de medio, siendo —desde nuestra óptica—un fin sumamente vacío, ya que el dinero no es nada por sí mismo.
Igualmente es el siglo de lo inmediato: la velocidad de la información acelera constantemente la velocidad de la vida, la multiplicidad de contenidos desborda la capacidad de comprender cada uno de ellos, mientras más cosas aparecen en el horizonte de posibilidades, menos relevancia adquiere cada una de ellas porque para amar algo hay que verlo de cerca, tomarse su tiempo para conocerlo y poder disfrutarlo tranquilamente, como las creencias que antes tenían sentido y definían una vida entera, mientras hoy día aparecen y desaparecen a la velocidad de modas de Internet, matrimonios y movimientos de protesta. Lo
múltiple es la posibilidad de, hoy, ser uno, mientras mañana me levanto siendo otro distinto, sin que esto tenga que ocasionarme el menor de los conflictos; sin embargo, la pregunta constante es la posibilidad real de elección: ¿acaso soy quien yo elijo ser o es la oferta quién define la demanda?, como pasa con nu estras
redes sociales
Ahora bien, otro tema que vemos de manera reiterada es el de la violencia , pero empezar a hablar de ella es meterse en un terreno complicado, no obstante,
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es otra de las características que definen al siglo XXI. Aunque la violencia existe y seguirá existiendo, hoy en día en sociedades como la nuestra está en un nivel estructural y se extiende a todos los niveles sociales. Tenemos la violencia implosiva que sufren todos aquellos que se enfrentan a una realidad en la que tienen un trabajo mal pagado y poco satisfactorio, que todos los días buscan un
escape de su vida por medio de la televisión, las redes sociales o el vicio, aquellos que tienen que hacerse cargo de responsabilidades para las que no tienen los recursos suficientes, ni económicos, ni educativos, ni psicológicos, quienes son bombardeados constantemente con la idea de que deben de aspirar a ser millonarios, a viajar por el mundo, a tener un celular y también un coche, pero
cuyo medio no les brinda las oportunidades para lograrlo. Los jóvenes, que ven un panorama obscuro, miran que sus padres, cuya vida no refleja lo que ellos esperan tener, no saben cómo establecer reglas y límites en su vida y son s us principales referentes. Son jóvenes que asisten a un sistema educativo que no los satisface, que se enfrentan a las posibilidades de acceder a trabajos mal pagados, donde no son apreciados, ni respetados; así que se van por la “fácil” porque “ahí está el varo” y entonces existen, no son uno más, tienen un poco de poder; así como sus gobernantes infringen la ley y son recompensados, ellos buscan su tajada. Violencias generalizadas, violencias que se ejercen de forma sistemática: contra mujeres, contra periodistas, contra el pueblo; violencias que a su vez se ven replicadas constantemente por la gran mayoría de los actores de esta sociedad.
A la par de la violencia aparece la discriminación. Ésta también se produce en todos los niveles. Vivimos en el mundo de la globalización y, sin embargo, algunas ideas, productos y sistemas tienen más derecho a ser globalizados que otros. Las
representaciones sociales vigentes de belleza, de riqueza y de bienestar están muy alejadas de la realidad del grueso de la población. Ni siquiera hace falta empezar a hablar de la cultura, de una educación digna, de la posibilidad para decidir sobre uno mismo. Así, constantemente se violan nuestros derechos humanos. Así, constantemente lo dejamos pasar porque es lo normal en la sociedad donde vivimos. La falta de educación, la falta de estructuras de creencias firmes y el individualismo exacerbado tienen consecuencias graves, transforman la manera en la que vemos al otro, en que lo consideramos como alguien cuyos sentimientos y decisiones tienen igual valor que los nuestros. Podemos volver al otro un objeto más en la realidad, un peldaño más en la escalera por la que asciende nuestra vida. Como objeto, es posible usarlo y desecharlo, como hemos
hecho con la naturaleza. Lentamente vamos desgastando las relaciones entre los humanos, hasta llegar al punto sin retorno, hasta herirnos en lugares tan profundos que devastan nuestra identidad, que nos obligan a perder la confianza. Y aunque estas cosas pueden parecernos buenas o malas, lo único seguro es
que vivimos en medio de ellas. Independiente de cualquier juicio de valor que le proporcionemos al siglo XXI, los psicólogos sociales están obligados a comprenderlo, a meterse en las estructuras con las que se establece la sociedad ,
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para actuar en ellas. Y, claro está, actuar es asumir una postura ética. Quizá es ahí donde se encuentra el centro de la psicología social. Esta necesidad de actuar en la sociedad obliga a la psicología social a ser una disciplina ética, nos fuerza, a l os psicólogos sociales, a ser críticos, nos lleva hacia la reflexión constante.
Dado que vivimos en el mundo de la información y de la globalización, démosle apertura global a toda clase de pensamientos y hagamos valer cada gota de información vertida en la red, seamos formadores de formadores, trabajemos con la sociedad para que ésta pueda reflexionar sobre sí misma y trabajemos con cada pueblo y población que sufre abusos para que aprendan a decidir sobre sí mismos, a estrechar los lazos que unen todas las otredades, a resignificar a la
comunidad, alejándola de ser un sitio para volverla una forma de existir en el mundo.
Si me preguntan nuevamente qué es la psicología social en el siglo XXI, creo que debo decir que es una necesidad. Tal vez valga la pena reformular un poco la undécima (y última) de las TesissobreFeuerbach, de Marx, que dice: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” Sin embargo, ante un mundo que se transforma constantemente y a toda velocidad, habría que detenerse un segundo a reflexionar hacia dónde va ese cambio, para poder darle sentido y dirección. Si bien es cierto que la acción es fundamental en el quehacer del psicólogo social, también lo es el hecho de que ésta tiene un sentido. Nuestra responsabilidad es asumir una postura, reflexionarla, preguntarnos hasta el cansancio “¿por qué vale la pena?”, hartarnos de comprender las consecuencias que derivan de ella, ver si estamos dispuestos a vivir con ellas, sólo entonces podemos actuar. Pero n o debemos pecar de ingenuidad, ya que en este mundo las buenas intenciones no
son suficientes. Si nuestra acción transforma a la sociedad, entonces debemos transformarla en una sociedad en la que deseemos vivir, porque nosotros somos parte de ella.
Nuevamente la psicología social en el siglo XXI es una necesidad. Y ser psicólogo es una gran responsabilidad. Si esperamos abrirle la puerta a una sociedad que sea más consciente de sí misma, entonces necesitamos ser más conscientes de nosotros, por eso es una gran oportunidad estar en un espacio como este, donde los estudiantes se reúnen, porque tengo la esperanza de que algo de lo que vengo a decir aquí haga eco en su consciencia y ento nces empiecen a transformarse. Al final, estamos comprometidos con la acción y el cambio. Y tengo la firme creencia de que es la manera en que podamos contribui r
en su formación el día de hoy lo que logrará que mañana ustedes también busquen transformar su entorno y reformular la sociedad en una menos violenta, menos fría, menos individualista y, en definitiva, mucho más crítica. Porque una sociedad crítica es una sociedad que se piensa a sí misma y mientras se piensa se
va transformando. Porque una sociedad crítica no permite que se esta nquen estructuras que la vulneren. Porque una sociedad crítica es una sociedad que
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protesta por las desigualdades e injusticias. Y porque, en resumen, una sociedad crítica es una sociedad que aterraría a nuestros gobernantes.
Es así como espero que puedan ser los psicólogos sociales por lo que resta de siglo: críticos, reflexivos, comprometidos, responsables, éticos y que trabajen todos los días por esta sociedad y este mundo. Porque debe quedarles claro que ,
si nos proponemos realizar las cosas de manera diferente, aún hace falta mucho trabajo.
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