Revista SOMEPSO Vol.3, núm.2, julio-diciembre (2018) ISSN 2448- 7317
RESEÑA: González, M. y Mendoza, J. (2017). Memoria Colectiva de América Latina. México: Universidad Autónoma Metropolitana en coedición con Biblioteca Nueva.
Gustavo Serrano Padilla 1
Sección: Reseñas Recibido: 05/06 /2018 Aceptado: 14/10/201 8 Publicado: 10/03/2019
En uno de sus textos clásicos, el escritor mexicano Salvador Elizondo se cuestiona, a través de la voz de Farabeuf, si existe algo más tenaz que la memoria. Y efectivamente, se contesta que la única cosa más persistente que la memoria es el olvido. Aquí, a lo mejor valdría la pena reclamarle a Elizondo que todavía hay algo más persistente que la memoria y que el olvido, a saber, la gente que escribe de ellos.
El texto que aquí se pretende reseñar da cuenta de esta insistencia. Quienes lo suscriben demuestran que el olvido, pero sobre todo la memoria, es una de
esas cosas de las que siempre vale la pena seguir escribiendo y, de hecho, se hace. A través de diez capítulos cada uno de los autores intenta ofrecer una visión general y trabajada sobre aspectos propios de América Latina, eso sí, matizada con la noción de memoria colectiva. Dicha noción, según se explica en la introducción y en el primer capítulo del libro, puede ser rastreada hasta el pensamiento de Maurice Halbwachs, un psicólogo colectivo francés del siglo pasado. Alumno de Émile Durkheim y de Henri Bergson, ambos con puntos de encuentro y discusión lo suficientemente fuertes como para haber dejado que sea Maurice Halbwachs quien se haya encargado de reunir, entre la estructura y el acto, una mirada sobre la memoria colectiva que, todavía hoy, sigue pareciendo
la más acertada dentro de toda la literatura de Psicología Social.
El plan que esta breve reseña pretende seguir no tiene que ver con una descripción de todos y cada uno de los capítulos y decir que el primero y el último se comen al segundo y al quinto, porque para eso, a lo mejor, bastaría con que quien se lo encuentre en la biblioteca o en la librería se ponga a leer las primeras seis páginas del libro y entonces decida si algún capítulo le interesa, ya sea porque se siente inclinado a conocerlos procesos de lucha y democracia en
1 Estudiante de la maestría de Estudios Políticos y Sociales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Correo electrónico: gustavosp94@outlook.com
Gustavo Serrano Padilla
América Latina o, por intereses mas teóricos, como aprenderse de memoria la
noción de marcosocialo de la tetradimensionalidaddelamemoria.En rigor, lo que esta breve reseña pretende exponer es la riqueza y los matices del libro tomado como una unidad compleja que articula, quiéralo o no, diferente s visiones de un mismo fenómeno aplicadas en diversos contextos.
Como quiera que sea, lo que este libro rescata es una tradición si no vie ja cronológicamente hablando, sí desechada por el canon académico oficial de la, tan mal llamada, psicología social. Esa psicología social, la del canon, se encargo de destruir su propio objeto de estudio, porque en rigor, ya no hablaba de las estructuras y mentalidades sociales, sino que presuponía erróneamente, que toda la realidad era reductible al individuo. Efectivamente, la psicología social de ese estilo se autodestruía porque pasaba a ser, nada más y nada menos que una de
las ramas de la psicología general que partía del individuo y que sólo en él encontraba las explicaciones pertinentes para diversos fenómenos. Es esa misma tradición la que dicta por ejemplo que la memoria puede ser localizada en el cerebro, que solamente se trata de conexiones sinápticas, que la base de todo es la biología y la química (o en el peor de los casos la física). Dicha presuposición argumentaba que, por ejemplo, la memoria era un mero contenedor de experiencias en el que se iban acumulando y que había otro mecanismo mediante el cual era posible extraerlas de la memoria para actuar en el presente. En efecto, dicha memoria no pasaba de estar más que muerta adentro de los cráneos de los
individuos.
Es en ese sentido que el primer capítulo del libro Lenguajey memoria colectiva,silencioyolvidosocialescrito por Jorge Mendoza resulta esclarecedor
al recuperar y proponer las dimensiones y categorías pertinentes que permiten pensar en la memoria colectiva. Además, resulta fundamental situar a la memoria colectiva no como un contenedor en el cual se van depositando los recuerdos del grupo, sino como parte fundamental de la tensión existente y poco dilucidada entre la propia memoria y su frío oponente: el olvido. Es a través del lenguaje – dice Jorge Mendoza—que los grupos dan continuidad a su memoria y entonces sí, si el lenguaje y la comunicación son los soportes del recuerdo y la memoria, el silencio es su destrucción. Por eso mismo es que se puede comprender perfectamente por qué los gobiernos autoritarios y demás personajes que suelen ostentar el poder se dedican a callar las voces de aquellos que no están de acuerdo con ellos (vagabundos, familiares de desaparecidos, periodistas incómodos, sobrevivientes de las múltiples masacres de México y demás países).
Lo que se pretende, a final de cuentas, es hacer que los asuntos que deberían estarse tratando en la esfera de lo público se queden en lo privado, que no aparezcan en las agendas de discusión, cuestión que ha sido abordada por Habermas en su texto Historiacríticadelaopiniónpública. El silencio, como se podrán dar cuenta aquellos que carecen de voz, es una forma del poder.
Pero el lenguaje no es el único medio posible para la memoria. En el siguiente capítulo, escrito por Aquiles Chihu Amparán se destaca la importancia de uno de
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los conceptos centrales del trabajo de Maurice Halbwachs: los marcos. La idea
puede parecer simple porque, además, se puede explicar a través de dos formas: la ventana y el cuadro de pintura. Ambos objetos delimitan un mundo, dirigen la mirada hacia el centro de sí mismos y sólo permiten recorrer lo que está permitido dentro de ellos mismos, lo que es otra forma de decir que, en rigor, organizan el mundo, permiten dotarlo de sentido y significado. Diferente del concepto de esquemaadoptado por la psicología cognitiva y sus derivados, el concepto de marcopermite, otra vez, pensar en clave colectiva. Los marcos son construidos por los diferentes grupos a fin de ser capaces de habitar y explicar el mundo que habitan y construyen. Una última anotación sobre este concepto: permite conjugar las tres dimensiones del tiempo (pasado-presente-futuro) porque generan una disposición hacia la acción que hunde sus raíces en las experiencias
y conocimientos previos, a la vez que prepara y visualiza los múltiples futuros posibles.
El tercer capítulo plantea una reflexión propia del llamado giro afectivo dentro de las ciencias sociales. Edwin Mayoral y Francisco Delgado se preguntan, como si del cuento del huevo y la gallina se tratase, sobre si existe la historia de lasemocioneso sólo hay emocionesenlahistoria.La pregunta no es, en ningún sentido, superficial; exige preguntarse, de nuevo, por un elemento que la psicología hegemónica ha tomado como profundamente individual sin atender a los elementos sociales y culturales que dan lugar no sólo a la expresión de las
emociones, sino también a su conceptualización. Es, para hablar claro, a través de
las emociones que es posible dotar de significado tanto al pasado como al futuro; a la memoria y al proyecto. Lo que resulta interesante no es precisar las
emociones para decir, alegremente, que la sonrisa es el correlato físico de la felicidad. Lo que interesa, pues, es saber cómo acontecieron en diversos periodos de la historia así como averiguar el devenir de las mismas a través del tiempo. Este tipo de reflexiones permitirán situar a las emociones como un foco central del pensamiento y abordaje de diversos fenómenos a lo largo de la historia. Esto, además, permite entablar puentes teóricos y metodológicos con otro tipo de estudios centrados, por ejemplo, en la vida cotidiana.
Hasta aquí, se podría pensar que se tienen los elementos básicos y suficient es para poder pasar algún examen de psicología social en el que venga el tema de la memoria colectiva. A partir del siguiente capítulo se comienzan a esbozar algunos abordajes empíricos que están atravesados por el concepto de memoria colectiva y que, a la manera de quien quiere encontrar un tesoro, se lanzan en su
búsqueda. José Luis Valencia, un antropólogo mexicano, inaugura esta “segunda parte” a través del ritual de la danza conchera. En su estudio, José Luis propone que la memoria tiene una tetradimensionalidad, lo que la convierte en un fenómeno de alta complejidad. Aquí, para no hacerle una injusticia al texto, se recomienda su lectura profunda.
México, Perú, Chile y Colombia son los países latinoamericanos de los que se habla en este libro. A lo mejor como comentario o como crítica valdría la pena
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señalar que estos cuatro países no son, ni de lejos, América Latina; o sea que, a lo
mejor, el título del libro anda medio errado, lo que resulta conveniente para vender, pero le queda a deber a otros 42 pa íses.
Cada uno de los artículos dedicados a estudios empíricos sobre la memoria cuenta, evidentemente, con sus particularidades. Está de más decir que no es lo mismo escribir sobre la relación de los mexicanos con sus “héroes patrios” como lo hacen Manuel Gonzales y Salvador Arciga al proceso de recuperación en Chile después de la dictadura como lo hace (magistralmente) Isabel Piper y mucho menos al proceso de violencia vivido en Perú el cual Yllich Escamilla se encarga de ir desvelando. Si uno se quiere enterar más de narraciones, significados y representaciones que, de fechas, “héroes”, buenos y malvados le conviene, entonces, leerse estos apartados en lugar de cualquier libro de historia oficial
porque, en rigor, la verdadera historia se cuenta de la gente, de boca en boca, de narración en narración. Eso sí, entre medias de estos capítulos —y para que los teóricos no se aburran con tanta aplicación— se presenta un texto colaborativo de Juan Carlos Arboleda, Pablo Hoyos y Milton Herrera intitulado La zombificación de la memoria del conflicto colombiano en tiempos del posconflicto;dicho texto, a pesar de que puede parecer muy aplicado por el título, presenta un análisis filosófico de la noción de memoria colectiva y cómo e sta puede convertirse, literalmente, en un zombi —versión Jorge Fernández, no George Romero— a través de los constantes esfuerzos de las instituciones
oficiales por apropiarse de ella.
Cerrando el libro y para redondear como si de la serpiente Ouroboros se
tratase —esa que se muerde la cola a sí misma—Jorge Mendoza se luce con su análisis y explicación respecto de la guerra sucia en el posconflicto de la guerrilla sucia en México. Es a través de estrategias como la ideologización y la criminalización que las instancias oficiales buscan cercenar el verdadero significado de la lucha en México (y, valga la anotación, en cualquier país). Estrategias de un poder hegemónico que busca legitimarse a sí mismo a través de la mala imagen de la Otredad que busca más tomar la palabra que el poder o, en otras palabras, alzar la voz que agarrar el micrófono.
En fin, como comentario general vale apuntar lo siguiente: todavía hay quienes dicen que escribir sobre memoria colectiva resulta un lugar cómodo para los académicos porque, según estos portentos de la crítica, resulta viable para
publicar, ganar puntos, asistir a congresos y hacerse ver como muy eruditos. La respuesta que vale dar a esa pseudo crítica es la que sigue: escribir de memoria colectiva todavía es importante —y quizás más importante en nuestros días — porque recupera y narra la verdadera historia, la de la gente que sufrió, como apuntaba Walter Benjamin, no la de los políticos y actores de primer circuito que, sentados en sus sillones re chonchos y con cigarro en la mano, se dedican a
generar historias fantásticas sobre lo que según ellos es la historia; ejemplos
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como la “verdad histórica” de Murillo Karam en México hacen que esta necesidad
de preferir la memoria sobre la historia se haga palpable no sólo en la cabeza de los académicos —que son los que menos importan— sino, sobre todo, en el terreno de la vida cotidiana, de la gente que todavía sigue siendo marginada en su propio país, que sigue viviendo los abusos constantes de un estado y unas instituciones obsoletas. Escribir sobre memoria colectiva es, hoy y siempre, una apuesta para la construcción de nuevas vías de acción política.
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