Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2020) ISSN 2448- 7317
		Reseña: Ghodsee, K. (2016). From notes to narrative: writing  ethnographies that everyone can read. Chicago: The University  of Chicago Press.
		Iván Flores Obregón 1
		Sección: Reseñas  Recibido: 11/02/20 20  Aceptado: 28/02/20 20  Publicado: 23/04/20 20
		Pensemos en la siguiente situación: hemos pasado más de un año en campo,  nuestro diario está repleto de detalles y datos que hemos recabado con cuidado.  Están también las entrevistas con sus transcripciones y estamos saturados de  información, nuestras preguntas de investigación están respondidas. Parece que  ya hemos pasado lo más difícil, sin embargo, nos enfrentamos a otro problema:  ¿cómo organizar esta enorme cantidad de información en un texto que logre  transmitir claramente lo que hemos aprendido? ¿cómo redactarla para que  muestre la profundidad de lo que hemos encontrado y no sea un anecdotario?
		Creo que pocas cosas resultan más estresantes para un estudiante o  investigador que sentarse a escribir cualquier texto y enfrentarse a una página en  blanco, el ejercicio de traducir nuestros pensamientos a palabras escritas suele  exigirnos un esfuerzo más allá. Parte de lo que he aprendido en mi corta  experiencia es que no basta con elaborar buenas ideas, hay que tenerlas e n  escrito e idealmente hay que publicarlas, compartirlas y discutirlas. Es parte del  ciclo de la producción científica. Las palabras son ciertamente la materia prima  con la que construimos ideas, explicaciones e interpretaciones, de tal forma que  tener la astucia de hacernos muchas preguntas sobre la realidad social o ser  creativos en las formas de crear lazos significativos con nuestros interlocutores  en campo es inútil si no podemos elaborar textos que transmitan nuestro
		conocimiento.
		Con el paso de los años (espero) vamos adquiriendo estrategias para  construir textos que posean una fuerza suficiente como para mantener al lector  atento e interesado, sin embargo, esa parte del camino suele transitarse  solitariamente frente a la máquina, yendo y viniendo entre borradores,  correcciones, comentarios y nuevos borradores. Nunca he visto a ninguno de mis
		1 Estudiante del doctorado en Ciencias Antropológicas de la UAM-Iztapalapa. Correo:
		ivanfloresobregon@gmail.com .
		Iván Flores Obregón
		profesores enfrentarse a la construcción de un texto desde cero, quizá por eso
		siempre tengo la impresión de que todos son demasiado brillantes y que sus  trabajos han de surgir fluidamente, sin tropiezos ni contratiempos. Becker (2011)  nos ha dado una buena cantidad de ejemplos sobre ello.
		Me parece que en eso reside el valor del trabajo que Ghodsee presenta, su  libro está plagado de ejemplos sobre las dificultades que muchos  experimentamos cuando escribimos, el texto se construye bajo un argumento  fundamental: nadie quiere leer textos llenos de tecnicismos innecesarios que  parecen estar construidos para obligarnos a salir de casa y hacer algo mejor. La  experiencia académica de Ghodsee le ha mostrado que los textos fallan si su  prosa es opaca, verborreica y ofuscada. Incluso si se trata de lecturas alabadas
		por la comunidad científica.
		Se trata de un posicionamiento más crítico sobre la forma en que  presentamos los saberes de nuestras disciplinas, el reto es aspirar a redactar de  forma concreta sin dejar atrás la rigurosidad teórica o metodológica porque ¿no  hemos dedicado bastantes años a investigar cosas que esperamos puedan ser  leídas por otros? Ghodsee cree que esto es posible, su mismo texto respalda estos  principios y aunque pueda parecer un estilo de escritura que peca de  pragmatismo y reduccionismo, lo cierto es que este libro logra que nos hagamos  preguntas centrales sobre el ejercicio de escribir.
		Tal vez sea bueno considerar que la elaboración de una etnografía es también  un ejercicio de producción narrativa y como tal, nos permite contar una historia  sobre lo aprendido. Con sorpresa notaremos que este trabajo de redacción
		contiene todos los presupuestos epistémicos, suposiciones y reconstrucciones
		que se elaboran a veces a nuestra conveniencia. Hammersley y Atkinson (2010)  dirán que la escritura etnográfica a veces es mucho más importante que esa  infinita cantidad de datos que guardamos en nuestras computadoras. Esto trae a  mi mente una frase de Gabriel Rodríguez Liceaga, un joven cuentista de la Ciudad  de México, a su juicio un buen cuento “debe ser como cuando a la cinta diurex  tratas de encontrarle el principio (o el fin) a rasguños y nomás no lo consigues.  Entonces te das cuenta de que tienes un objeto perfecto en las manos”.
		Esta curiosa perspectiva no supone un choque frontal contra la escritura  académica, de hecho, podría complementarse. Nuestros trabajos también  podrían (y probablemente deberían) fascinar a nuestros posibles lectores, pero  ¿cómo lograrlo? En principio Ghodsee nos propone escribir sobre un tema que  nos guste, un principio que los cuentistas como Rodríguez Liceaga tienen claro:
		“Mi punto de arranque para escribir una historia tiene que ver con lo que me  emocione”. La etnografía -como casi cualquier otra forma de escritura académica -  está relacionada con algo que nos emociona, nos interpela o nos reta, esa misma  motivación que nos mantiene en el ejercicio imposible de producir  interpretaciones de un mundo que cambia a cada segundo.
		En ese sentido, las reflexiones de Ghodsee sobre la creación textual son  pertinentes para cualquier estudiante, sin embargo, creo que sería bueno revisar
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2019 )
		116
		Reseña: Fromnotesto narrative...
		su libro cuando comenzamos la carrera universitaria. En mi licenciatura no
		recuerdo haberme preocupado tanto por mi forma de pensar y criticar los textos,  mucho menos por cómo escribir y mejorar mis trabajos finales. La dinámica era  más bien escribir de golpe lo que recordaba, leerlo rápido y entregarlo lo más  pronto posible con la esperanza de pasar las materias sin problemas. Terrible  error.
		El libro de Ghodsee puede ser un excelente recurso para las clases de  metodología o que están relacionadas a los proyectos de tesis. Leer “From notes  to narrative: writing ethnographies that everyone can read” permite abrir un  diálogo para discutir nuestras prácticas y también vicios al momento de escribir,  como ya he dicho antes, el trabajo de redacción es solitario y quizá por eso resulta
		más complicado observar con cierta distancia cómo lo llevamos a cabo, escribir
		puede parecer tan obvio que pensar en por qué lo hacemos así puede convertirse  en un verdadero reto. Invertir tiempo en esta especie de auto-observación no es  casual, sino que es producto de la importancia que ha adquirido la reflexividad  en los trabajos de corte cualitativo, especialmente en la etnografía.
		Otro de los consejos que destacan del libro de Ghodsee es escribir en primera  persona, lo que en principio me pareció arriesgado y poco común, especialmente  después de haber pasado bastante tiempo preparando textos que aspiraban a  ser “objetivos” y fieles a la realidad. Sin embargo, cuando aprendemos (o  enseñamos) que los textos académicos deben ser escritos en tercera persona, lo
		que estamos haciendo es construir una voz impersonal y ajena que parece no
		estar involucrada y que “carece de poder e intimidad” (Ghodsee, 2016, p. 36). En  diversos niveles encuentro una relación profunda entre este trabajo y el famoso
		“Manual de escritura para científicos sociales” de Becker (2011), los dos textos  buscan que seamos más arriesgados al momento de escribir y ¿qué puede ser  más temerario que escribir asumiendo la responsabilidad de lo que pensamos y  publicamos?
		La etnografía exige que pasemos una buena cantidad de tiempo con nuestros  interlocutores, lo que significa pensar y preparar minuciosamente todos los  detalles de lo que puede o no ocurrir durante el proceso. Al terminar de leer este  libro me he quedado con la idea de cuántas etnografías regresan al campo para  poder ser leídas, entendidas y disfrutadas por nuestros interlocutores, sospecho  que pocas. Ghodsee nos invita a considerar que es más probable que el impacto  de una obra sea mayor, si puede ser discutida por más personas.
		Tal vez por esta razón, Ghodsee trata de deconstruir esa voz intelectual que
		utilizamos cuando escribimos un texto académico. Es verdad que buena parte de  nuestro entrenamiento profesional requiere que comprendamos la jerga técnica  con la que nuestros diálogos quedan estandarizados en pequeños nich os  intelectuales. Los psicólogos que hablan de “representación social” encuadran su  pensamiento con Moscovici, comentaremos sobre el “habitus” y Bourdieu  establecerá un posible marco de discusión, sin embargo es posible que las
		grandes palabras oculten vacíos explicativos, Williams (1981) citado por Ghodsee  Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2020)
		117
		Iván Flores Obregón
		dice que “algunos escritores eligen lenguaje complicado no solo para
		engrandecer sus ideas, sino para enmascarar su falta, esperando que la  complejidad impresione a quienes confunden dificultad con sustancia”, Williams  continúa esta dura crítica diciendo que “cuando no sabemos de qué estamos  hablando y no queremos que otros se den cuenta que no sabemos, típicamente  recurrimos a oraciones largas y complicadas”.
		Escribir de forma rimbombante y complicada también puede ser producto de  un mantenimiento de las jerarquías académicas que reinan en muchas  universidades y demás instituciones educativas, pero esta necesidad por sonar  inteligentes hace que perdamos de vista nuestra capacidad para establecer un  lazo con otros. A veces, el lenguaje académico y rebuscado puede intimidar al
		lector y hacerlo sentir que no está capacitado para comprender, ¿realmente
		somos tan distintos de los demás? En todo caso, es más probable que nuestro  impacto en el mundo sea más efectivo si encontramos una voz menos  pretensiosa.
		Cuando escribimos no solo explicamos lo que hemos aprendido, sino que  también revelamos -a veces sin saberlo- nuestras posturas políticas, éticas o  ideológicas, hasta cierto punto esto es inevitable sin embargo eso no significa  que no tengamos la responsabilidad de pensar en ello cuando redactamos  nuestros informes finales. Son los gajes del oficio, escribir es un trabajo arduo que  requiere mucha disciplina y práctica. Ghodsee nos muestra que no somos los
		únicos preocupados por los textos que desarrollamos; de hecho, encontraremos
		a lo largo del libro una vasta colección de anécdotas curiosas, sugerentes y  valiosas sobre distintas perspectivas alrededor de la escritura, algunas
		provenientes de la academia, otras de la literatura.
		Este trabajo nos compete a todos los que estamos interesados en que  nuestras ideas vayan más allá del tiempo y espacio, que perduren para ser  discutidas, criticadas y pensadas. Escribir puede parecernos una tarea evidente ,  pero pocas veces tenemos la oportunidad de discutirla a la luz de la experiencia  de otros. Este texto es una invitación y, por momentos, logra que nos sintamos  motivados, Ghodsee concluirá diciendo que: “si tus ideas son originales y tu  investigación es buena, puedes escribir textos que hablen a tus audiencias más  allá de los revisores. Estudiantes, informantes, e incluso tus colegas te lo  agradecerán”.
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2019 )
		118
		Reseña: Fromnotesto narrative...
		REFERENCIAS
		Becker, H. (2011). Manual de escritura para científicos sociales: cómo empezar y  terminar una tesis, un libro o un artículo. Buenos Aires: Siglo Veintiuno  Editores.
		Hammersley, M. & Atkinson, P. (2001). Etnografía: métodos de investigación .  Barcelona: Paidós .
		“Reseña: Ghodsee, K. (2016). Fromnotestonarrative:writingethnographies that  everyonecanread.Chicago: The University of Chicago Press” por Iván Flores  Obregón está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento -  NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

		119
		Revista SOMEPSO Vol.5, núm.1, enero-junio (2020)