Revista SOMEPSO Vol.6, núm.2, julio-diciembre (2021) ISSN 2448- 7317
		SUBJETIVIDADES FAKE: LA INTERPASIVIDAD DESDE LA  (NEURO)PSICOLOGIZACIÓN A LA DIGITALIZACIÓN 1
		* * *
		FAKE SUBJECTIVITIES: INTERPASSIVITY FROM (NEURO)  PSYCHOLOGIZATION TO DIGITALIZATION
		Jan de Vos 2
		Sección: Artículos  Recibido: 04/09/2021  Aceptado: 15/09/2021  Publicado: 15/11/2021
		Resumen
		El presente artículo desarrolla un recorrido analítico de la psicologización y la  producción de subjetividad en las comunidades digitales. A partir del concepto de  interpasividad planteado por Pfaller, la subjetividad y su goce en el mundo virtual es  analizada a la luz de las exigencias del sistema simbólico de la cultura. La pasividad y  el mundo digital elaboran nuevas formas de interpelación y de sometimiento al saber  que hacen coincidir el mundo de las neurociencias con la digitalización como procesos  similares. Por el contrario, el escrito realiza una desvelación del funcionamiento  análogo de la reproducción digital de un psiquismo humano previamente elaborado  que es captado por los avatars que utilizamos en el mundo digital. La doble vida digital  conlleva una adaptación consensuada de los sujetos y sus avatares que suponen  conocer todo su psiquismo. Una última crítica es elaborada a partir de la noción  lacaniana de objeto a que despliega un impasse en la administración de los datos en  el mundo digital y la construcción de subjetividades.
		Palabras Clave: avatar, goce, pasividad, objeto a, subcontratación.
		1 De Vos, J. (2018). Fake subjectivities: interpassivity from (neuro)psychologization to digitalization.  Continental Thought & Theory: A Journal of Intellectual Freedom, 2(1), 5- 31.
		http://dx.doi.org/10.26021/267 Texto publicado con la autorización del journal, así como del autor.  Traducción por Edgar Miguel Juárez Salazar. El traductor agradece a Jan de Vos por su generosidad,  ayuda y las correcciones realizadas en la traducción.
		2 Profesor e investigador de la Universidad de Cardiff, Gales, Reino Unido. Correo electrónico:
		devosj@cardiff.ac.uk ORCID: 0000-0003-4229-8653 .
		Jan de Vos
		Abstract
		The present article develops an analytical approach on psychologization and the  production of subjectivity in digital communities. Based on the concept of interpassivity  proposed by Pfaller, subjectivity and its enjoyment in the virtual world are examined in  the light of the demands of the symbolic system of culture. Passivity and the digital  world elaborate new forms of interpellation and subjection to knowledge that make  the world of neuroscience and digitalization coincide as similar processes. On the  contrary, the paper unveils the analog functioning of the digital reproduction of a  previously elaborated human psyche that is captured by the avatars we use in the  digital world. The digital double life entails a consensual adaptation of the subjects and
		their avatars, which implies knowing their entire psyche. A last critique is elaborated
		from the Lacanian notion of object a that unfolds an impasse in the administration of  data in the digital world and the construction of subjectivities.
		Key words: avatar, enjoyment, passivity, object a, outsourcing
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		Interpasividad y (neuro)psicologización
		La teoría de la interpasividad nos presenta en este punto un beneficio  inesperado en términos de una solución a un problema fundamental de la  teoría cultural (Pfaller, 2017, p. 7).
		¿No es este epígrafe algo agradable que concierne a la teoría, que piensa por  nosotros, que da una solución de forma inesperada cuando nosotros mismos  estamos atrapados? Y, como vuelta de tuerca, debo señalar que mientras escribo  estos comentarios sobre el libro de Robert Pfaller Interpassivity.TheAesthetics of  DelegatedEnjoyment[Interpasividad:Laestéticadelgocedelegado], no puedo
		dejar de verme enganchado en esta dinámica de delegación y subcontratación
		[outsourcing]: puesto que ¿no soy yo mismo quien es puesto a trabajar por esta  teoría? ¿no estoy siendo contratado, por así decirlo, por la teoría para hacer su  trabajo (no obstante, posiblemente, sin una garantía de entrega de sus productos  finales)? Por supuesto, uno puede confundirse fácilmente en este punto, ¿qué o  quién está pensando exactamente? ¿soy activo o pasivo? Es decir, pensar con la  teoría, subcontratar el propio pensamiento a la teoría, o convertirse uno en sí  mismo en una herramienta de la teoría; ¿No son todas estas modalidades en  donde la línea entre la actividad y la pasividad se vuelve borrosa? Como mínimo,
		y en este sentido, la teoría de la interpasividad de Pfaller nos permite reconsiderar  la cuestión de ser un sujeto del pensamiento y de la teoría.
		Si consideremos, siguiendo a Pfaller, que la interpasividad compete a la  delegación de la pasividaden lugar de la actividad y se trata de dejar que otro (o
		algún dispositivo o aparato) gocepor nosotros (en lugar de dejar que otros  trabajen por nosotros), ¿No es entonces la teoría precisamente el dispositivo al  cual subcontratamos nuestro Denklust (goce del pensamiento)?3 Es decir,  dejamos que la teoría goce del pensamiento para encontrar soluciones mientras  podemos permanecer confortablemente atascados. El punto de Pfaller, de que  siempre hay una segunda delegación (además de la delegación del placer) puede  ser de utilidad aquí: Pfaller (2017) sostiene que mientras las personas transfieren  su placer a un agente representante, transfieren también la “creencia en la ilusión  de que han representado” a otro indefinido e ingenuo (p.7). Para empezar, en  otras palabras, cuando subcontratamos por ejemplo el goce de la lectura a la  fotocopiadora, la impresora o el disco duro (ya que copiamos, imprimimos o  guardamos todos los textos que nos gustaría leer), nosotros mismos no
		confundiríamos nunca el acto de leer con la operación del dispositivo, esto es,  nosotros mismos nunca creeríamos en la ilusión de que el dispositivo ha hecho  la lectura por nosotros.
		3 Pensemos en la idea freudiana de que el placer de pensar está relacionado a la sexualidad  infantil, y de forma más particular, con los enigmas sexuales a los que se confronta el niño (cuál  es la diferencia sexual entre hombre y mujer, de dónde vienen los niños…) y que incita al infante  a pensar y formular teorías. Véase Freud (1905).
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		Aquí se revela la figura del observador ingenuo de Pfaller: sólo para este
		agente sería satisfactorio todo el montaje (toda la puesta en escena involucrada  en la interpasividad). Como el “observador ingenuo” no puede leer intenciones,  escribe Pfaller (2017, p.51), está satisfecho con sólo una apariencia comosí (por  ejemplo, el ejemplo de la cortesía). Pfaller (2017) habla en este sentido de un tipo  especial de ilusiones como “no meramente ilusiones que ciertas personas nunca  han creído, sino ilusiones en las que aparentemente nadie ha creído jamás” (p. 6).  En este punto lo más interesante es que contrasta al otro ingenuo con el superyó  freudiano: mientras que esta última instancia presume saber tus intenciones (y  puede castigarte por el hecho de tenerlas), el primero solamente puede juzgar  por las apariencias. ¿Esto no significa entonces que la subcontratación del
		pensamiento a la teoría se trata de colocar a algún observador ingenuo quien  pensaría que la teoría hace su trabajo? Mientras que nosotros nunca tenemos la
		ilusión de que con nuestra pequeña teoría hemos resuelto los asuntos  importantes puestos aquí en juego. GoogleAcadémicopodría ser un observador  tan ingenuo contando, por ejemplo, nuestras publicaciones y citas, sin diferenciar  si nos están citando positiva o negativamente (digamos, por ejemplo, ‘¡De Vos se  equivoca completamente!’ aun así seguiría aumentando positivamente mis  índices de citas).
		Pero aquí podríamos intentar movernos de nuestra perspectiva particular, —  ser académicos de humanidades— hacia la perspectiva del sujeto como tal: el
		llamado lego, quien, se puede argumentar, es en sí mismo también un sujeto de
		lateoría. Es decir, si para Jacques Lacan (2007) el sujeto del psicoanálisis es el  sujeto moderno pues define a éste como sujetodelaciencia, ¿no estamos
		conminados a tomar esto al pie de la letra? Porque ¿no está claro que el sujeto  moderno ya no se comprende a sí mismo, a los demás y al mundo desde el punto  de un Dios que todo lo ve y todo lo comprende (una perspectiva que los mortale s  nunca podrán compartir), sino, más bien desde la más limitada posición de la  ciencia y su ventajosa posición teórica? Todo lo que hace el sujeto moderno  desde cocinar, comer, dormir, tener sexo, criar a los hijos, cuidar su jardín y demás,  diría yo, está fundamentado, incrustado y estructurado por la ciencia. Más  importante aún, en todo esto el legoes muy consciente, al menos en pocas  palabras, de las teorías involucradas para hacer que todas estas cosas sucedan:  porque, ¿no sabemos todos lo que los expertos académicos dicen sobre cocinar,  comer, dormir, tener sexo, criar a nuestros hijos y cuidar el jardín? Nuestro mundo  de la vida no es ya el espacio sublunar de un Dios superyoico(que todo lo ve y
		todo lo sabe sobre nuestros deseos y pequeños placeres), sino que hemos  llegado a vivir en un hábitat academizado realizado por la más limitada mirada  de las ciencias modernas: la ingenua mirada-observadora renuncia a cualquier  acceso a la Cosa encuantotal(la Cosa en sí kantiana) y se limita en sí misma a  las apariencias al tratarlas de una manera pragmática y basada en la evidencia.  Por lo tanto, la pregunta central se convierte en algo diferente: ¿Quéesla teoría
		paraelsujetomodernoyquéeselsujetomodernoparalateoría? Puede
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		esperarse que las ciencias psi—en términos amplios, las ciencias que se encargan
		de la subjetividad en sí misma— juegan un papel central aquí. La primera cosa  que debemos observar es que el mandato de las ciencias psi efectúan un  redoblamiento: el “mira,estoesloqueeres” construye una imagen externalizada  de ti mismo, un golem (neuro)psicológico u homúnculo para que lo mires. Lo que  parecemos presenciar en este punto es el nacimiento de un tipo de persona extra  a la que podemos subcontratar nuestra existencia diaria dentro de un esquema  interpasivo, es decir subcontratamos no loquesomos, sino, lo más importante,  lo que senosdicequesomossegún la ciencia. Consideremos, por ejemplo, las  sesiones de CircleTime4en donde se les pregunta a los niños pequeños cómo se  sienten y se les ofrecen cuatro máscaras: una feliz, una triste, una enojada y otra
		asustada. En resumen, se trata de dejar que la máscara exprese el sentimiento  apropiado y así ella misma experiencia el sentimiento (De Vos, 2012). De esta
		forma, la imagen omnipresente del cerebro parece ser la última máscara que  contiene nuestros supuestos rasgos principales y características humanas. Pero,  nuevamente, no deberíamos perder aquí de vista que lo que proyectamos en el  cerebro no es lo que somos sino, más bien, lo que se nos dice que somos según  la ciencia. En otras palabras: los colores del escáner cerebral policromático que  todos conocemos muy bien provienen de las ciencias psi: esto es, un cerebro  coloreado mediante teorías psicológicas (De Vos, 2016). Por lo tanto, el cerebro  no es más que otro paso en el proceso de subcontratación: delegar nuestro ser
		humanoa nuestro redoblado homopsychologicusconlleva transferir todo esto a  un punto más concreto y supuestamente más tangible: el cerebro.
		A partir de aquí es posible aclarar el funcionamiento específico y la posición
		del problema de la teoría y el saber para la subjetividad moderna. Podemos  observar, por ejemplo, que las sesiones de CircleTime incitan a los niños  pequeños a expresar sus “sentimientos” están basados en una previa inducción  teórica de los niños en las teorías académicas de las emociones. Es decir, una  inspección más precisa sobre la didáctica que está involucrada allí revela que los  niños, antes del llamado a usar las máscaras, reciben una clase teórica  explicándoles la base científica de las emociones humanas: se les enseña los  diferentes tipos de emociones que supuestamente existen y las formas adecuadas  de expresarlas. En la misma línea, la neuroeducación (la idea de usar los hallazgos  neurocientíficos en la educación) no puede dejar pasar a la neuro -  pedagogización, es decir, no puede dejar pasar el educar a los pupilos en los  últimos descubrimientos científicos sobre el cerebro. Por ejemplo, una parte
		inevitable del currículo escolar entre los doce y los quince años es la introducción  a las teorías del cerebro adolescente (De Vos, 2016). Incluso, el uso de la  neurociencia cognitiva en las clases parece implicar necesariamente la inducción  de los estudiantes en el conocimiento sobre cómo aprende el cerebro. Por
		4 La dinámica CircleTimees una técnica pedagógica de trabajo con grupos infantiles que tiene  como una de las finalidades principales la resolución de algún problema o aprender en colectivo  [N. del T.].
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		ejemplo, en el caso del TDAH, ¿No es el primer paso del tratamiento la enseñanza
		de la teoría a los padres, maestros y los propios niños? Solo por mencionar una  referencia, la primera lección que reciben los adolescentes “afectados” es que el  TDAH es un trastorno cerebral:
		Quizás te preguntes por qué tienes TDAH. […] Tener TDAH no es culpa tuya.  Los estudios han demostrado claramente que el TDAH es hereditario (se debe  a la genética). El TDAH es un trastorno cerebral y los síntomas que se  muestran en el TDAH están vinculados a muchas áreas específicas del  cerebro. No existe una cura conocida para el TDAH, pero sabemos muchas  cosas que pueden reducir el impacto que el TDAH tiene en tu vida cotidiana
		(Children and Adults with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder [CHADD],  2021) .
		Desde el sabemos, los adolescentes son interpeladospara compartir este saber.  Es claro ya que me estoy apoyando y tratando de superar el concepto  althusseriano de la interpelación (Althusser, 1971). Para comenzar, la primera  especificidad de la interpelación de las ciencias neuropsies que pasa por vía de  la teoría y la ciencia: ¡Hey,tú!Mira,esteeselser(neuro)psicológicoque eres  segúnlasúltimasinvestigacionescientíficas. Por lo tanto, la interpelación no viene  de la voz del amo sino más bien del saber, o en términos de Jacques Lacan, desde
		el DiscursodelaUniversidad. En este sentido, ¿No es extraño que, dado el marco
		temporal, Louis Althusser desarrolle el concepto de interpelación desde la figura  del oficial de policía para dar cuenta de cómo las ideologías engendran a sus
		sujetos? El “Hey, tú” del oficial de policía –que transforma a la persona que se gira  en un sujeto de la ley y el orden– sitúa claramente el problema de la interpelación  ideológica dentro, en terminología lacaniana, del discurso del amo. No obstante,  Althusser despliega puntualmente su concepto de interpelación en el auge del  Mayo del 68 ¿No tendría más sentido comprender la interpelación ideológica en  el interior del discurso de la universidad? Ya que, si seguimos la interpretación  lacaniana de los giros en el poder durante ese tiempo, el periodo en c uestión  podría entenderse como el pasaje del discurso del amo al discurso de la  universidad como el discurso hegemónico en la sociedad (Lacan, 1991).
		De esta manera, mientras el esquema clásico althusseriano entiende la  formación ideológica subjetiva en términos de la interpelación por el significante  amo, es precisamente el fenómeno de la (neuro)psicologización el que de forma
		ejemplar revela un tipo diferente de interpelación alimentado por el discurso de  la universidad. La especificidad más relevante de esta interpelación es entonces  que engendra un sujeto partiendo del llamado “neutral”, objetivo e impersonal  saber académico. El “Hey, tú” de los discursos-neuropsi—omnipresentes en  nuestra sociedad desde el jardín de niños, la escuela, los medios de comunicación,  del lugar de trabajo al asilo— invita a todos, desde el infante al anciano, a
		subjetivarse partiendo desde la perspectiva de la teoría. Aquí, en contraste con el
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		esquema althusseriano clásico, no se le pide al sujeto que se identifique con el
		llamado de la interpelación ni se le pide que se identifique en primer lugar con la  cosa que se le dice que es (el homopsychologicuso el cerebro). Más bien se le  exige adoptar la posición de las propias neurociencias psi. Es decir, mira,este es  elserpsicológicoqueeres/mira,esteeselcerebroqueeres, y esto nos interpela  a mirarnos a nosotros mismos, a los demás y al mundo desde la posición del  experto neuropsi. De esta manera, nos identificamos en primer lugar con el  neurocientífico psi, y nos decimos: Sabíasquesegúnlosestudiossobre el  cerebro…
		Ahora bien, desde esta reelaboración del concepto althusseriano de  interpelación, ¿No nos vemos orillados a cuestionar el trasfondo optimista de la
		interpasividad de Pfaller? Es decir, Pfaller (2017) escribe que la interpasividad es  una estrategia para escapar de la identificación y la consecuente subjetivación:
		“La interpasividad es, por lo tanto, un comportamiento anti-ideológico, o es un  segundo tipo de ideología completamente diferente, que no descansa en  convertirse en sujeto” (p.8). Permítanme cuestionar lo anterior partiendo del  problema de la identificación en sí: ¿La identificación no siempre implica una  forma mínima de no-identificación y no-subjetivación haciendo que la  identificación siempre se escape de sí misma de alguna manera? Es decir, ¿me  identifico con mi padre, maestro, héroe… con base en una mínima diferencia, un  lugar otro mínimo o un espacio desde donde miro la imagen de lo que yo quiero
		ser (o en la imagen de lo que yo digo/supongo ser)? Por tanto, la identificación y
		la subjetivación por definición parece, en última instancia, residir en no  convertirse en sujeto, se apoya en una suerte de subjetividad de nivel-cero: uno
		sólo es sujeto desde un lugar exterior, el sujeto únicamente es un sujeto donde  el sujeto se escapa de sí mismo. Esto opera también de forma específica en el  problema de la (neuro)psicologización: se responde al llamado de la interpelación  de las neurociencias psiidentificándose precisamente con la posición objetiva y  potencialmente vacía de la ciencia. Uno se subjetiviza a sí mismo desde un nivel -  cero de subjetividad que se comparte con la ciencia y desde donde se delega de  una manera interpasiva el ser al homúnculopsicologicusy/o al cerebro. En este  caso en particular, el olvido de sí mismo (usando los términos de Pfaller)  involucrado está lejos de constituir un movimiento anti-ideológico ya que parece  estar firmemente controlado por el discurso hegemónico de la univer sidad.  Nuestro no devenir en un sujeto está basado en una sumisión previa y una  identificación con la academia, condición que eventualmente permite poco o
		ningún margen de maniobra. ¿No es este el caso de, para usar la expresión  althusseriana apropiada, “la ideología y su agudización”? (Althusser, 1971).  Cuando menos, en el caso de la neuropsicologización, la identificación del  llamado legocon la posición del académico experto permite que el complejo psi  domine los vastos terrenos de la educación, la escolarización, la vida cotidiana, el  trabajo, la política… lo que provoca que tanto los problemas personales y los
		impersonales puedan ser controlados y gobernados en un sentido académico y  Revista SOMEPSO Vol.6, núm.2, julio-diciembre (2021 )
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		despolitizado. Basta con considerar cómo los expertos psi pueden ahora
		encontrarse en la educación, en las cuestiones legales, en la ayuda humanitaria…,  e incluso en las cámaras de tortura (De Vos, 2013).
		Sin embargo, quizás nos estemos dejando llevar un poco por el  desencadenamiento de la teoría de la interpasividad sobre el fenómeno de la  psicologización y la neurologización. Ya que, en su libro Interpassivity. The  AestheticsofDelegatedEnjoyment, Pfaller hace una puntualización crucial en  torno a la conducta interpasiva que debemos tomar en cuenta: argumenta que la  interpasividad permite un contacto selectivo con una cosa buscando escapar de  esa misma cosa no sólo con respecto al goce sino también enrelacióncon la  creencia(la identificación con una ilusión) (Pfaller, 2017, pp.7-8). Podemos volver
		en este punto sobre el interesante planteamiento de Pfaller del observador  ingenuo: cuando una persona delega por ejemplo su goce de ver películas a una
		grabadora o un disco duro, no cree realmente que el dispositivo esté mirando:  esta creencia sólo se le atribuye a un observador ingenuo, la persona involucrada  no la comparte. En el mismo sentido, ¿no podemos decir que mientras todos  creemos que somos nuestro cerebro esta creencia está solamente sostenida por  la neurociencia y su mirada ingenua? Mientras tanto, nos obstinamos en sostener  la idea de que, en el fondo de nosotros mismos, al nivel de nuestras intenciones  verdaderas, hay un núcleo que finalmente la ciencia no puede (o aún no) sondear.  Es decir, de la misma forma en que la magia, como explica Pfaller (2014), se basa
		en principio, en nocreeren la magia (lo que Pfaller denomina “ilusiones sin
		dueños”), ¿no observamos los descubrimientos de los expertos-neuropsi con  cierto escepticismo y distanciamiento?
		Consideremos, en este sentido, lo que la filósofa Patricia Churchland  argumenta en una entrevista cuando se cuestiona: “Por Dios, ¿debemos pensar  que el amor que siento por mi hijo es realmente sólo química neuronal? Bien, en  realidad, sí lo es. Pero eso no es lo que me molesta” (Churchland, 2013). La razón  por la que esto no le molesta a Churchland es descrita de la siguiente manera:  “La neurociencia no proporciona una historia sobre cómo vivir una vida”. En este  último punto es donde entra una cierta distancia, una singular falta de fe, una  sospecha de que, en última instancia equiparar al ser humano con su cerebro no  es el final de la historia. Pero, evidentemente, la cuestión aquí vuelve a cambiar  nuevamente: ¿Es esta una distancia que reta al reduccionismo o que simplemente  lo confirma? Es decir, ¿No estamos simplemente, pero de una manera muy  específica y en un sentido reversivo, de vuelta en la forma post-ideológica de la
		ideología parexcellence: “lo sé muy bien pero no obstante”? (Žižek, 1989, p. 18).  En otras palabras, quizá sólo suscribimos completamente el dicho: “somos  nuestro cerebro” si nos aferramos a la sospecha de que hay, en un cierto nivel o  desde cierta perspectiva, algo más para nosotros que solo: wetware: no obstante,  sabemosmuybienquesomossólonuestrocerebro5. Esto parece implicar, al
		5 Wetwarees un término anglosajón proveniente del mundo informático usado en neurociencias  para describir la equivalencia entre la mente y el sistema nervioso [N. del T.] .
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		menos que, si la magia nunca tuvo creyentes, Pfaller (2017) escribe “siempre
		sucedió contra el mejor saber” (p.9), la ciencia en contraste produce sus  aficionados e incluso a sus radicales entusiastas, es decir aquellos que se  maravillan de ser su cerebro y que están comprometidos en su misión de  convencer al mundo entero. Es precisamente su propia falta de fe lo que  constituye la fuerza misma de su misión.
		Pero si en este punto una teoría de la interpasividad no parece admitir el  potencial emancipador de las dinámicas interpelativas de las ciencias neuropsi ,  entonces tal vez nuestros cambiantes predicamentos socioculturales y político -  económicos actuales causados por la digitalización hagan de este enigma algo  realmente obsoleto. Es decir, la discusión sobre si la lanza que causó la herida es
		también la herramienta para curarla (o, alternativamente, si usar la herramienta  en este sentido sólo significa hurgar más en la herida y agravarla), podría volverse
		superflua cuando uno se ve confrontado con otros artefactos como las armas de  fuego6. Es decir, la forma central en la cual se moviliza la subjetividad interpasiva  de hoy en día ya no pasa en primera instancia por los discursos  neuropsicológicos, sino que es algo que toma lugar en los terrenos de la  digitalización y la virtualidad, donde la subjetividad está dada sin, al menos de  primera vista, la implicación de los discursos mediadores e interpelantes. Si en la  interpasividad la subcontratación y eventualmente el “no hacer” proporciona la  base para la satisfacción del deseo (Pfaller, 2017, p.9), ¿Es de esto entonces de lo
		que se trata precisamente el ciberespacio? Estamos cada vez más y más relevados
		de nuestras obligaciones a medida que los algoritmos se hacen cargo y cuidan  una buena parte de nuestro ser humano: ahora, en lugar de nuestro homunculus
		psychologicuso nuestro cerebro, es nuestro avatar digital quien está viviendo  nuestra vida en lugar de nosotros. Y tal vez algo cambia cuando la interpasividad  se vuelve digital: es decir, si ya cuestioné el aspecto potencial emancipatorio de  la interpasividad dentro de la neuropsicologización, parece que en la esfera  digital las posibilidades de preservar el margen de maniobra se vuelven más  tenues. Consideremos, cómo describe Pfaller (2017), la interpasividad como algo  que abre una suerte de ruta de escape:
		Los rituales de la interpasividad, sus “pequeños gestos de desaparición”, se  asemejan a los actos de magia. Así como a los haitianos les gustaba ahorrarse  la necesidad de matar a sus enemigos perforando a una muñeca, las hordas  de los interpasivos se ahorran noches enteras frente a la televisión
		programando cuidadosamente sus dispositivos de grabación (p. 8).
		5 ¿No fue de esta manera que el potencial emancipador de la palabra impresa fue superado por  los problemas planteados con las nuevas tecnologías de la reproducción mecánica como la  fotografía y las imágenes con movimiento?
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		Hoy, sin embargo, las hordas de interpasivos pasan tardes enteras (y días y
		noches) conectados a dispositivos digitales para ahorrarse la tarea de vivir.  Además, ¿acaso lo digital no anula completamente los “pequeños gestos de  desaparición” que se posibilitaban por el mecanismo de la interpasividad?  Porque, mientras subcontratamos nuestro ser a nuestro avatar a lo virtual,  nosotros mismos ya no podemos retirarnos o desaparecer parcialmente. No solo  todo lo que hacemos en lo virtual se rastrea, datifica y perfila sino incluso se nos  exige que confiemos todo lo que hacemos en nuestra llamada “vida real” al Big  Data. Todo tipo de tecnología (por ejemplo, las tecnologías de pagos, control de  tráfico, reconocimiento facial y demás) y nuestros dispositivos portables y  vestiblesnos hacen cada vez más rastreables en el tiempo y el espacio. ¿Será por
		eso que los “pequeños gestos de desaparición” no hagan más sentido? Estamos  condenados a estar presentes a todas horas y en todo tipo de formas.
		Aquí, la pregunta ingenua podría ser: ¿Qué hará esto con la psicología del ser  humano? ¿Cómo afecta la tecnología digital a nuestra psicología y/o nuestro  cerebro? No obstante, para contrarrestar esto inmediatamente debe quedar claro  que las teorías de las ciencias neuropsiya están en juego en las formas en las que  somos datificados, perfilados y rastreados. Como señaló Gillespie (2014), “los  proveedores de información se basan en la investigación neuropsicológica para  diseñar los algoritmos”. Obviamente, esto compromete fundamentalmente el uso  de la neuropsicología para comprender la subjetividad digitalizada: las teorías
		neuropsicológicas están apuntalando precisamente la digitalización de la
		(inter)subjetividad. De esta manera, en lugar de tomar el camino de intentar  discernir los efectos de la neuropsicologización, de la digitalización o, de un modo
		más modesto, afirmar que Facebook, Googley similares, nos enseñan mucho  sobre la psicología del ser humano, debemos preguntarnos qué modelos  neuropsicológicos están metidos en las redes sociales y otras plataformas  digitales, debemos rastrear las teorías neuropsicológicas que están dentro de las  tecnologías, los algoritmos y los códigos. La teoría de la interpasividad de Pfaller  podría ser de gran utilidad en este punto.
		Digitalización e interpasividad
		En el último Foro Económico Mundial en Davos, George Soros lanzó un ataque  contra Facebooky Googlellamándolos “una amenaza para la sociedad” (Soros,  2018). Soros no sólo ve una amenaza a nivel social, es decir, como un ataque a la
		democracia o a la integridad de las elecciones, sino también en un nivel personal,  esto es, las redes sociales engañan a sus usuarios manipulando su atención y  diseñando de forma deliberada una adicción a los servicios que proporcionan.  Esto, añade Soros, puede ser sumamente perjudicial particularmente para los  adolescentes. En esta comprensión psicologizada de la digitalización, Soros se  sumó a otros comentaristas, algunos de ellos empresarios de Silicon Valley
		(Solon, 2018). Marc Benioff, emprendedor estadounidense de internet, autor y
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		filántropo (Wikipediadixit), por ejemplo, argumentó que Facebookdebería ser
		regulado como una compañía de cigarrillos debido a sus efectos adictivos y  nocivos. Roger McNamee, uno de los primeros inversionistas en Facebook ,  describió a este y a Googlecomo amenazas para la salud pública. E incluso de  manera más clara, uno de los presidentes fundadores de Facebook, Sean Parker  describió el principio operativo de Facebookcomo “hackearla psicología de las  personas para engancharlas”, añadiendo a esto la arenga: “sólo Dios sabe lo que  esto está haciendo en el cerebro de nuestros hijos” (Ulanoff, 2017).
		Si bien estos ataques pueden incitar eslóganes como salvemos nuestra psicología  o salvemos a nuestro cerebro de Facebook y similares, la teoría de la  interpasividad podría ayudar a ver todo esto desde un ángulo diferente.
		Permítanme comenzar haciendo referencia a Jacques Lacan especialmente en un  pasaje para comprender la interpasividad que también es clave para Pfaller. En su
		seminario LaÉticadelpsicoanálisis, Lacan (1992) argumentó lo siguiente que  concierne a la función del Coro en la tragedia griega:
		Una sana disposición de la escena se hace cargo de vuestras emociones. De  ellas se encarga el Coro. El comentario emocional es realizado. […] Por lo  tanto, están libres de toda preocupación -aunque no sientan nada el Coro  habrá sentido por ustedes. E incluso, después de todo, ¿por qué no imaginar  que se puede obtener el efecto sobre ustedes en pequeñas dosis, aun cuando
		no hayan palpitado demasiado? (p.247)7 .
		La idea central aquí es que las emociones y la psicología únicamente ven la luz
		en la subcontratación en sí misma. El ser humano no se preocupe siquiera de las  emociones, ni tiembla: para ello tiene al Coro. Por lo tanto, sería un error  considerar a nuestra psicología como un dato previo que luego se subcontrata  vía un dispositivo. Nuestra psicología está siempre en otra parte, por lo que la  idea de que está bajo la amenaza de ser manipulada o incluso expropiada por la  tecnología, como Soros y otros comentaristas señalan, pasa por alto la lógica de  la interpasividad que está implicada en esto de forma central. Para Soros y los  otros hay algo másalláe incluso también antesde la datificación: esto es, algún  tipo de humanidad esencialista, posiblemente definible en términos  neuropsicológicos. Es aquí donde Soros y compañía abogan por la regulación de  las redes sociales y las tecnologías de internet: buscando rescatar nuestra  psicología, para salvaguardar algún tipo de agalmaprevia del ser humano. En
		contra de este movimiento esencialmente filantrópico8 puede mostrarse una
		7 La traducción es tomada desde la versión española de Paidós, pero se sigue la paginación  original del escrito en la edición inglesa de Routledge [N. del T.] .
		8 Esta es la extraña paradoja de los superricos, aquellos elevados más allá de los enigmas de la  existencia humana cotidiana, que se ven a ellos mismos como los salvadores de nuestra  humanidad en común.
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		inclinación hacia la crítica psicoanalítica ayudada por la teoría de la interpasividad,
		puede mostrar lo que es precisamente esta fantasía, que la esencia del ser  humano puede ser positivamente definida (en términos psicológicos y  relacionados con el cerebro), lo que alimenta la datificación y permite la  mercantilización de la subjetividad. Para ir rápido en este punto, el problema no  es que nuestra psicología sea hackeadapor la tecnología sino, dicho de manera  precisa, estamos enganchados en una tecnología al atribuirnos una psicología. Es  decir, como se nos niega nuestra posición esencialmente libre de psicología,  como la describe Lacan, somos asignados a nuestros avatares digitales y virt uales  que soncargadoscon una psicología y con sentimientos que nosotros, como una  especie de titiritero, se supone que debemos poner en movimiento.
		¿No estoy esbozando aquí la (neuro)psicologización 2.0, que es  decisivamente deferente de la (neuro)psicologización1.0descrita anteriormente?
		Es decir, si la (neuro)psicologización1.0depende de la interpelación científica  involucra una identificación primordial con la posición del experto; en la  (neuro)psicologización2.0, en contraste, la interpelación puede ser simplemente  eludida, ya no estamos encomiados a considerarnos nosotros mismos como el  homo(neuro)psychologicusya que esta (neuro)psicologizaciónlo ha hecho, a  priori, el entorno digital en sí mismo y en el diseño de nuestros avatares. Por lo  tanto, ¿no hemos ya finalmente subcontratado la (neuro)psicologización en sí  misma a la tecnología? O, para decirlo en términos más foucaultianos, ya no
		tenemos que autogobernarnos: la gobernanza que alguna vez se subcontrató a
		nuestro cerebro y yo psicológico puede entregarse ahora a nuestros avatares y  entornos inteligentes. ¿Es entonces el final del sujeto de la ideología, el fin de la
		interpelación a secas?
		Pensemos en este sentido en la dialéctica del CircleTime mencionada  previamente en la cual los estudiantes son interpelados cada mañana de una  forma psicologizada: ¿Cómo te sientes hoy? ¡Eche un ojo en el cuadro de las  emociones!9. Está claro que la presencia de los niños convocados en este sentido  difiere significativamente de la presencia de los niños en otras épocas en donde  la educación estaba centrada en la disciplina y el conocimiento: en aquellos  tiempos un simple “presente” era suficiente para responder en el pase de lista.  No obstante, en los tiempos psicologizados, su presencia se ha vuelto psicológica  (el sujeto es requerido a reportar su estado psico-emocional en un formato  específico solicitado), en los tiempos digitales un llamado interpelativo incluso ya  no es necesario. No sólo su presencia y su paradero pueden ser verificados
		electrónicamente (algunas escuelas usan ya trackingtechnologyy dispositivos  Dittopor lo que ya no es necesario pasar asistencia), sino incluso “dispositivos de  seguimiento del estado de ánimo en tiempo real” (cámaras inteligentes capaces  de detectar emociones humanas) pueden ser usadas para evaluar su estado  emocional para adaptar el contenido del aprendizaje para ese día (o tal vez
		9 Véase, por ejemplo: https://cutt.ly/hTlVgi3
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		concretar una reunión con el psicólogo de la escuela)10. Al menos, mientras el
		sujeto psicologizado y neurologizado fue interpelado vía la inducción en teorías  académicas, el sujeto digitalizado no está necesariamente conminado a compartir  la perspectiva teórica. Es decir, como muestra la perspectiva del uso de estos  dispositivos de seguimiento del estado de ánimo en tiempo real, la recopilación  y el manejo de datos puede funcionar perfectamente sin un sujeto cognoscente.  Las redes sociales nos impulsan a que nos guste esto, que lo lamentemos, que  compremos esto… sin que tengamos que saber el código racional detrás de todo  esto. Por lo tanto, en contraste con el psicólogo y el neurocientífico, al bigd ata  no le importa si uno sabe o no: nosotros no necesitamos ser educados en las  teorías sobre lo que nos dirige: la data-technologyy los algoritmos trabajan
		silenciosamente en segundo plano, simplemente condicen, guían y dirigen  nuestro comportamiento. Basta diseñar nuestros avatares y configurar nuestros
		entornos digitales con la ayuda de modelos psicológicos.
		¿Esto no significa que la interpasividad es inmovilizada en la digitalización de  una forma totalmente diferente antes que la esencialización de la tecnología?  Para responder esto, regresemos primeramente a comprender cómo funciona la
		interpasividad en la (neuro)psicologización 1.0. Mientras la
		(neuro)psicologización 1.0 llamaba a ser un sujeto interpasivo psicologizado  (dejando que un redoblado homo[neuro]psychologicushiciera el ser), uno puede  argumentar que, por otro lado, la (neuro)psicologización fue siempreya una
		denuncia de la interpasividad en sí misma, tal vez primero y antes de las viejas
		formas de interpasividad. Pensemos en este sentido en el ejemplo de Slavoj Žižek  (2006, p.6) de los dolientes contratados que en ciertas sociedades se dedican a
		hacer un duelo y estar afligidos en un funeral: ellos permiten que los familiares  del difunto se sientan cómodos y no se molesten si no sienten mucho para  después ocuparse de asuntos más mundanos como la división de la herencia. ¿No  son estos tipos de subcontratación interpasiva de las emociones las que están  siendo atacadas en la era de la psicologización? Es decir, en los tiempos  psicologizados, somos convocados precisamente a expresar nuestras emociones,  no se nos permite negarlas. Somos instados a dejarlos fluir y ocuparnos de ellas  (de manera apropiada por supuesto). Esto podría compararse con los  movimientos reformistas religiosos mencionados por Pfaller (2017) que  denuncian los rituales supuestamente vacíos de las prácticas religiosas  tradicionales (p.63). De esta manera, los reformistas oponen el modo interpasivo  de creer (la subcontratación de la creencia mediante, por ejemplo, la oración
		monótona u otros rituales o artefactos) e instan al creyente a que crea por sí  mismo. ¿No nos interpela de esta misma forma la interpelación psicológica para  conjuntarnos con nuestras emociones y no negarlas o subcontratarlas?
		Por supuesto, la paradoja es que esto únicamente conduce a una  interpasividad secundaria, en donde las emociones están eventualmente  localizadas con el homo[neuro]psycologicus que se dice que somos.
		10 Como lo describió Williamson (2017).
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		Precisamente, este primer llamado para dar fe de nuestros estados psicológicos,
		es fácilmente rastreable en redes sociales como Facebook, que nos incita a  expresar nuestras emociones y compartirlas con nuestros amigos. Pero allí uno  puede eventualmente también discernir de la validez de la afirmación de Pfaller  de que el ascenso de la reforma en la religión no consigue disipar la  interpasividad sino solo hacen que la dimensión interpasiva de la religión sea  cada vez más invisible (Pfaller, 2017, p.63). En otras palabras, en el llamado de las  redes sociales a coincidir con nuestros sentimientos sólo se preparan nuevas y  más ocultas formas de interpasividad. Pensemos que, para mucha gente,  Facebookes algo que se abre una vez al día (como si fuera un ritual) para  dispersar algunos likes, compartir un posto dos, informar esto o aquello y cerrar
		sesión para regresar a los asuntos cotidianos. Por lo tanto, no hay un sujeto  involucrado: uno simplemente deja que su avatar conduzca su pequeña vida a
		través de estos caminos pre- configurados.
		¿La conclusión aquí es que la digitalización, después de todo, no trae muchas  novedades, ya que todavía permite un sujeto no comprometido, no subjetivizado  (si me permite denominarlo así)? Entonces, la tarea de la teoría crítica seguiría  siendo hacer visible lo invisible, es decir, mostrar lo que está oculto a simple vista:  el carácter interpasivo de la subjetividad digitalizada. Sin embargo, y aquí me veo  obligado a realizar un giro decisivo en mi argumentación: tal vez la mayor  invisibilidad de la interpasividad 2.0 significa un nuevo giro en el ámbito de las
		formaciones de sujeto, debido a su capacidad mejorada para pre- estructurar
		nuestro entorno y el mundo de la vida (pre-psicologizando nuestros avatares e  interacciones sociales). Es decir, además de la capacitad ya insinuada de la
		digitalización de atraer nuestra presencia en la llamada “vida real” a su alcance  (haciéndonos totalmente rastreables en el tiempo y el espacio), tal vez el  problema más decisivo es que es capaz incluso de sacar nuestra misma ausencia  en su economía. Ya que, si en la comprensión de Pfaller, la interpasividad implica  pequeños focos de no subjetivación y permite un margen mínimo de maniobra,  ¿No es la digitalización capaz, en un primer momento, de controlar  verdaderamente y por lo tanto explotar así este mismo aspecto de no estar allí?  Entonces, quizás, en lugar de simplemente argumentar que en la interpasividad  2.0 uno ya no puede más desaparecer o dejar la escena, sería más conciso afirmar  que es precisamente esta no-presencia la que se retroalimenta en el sistema  mismo. Poniéndolo en otras palabras, si la interpasividad del ritual religioso hizo  posible que el sujeto religioso pudiera desaparecer (Pfaller, 2017, p.63), la
		desaparición del sujeto digitalizado está contenida por la weby el internet en sí  mismos. En última instancia, tener cuenta de Facebook,podría implicar no estar  en Facebook .
		Tal vez esto permita comprender el cambio reciente en las políticas de  Facebook: esto es lo que Mark Zuckerberg anunció:
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		Las investigaciones muestran que, cuando usamos redes sociales para
		conectar con las personas que nos importan, puede ser bueno para nuestro  bienestar. Podemos sentirnos más conectados y menos solos, y eso se  relaciona a largo plazo con la medida de la felicidad y la salud. Por otro lado,  leer artículos o ver videos pasivamente —incluso si ellos son entretenidos o  informativos—puede no ser muy bueno.
		Zuckerberg quiere aparentemente activarnos. ¿Un goce meramente pasivo o la  ingesta pasiva de conocimientos? ¡No está nada bien! Nosotros tenemos que  relacionarnos con los otros, aparentemente para nuestro propio bienestar  psicológico. Sin embargo, nuevamente, deberíamos leer atentamente este
		movimiento filantrópico, psicologizante y objetivante, y discernir cómo es que  Zuckerberg está tratando de asegurar su modelo de negocio. En primer plano,
		¿su ataque a la pasividad no es también un ataque a la interpasividad? ¿Lo que  Zuckerberg quiere contrarrestar es que el sujeto retroceda y entonces vaya  dejando que su cuenta y sus algoritmos le proporcionen noticias, películas y  videos y gozar de todo esto en su lugar? ¡Eso no es nada bueno para Zuckerberg!  No es bueno tal vez por la simple razón de que la conducta meramente  interpasiva que permite que el sujeto desaparezca no le proporciona a Facebook  muchos datos útiles para ser mercantilizados. Es así que al querer abordar esto,  Zuckerberg, con todo su poder soberano, lo deja claro: “Con base en esto,
		estamos haciendo un cambio importante en la forma en que construimos
		Facebook. Estoy cambiando el objetivo que le doy a nuestra gama de productos  de centrarse en ayudarlo a encontrar contenido relevante a tener interacciones
		sociales más significativas” (Zuckerberg, 2018) .
		De esta manera, el modelo de negocio de Facebookno consiste en entregar  contenido para ser consumido interpasivamente, sino para incitar al sujeto  mediante su avatar de Facebook a producir “interacciones sociales más  significativas”. ¿No muestra esto que, en lo concerniente a la digitalización de la  subjetividad, todavía hay una interpelación mínima involucrada? Es decir, eres  convocado a Facebookcontinuamente; si tu interpasividad desaparece y tú no  tienes “interacciones sociales significativas” esto debe ser contrarrestado por  Facebook para regresarte al sistema. No obstante, ¿no significa esto que al final  la digitalización en cuanto tal permite pequeñas ausencias, pequeños momentos  de no-subjetividad que las corporaciones de las redes sociales intentan  neutralizar para regresarlas a la economía? Aunque quizás nos estemos olvidando
		de algo en este punto ¿no estamos asumiendo demasiado de prisa lo que son las  “interacciones sociales significativas” datificadas y mercantilizadas por el negocio  de las redes sociales? Porque si es el caso, como he argumentado, que las redes  sociales y similares estén apriori repletas de modelos sociopsicológicos,  entonces, seguramente, la mera reproducción de esa psicología por los usuarios  no puede producir realmente algo nuevo y engendrar una plusvalía. Entonces, el
		problema de llevar al sujeto vago y evanescente de regreso a la plataforma para  Revista SOMEPSO Vol.6, núm.2, julio-diciembre (2021 )
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		producir el datapsicosocial podría no ser realmente el asunto en juego. Quizás,
		la elaboración de Pfaller en torno al placer redoblado en la interpasividad podría  ayudarnos a ver las cosas de otra manera: “el placer pícaro que aparece en  algunos casos de interpasividad, tal cual es descrito por Žižek, parece descansar  en el carácter dual de este retraimiento: haber escapado tanto del goce como de  la ilusión del goce y haber delegado ambos en alguien más, parece ser  enormemente divertido. Primero, uno se retira del goce, luego de la ilusión del  mismo, y aparentemente eso produce un goce nuevo e incluso aún mayor”  (Pfaller, 2014, p. 18).
		De esta forma, en redes sociales y plataformas similares, yo mismo no tengo  que desempeñar el rol socio-psicológico estándar solicitado: mi avatar realiza
		todo el goce prescrito de la vida y el goce de las interacciones sociales. De ah í,  como resultado, el placer extra: el plus de goce realizado es el placer del ser no -
		body. ¿No es precisamente esta diversión, el regocijo de haber salido de la  edificación, lo que cobra el capitalismo digital del cual Facebook es un ejemplo  primordial? El capitalismo digital no se alimenta de nuestras “subjetividadesfake ”;  no se alimenta de la pre codificada y pre configurada psicología que puede ser  reproducida digitalmente sin fin, más bien, es el plus de goce de nuestra  subcontratación interpasiva lo que la explotación digital finalmente extrae de  nosotros.
		Para ilustrar esto déjenme citar aquí la transcripción de un conocido  comercial de televisión de PlayStation: “DoubleLife” (1999):
		Durante años, he vivido una doble vida. Durante el día, hago mi trabajo —
		subo al autobús, me empujo entre la gente común […]pero por la noche, vivo  una vida de alegría […] de latidos de corazón constantes y adrenalina […] y, si  la verdad es conocida… una vida de virtud dudosa. […] No negaré que he  estado involucrado en la violencia, incluso me he entregado a ella. […] He  mutilado y matado adversarios, y no solamente en defensa propia. […] He  mostrado indiferencia por la vida […] las extremidades […] y la propiedad […]  y saboreado cada momento. […] Puede que no lo pienses al verme […] pero  he comandado ejércitos […] y conquistando mundos. […] Y aunque, al lograr  estas cosas […] he dejado de lado la moralidad […] no me arrepiento. […]  porque, aunque he llevado una doble vida, al menos puedo decir […] he vivido  (Citado en Nudd, 2017) .
		De ahí que la mínima interpelación involucrada en la digitalización de la  subjetividad, pudiera ser entendida de otra manera: estás llamado a fingir y a  aparentar (tener una doble vida) porque tú gozosamente sabes lo que el ser  humano realmente quiere, desea o anhela11. El comercial de PlayStation, por lo
		11 Aquí puede discernirse la lógica de la perversión: el(la) perverso(a) es aquel que pretende poseer  un saber sobre el goce y quien confronta al otro para incitar la división de este último.
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		tanto, no muestra la explotación de nuestra verdadera constitución psicológica o
		neurobiológica (por ejemplo, nuestra sed innata y evolutiva por el asesinato y la  transgresión), sino más bien, sacaprovechodeloensímismoevidente de  nuestrascreenciasteóricasdeloqueesunserhumano. Entonces, lo que he  llamado la interpelación académica clásica en la cual el sujeto es conminado a  que se identifique con la posición del experto para mirar el homo  neuropsychologicusque se dice que es, habla precisamente de aquello que es  puesto en marcha en el mundo digital. Es decir, la identificación con la mirada  académica (la identificación con el no-subjetivo objetivo punto de vista) está en  un segundo movimiento alimentando al sistema en cuanto tal. El goce explotado  por PlayStation, y la digitalización como tal, no es un goce primitivo, transgresor,
		es el “goce superior” que ve la luz cuando el ser humano da un paso atrás y se  involucra en sus pequeños gestos de desaparición.
		Conclusión
		Ray Kurzweil (2000; 2005), autor americano, científico computacional, inventor y  futurista (según Wikipedia), argumentó que pronto será posible subirel cerebro  a una supercomputadora. Por supuesto, es claro que, si uno pudiera cargar con  éxito a una persona o a un sujeto, esta entidad uploadedestaría condenada d esde  el principio. Es decir, conectado a la internet, el cerebro se convertiría en
		megalómano y absorbería todo el saber disponible: se expandiría de formas
		incontrolables, se metamorfosearía infinitamente, se convertiría en todas las  cosas del mundo, si no es que, para el caso, se convertiría en el mundo en sí
		mismo y así se disolvería en cuanto tal. Tal vez podemos comprender esto  adentrándonos en la teoría de la interpasividad: en el mismo sentido que en los  rituales religiosos, el sujeto religioso puede marcharse toda vez que esté hecho  el uploading/outsourcing, el iniciador puede dejar la escena, lo que llevaría la  personalidad cargada a desvanecerse en la entropía informática12 .
		Esto podría relacionarse con otro experimento del pensamiento bien  conocido, la serie de películas TheMatrix. El argumento de la historia es que a  medida que las máquinas y la tecnología devienen autónomas, aprovechan la  electricidad y la energía de los seres humanos para su supervivencia. Los humanos  son tomados prisioneros en una especie de incubadoras llenas de agua y están  conectadas a una supercomputadora que genera una realidad virtual, esa es la  Matrix, destinada a mantener vivos a los humanos para que pueda recolectar
		energía de ellos. Así es como relata una de las máquinas la historia de la Matrix :
		12 Por supuesto que entiendo aquí entropía en oposición a la conocida posición de Norbert  Wiener: para Wiener el incremento de información es entropía estancada. Véase Wiener (1989).  El destino que atribuyo a las personalidades uploadedde Kurzweil apuntaría a la posibilidad de  una entropía relacionada con el aumento de información en sí mismo.
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		¿Sabías que la primera Matrixfue diseñada para ser un mundo humano
		perfecto en donde nadie sufriera, donde todos fueran felices? Fue un  desastre. Nadie aceptó el programa. Se perdieron cosechas enteras. Algunos  creyeron que carecíamos de un lenguaje de programación para describir su  “mundo perfecto. Pero creo que, como especie, los seres humanos definen  su realidad mediante la miseria y el sufrimiento. Así que el mundo perfecto  era un sueño del que sus cerebros primitivos seguían intentando despertar.  —Agente Smith a Morfeo (Wachowski y Wachowski, 1999).
		¿No podemos decir que la primera Matrixestableció una escena completamente  informada por las teorías (socio)psicológicas mainstreamen su guion? A lo largo
		de estas líneas, podría argumentarse que fue en primer lugar que los avatares se  desvanecieron, de la misma forma que las personalidades cargadas de Kurzweil
		se paralizarían, cuando el mundo virtual se detuvo como resultado de la  repetición circular y la reproducción de los algoritmos y los códigos socio -  psicológicos establecidos. Por lo tanto, lo que queda claro tanto en Matrixy la  fantasía de Kurzweil —y también en el último planteamiento de Mark Zuckerberg  como se describió anteriormente— es que la digitalización debe involucrar una  forma mínima de interpasividad y, como ya se ha mencionado, una mínima forma  de interpelación estableciendo un nivel-cero de subjetividad; algo en el exterior,  para luego ser atraído hacia adentro. Sólo entonces puede crearse un plus-de -
		goce que no sólo asegura el ulterior flujo digital sino también puede ser
		capturado. Esto es porque la Matrixnecesita sus renegados, sus despertadores,  su Morfeo, su Neo, su Oráculo. Aquellos quienes supuestamente escapan son
		eventualmente la columna vertebral de la segunda Matrix, ellos hacen que la  Matrixfuncione. El exterior atraído, o lo que Lacan (2007) llama: “extimidad”, es  lo que emplaza la entropía informacional. Necesitamos aquí y ahora hacer una  pregunta final y crucial: ¿Podría esta función, la digitalización, atraer  completamente a la interpasividad a sus dominios? Es decir, ¿sería posible  estadificar y codificar algorítmicamente al muy interpasivo y desubjetivado sujeto  mismo? Esta, afirmo, es eventualmente la misma pregunta que plantea Pfaller  (2017): “¿Puede mi agencia representante también dejarse representar por  alguien (o algo) más? y ¿para quién experimenta ese nuevo agente el placer, para  otro agente o para mí?” (p. 33).
		Entonces, no es esta la pregunta: ¿Es posible la delegación interpasiva ad  infinitum? y, adicionalmente: ¿Puede ser redoblada así sin cesar en sí misma? y,
		desde este punto, ¿podría este perpetuummobile, mantenerse bajo control,  contenido simbólicamente o, en términos más adecuados a nuestra discusión,  podría ser digitalizado y así mercantilizado? Por supuesto, aquí nos deslizamos  lentamente hacia la cuestión, ¿sería codificable y algoritmizable la sofisticada  concepción pfalleriana y psicoanalítica del ser humano como ente interpasivo? O,  de modo aún más radical: ¿Sería posible basar la segunda Matrix en una
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		concepción psicoanalítica del sujeto en lugar de un modelo psicológico  mainstreampor el que fue informado por primera vez?
		Claramente, el psicoanálisis no es una psicología. Lacan, como es conocido,  se abstuvo de dar una aproximación psicológica de la subjetividad; por ejemplo,  no definió al sujeto en cuanto tal, en su lugar optó por definir los contornos el  sujeto. De esta manera argumentó que “el significante es lo que representa al  sujeto para otro significante” (Lacan, 2007, p.713). Este es el matema de Lacan:  S1 — $— S2. El sujeto no es otra cosa que una posición: dividida entre dos  significantes, es en sí mismo un nivel cero de la subjetividad. Consideremos ahora  esto con respecto al argumento del desarrollador de software Dave Winer:  “Conectar persona a objetos datapara personas. Eso es lo social hoy” (Citado en
		Lovink, 2012). Lo que podría escribirse como: Persona(s) —código —Persona (s).  ¿No es esto precisamente lo opuesto de la notación del sujeto lacaniano en tanto
		sujeto dividido? En la serie persona—código—persona, la persona no está ya  dividida, él o ella está inmovilizada, datificada. O, como Alexander Galloway  (2014) señaló en torno a la cibernética: “la cibernética reforma el mundo como  un sistema y reestructura al sujeto como un agente” (p.113). Por lo tanto, la  interpelación de la “conexión” de Winer no pretende dar un lugar al sujeto sino  más bien incita a los agentes a producir datos. Pero, aunque esta datific ación  parece preparar la mercantilización de la subjetividad, ¿no es esta, como se  argumentó, la situación por la cual eventualmente se detendrá, ya que no logra
		involucrar el nivel cero de la subjetividad que posiblemente es el motor de la
		subjetividad excedente? Es decir, el data que se produce mediante la  interpelación digital no puede dejar de repetir los datos pre-configurados que
		surgen de los modelos de ser humano que han sido codificados en el sistema.  Esta repetición de datos estériles probablemente no puede sino llevar al sistema  a un frenado pasmoso. Volvemos aquí a una pregunta osada: ¿Sería posible  codificar la segunda Matrixdesde una no psicología del psicoanálisis y evitar que  estallara la burbuja de datos que inevitablemente sucumbiría bajo su propio  peso? ¿Traer a los psicoanalistas para que nos protejan contra la entropía  informática (y salvar el modelo de negocio de las redes sociales)?
		Pero quizás, en el mismo sentido que argumenta Pfaller (2017, p.92), la teoría no  puede decirle al arte qué pensar —sólo puede decirle al arte lo que no necesita  pensar— una crítica psicoanalítica tampoco puede decir cómo deben ser  diseñados los avatarsen sus entornos. Si el psicoanálisis es básicamente una  crítica sobre la psicología (véase la peculiar definición anterior de subjetividad de
		Lacan), no puede proveer a una nueva psicología alternativa. En consecuencia, si,  por ejemplo, el problema con las neurociencias es que no pueden sino apoyarse  en una psicología previa (que pretenden rastrear en el cerebro), el psicoanálisis  no puede proveer a una psicología alternativa para ser usada: el psicoanálisis solo  puede decirle a la neurociencia lo que no debe que pensar. Entonces, cuando se  trata de diseñar la digitalización, nuevamente, el psicoanálisis no puede decir
		cómo diseñar al sujeto digital o su mundo de la vida: sólo puede hacer una crítica;  Revista SOMEPSO Vol.6, núm.2, julio-diciembre (2021 )
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		únicamente puede decir lo que no necesita ser pensado, sólo puede poner al
		descubierto la problemática de los modelos psicológicos que sustentan el diseño  de las tecnologías digitales.
		Por supuesto esto es muy problemático. Pensemos con el filósofo holandés  de medios Geert Lovink (2012), así como en las críticas reformistas de George  Soros y compañía, quienes en un momento dado han abogado por la  nacionalización deFacebook. No obstante, ¿no plantea esto la pregunta de cómo  serían diseñadas estas redes sociales públicas y no comerciales? Por ejemplo,  ¿conservaría los emoticonos? ¿seguiría incitando a los usuarios a expresar sus  sentimientos? ¿pediría likes? ¿Les recordará a los usuarios postear algo o les  recordará historias interesantes perdidas mientras estaban sin conexión?
		Adicionalmente, ¿qué algoritmos serían usados para poner noticias o post en su  feed? En definitiva, ¿qué imágenes de la sociedad y del ser humano estarían
		vigentes? Entonces, ¿cómo procederían los diseñadores después de ser  informados por el psicoanálisis sobre lo que no necesita pensar? ¿Sería una  opción crear espacios neutrales mínimos, por ejemplo, para garantiza la  democracia y la individualidad? Por supuesto, allí se estaría comprometiendo  rápidamente la imagen común del ser humano y sus derechos humanos y, como  es conocido, no nos lleva a territorios indiscutibles. De este modo, la exclamaci ón  “otro mundo es posible” parece enfrentarse con el enigma: ¿sería posible otra  digitalización?, ¿alguna que pudiera dar cuenta de que “la sociedad no existe” y
		que “la subjetividad no existe”?
		Cuando menos, si esto conlleva que una posición neutral no sea posible y,  por lo tanto, no se puede evitar una posición política y partidista, entonces desde
		el lado del psicoanálisis la conclusión debería ser que la “subjetividad no será  digitalizada”. Aunque existe otra notación lacaniana concerniente al sujeto, a  saber, la fantasía, que a primera vista daría alguna esperanza a los desarrolladores  de software. El matema lacaniano de la fantasía sitúa frente al sujeto barrado el  objeto a: $◊a. Esto, por supuesto, conecta la notación previamente mencionada  de la subjetividad que trae al objeto como causa y como objeto de deseo. Lacan  comprende la fantasía en la tradición freudiana como un pequeño escenario que  sustenta el síntoma y por lo tanto la propia subjetividad (como una regla general  en forma de una pequeña sentencia, por ejemplo, “pegan a un niño”), que es  difícil no entender como un algoritmo (Freud, 1919)13. Sin embargo, el elemento  crucial en el matema es el objeto a, que yo diría que es finalmente, como causa y  objeto del deseo, un objeto no asimilable: no es simplemente una x desconocida
		lo que podría introducirse en la computación. Se trata más bien de un objeto  singular que, si bien Lacan le ha otorgado el “estatus de notación algebraica”  (citado en Evans, 1996, p.128), no es meramente un factor formal ya que se define  como el remanente que deja detrás la introducción de lo Simbólico en lo Real.  Por lo tanto, situado al lado de lo Real podría atribuir al objeto una materialidad,  aunque una materialidad peculiar (De Vos, 2014). En tanto señal de vacío, el
		13 El mismo Lacan (2007, p.487) utiliza la palabra algoritmo.
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		objeto atiene una consistencia no sustancial, no obstante, como objeto y causa
		de deseo permanece del lado de lo análogo, lo no digitalizado o virtualizado. Por  tanto, el objetoano puede retroalimentar el sistema: el objeto a no se digitalizará.  La digitalización de hoy en día pretende poder hacer esto, sueña con ello y  sabemos lo poderosas que son en nuestros días las ilusiones cuando se vuelven  virtuales. Es la tarea partidista de la crítica manifestar que la digitalización no  debería pensar que puede digitalizar el objeto a .
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		Revista SOMEPSO Vol.6, núm.2, julio-diciembre (2021 )